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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

La culpa es de España

Iker Armentia

Con lo bien que vivíamos los vascos sin corrupción y ha tenido que venir España a ensuciarlo todo. No se habla de otra cosa en los últimos meses en Euskadi: banqueros vascos que pastelean con políticos vascos, empleos fantasma vascos para estómagos bien agradecidos vascos, clientelismo vasco con las empresas montadas por amiguetes vascos, coches eléctricos vascos para que se enriquezcan unos pocos vascos, obras vascas pagadas pero que nadie encuentra. Puta España, joder.

Sí, porque, contra lo que pudiera parecer, todo esto es culpa de España que se nos está metiendo en las venas vascas como un pico malo de heroína. Heroína española, claro, porque la vasca te da un buen viaje que no veas. Los vascos somos gente diseñada genéticamente para rescatar gatitos de los árboles. De ahí, para arriba. Porque como bien dice el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, los de Bildu -y por extensión todos los que airean los chanchullos vascos, sean de Bildu, de UPyD o de una sociedad gastronómica- están españolizando el clima político vasco con tanta denuncia y chismorreo.

Antes de que inoculasen este virus español en nuestras idílicas vidas vascas, los vascos nos levantábamos a las cinco de la mañana para hacer -de forma voluntaria- trescientas flexiones e ir a trabajar orgullosos, cantando por las calles “el trabajo dignifica, trailará, el trabajo, trailará”. Qué ímpetu, qué orgullo. No había Pyongyang que se nos pusiera por delante.

Pero tuvo que venir España a enredar y ahora anda todo el mundo buscándose la vida como un español cualquiera y a los altos cargos se les concede un puestazo en una sociedad pública a la que no es necesario que vayan ni para afilar lápices (las sociedades públicas, en general, son un invento de los españoles para colocar a los vascos que lo han dado todo por su partido y no tienen tiempo para apuntarse en las listas del paro). Y antaño estos enchufes se hacían con cierto decoro y contención, pero por culpa de España ahora las supuestas nóminas ficticias alcanzan los 6.000 euros que le pagó durante meses Kutxabank al exdelegado del Gobierno, Mikel Cabieces, para que pudiera llenar la nevera. Y el nuevo presidente de Kutxabank, que lo denunció, se ha subido el sueldo hasta los 800.000 euros. Él no quería pero es lo que pagan en España. Todo muy estrambótico, todo muy español. En Euskadi antes éramos gente de gastar poco pero por culpa de España esto parece una tarde de compras con Hilary Banks, la prima mayor del príncipe de Bel Air.

Por supuesto, España es culpable de que algunas cajas muy vascas vendieran preferentes a perpetuidad engañando a clientes que no sabían lo que firmaban. Nunca se nos hubiera ocurrido algo así si no lo hubiéramos visto en los telediarios españoles. También es culpa de ese diablo llamado España que el Gobierno vasco se dedique a desahuciar a madres con hijas menores mientras siguen vacías centenares de viviendas públicas en Euskadi. O que apenas haya policías vascos investigando los delitos económicos y la corrupción. O que el Gobierno vasco tarde 14 meses en elaborar un informe sobre unos presuntos chorizos.

Que quede claro: no somos nosotros los vascos y las vascas, es España que se nos pega como la humedad de la ropa al cuerpo cuando no funciona la secadora.

Nuestro ancestral espíritu emprendedor vasco se ha visto corrompido por España. Se nos ocurrió montar un coche eléctrico que iba a revolucionar la movilidad en todo el mundo, y lo único que ha conseguido es revolucionar los movimientos de algunas cuentas corrientes. Pero por culpa de España, que no se nos olvide. Fue España –Zapatero, en concreto– quien le dijo sí al PNV cuando le pidió 14,7 millones de euros para este proyecto dirigido por, entre otros, empresarios y políticos del PNV. Estos españoles no saben decirnos que no cuando les pedimos su dinero, y luego pasa lo que pasa: que nos lo fundimos.

Y si esto no fuera suficiente, llueve con saña bíblica en Euskadi y España no nos quiere entregar ni una pizca de sol. Y por culpa de España, Gran Hermano es uno de los programas más vistos en Euskadi, enterrando nuestra tendencia natural a leer los ensayos de Montaigne por las noches. Quizás no lo sepan ustedes, pero los vascos siempre hemos querido follar y es España que no nos deja.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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