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Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

Domingo y elecciones

Elena Zudaire

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Escribo estas líneas días antes del domingo y estas líneas se publicarán ese día, en que la ciudadanía elegirá el nuevo Ayuntamiento y la nueva Diputación. Seguirán los de siempre, vendrán otros nuevos, habrá pactos o no y la vida continuará. Es un día extraño para publicar una columna de opinión. Si hablo de unos u otros podría resultar interesada. Y, por otra parte,

no puedo evitar hablar de las votaciones, justo en este día… Qué dilema.

Podría hablar del tiempo. Y así me olvidaría de que hoy me voy a comer los puños zapeando entre cadenas para seguir la noche electoral, con la esperanza de que otro mundo es posible pese a lo que dicen las encuestas. Podría hablar de este frío que ha venido de repente, muy típico de Vitoria en realidad, al que no me acostumbraré jamás porque he debido de tener antepasados que vivieron al sur del sur. Y así me olvidaría de todas las promesas que nos han hecho los y las candidatos y candidatas en campaña para quemar los últimos cartuchos y conseguir nuestro voto, a sabiendas de que después tendrán cuatro años para decir donde dije digo, digo Diego.

Podría hablar de lo bonico que es el nuevo cartel de las fiestas de La Blanca. Y así me olvidaría de lo cutres que pueden llegar a ser las formaciones políticas, que pagan a empresas para que les posicionen en Facebook, por ejemplo, sin saber (o eso dicen) que éstas utilizan a usuarios que no tienen ni idea de que están siendo utilizados para promocionar su publicidad electoral. ¿No han notado que en el trabajo le mirar raro? Pues tenga cuidado, no vaya a ser que se haya afiliado a algún partido sin tener ni idea, dándole al ‘me gusta’ a sus publicidades.

Podría hablar de lo remonísima que ha quedado mi querida fachada del Palacio Europa y así me olvidaría de la prisa que se dan los políticos en inaugurar cosas antes del día de las votaciones para aparentar que son buenos chicos y buenas chicas y que estamos en buenas manos.

Podría hablar de las ganas que tengo de que lleguen las vacaciones y entonces me olvidaría un poco de esos reportajes y entrevistas que he leído estos días en los que los prohombres y mujeres de nuestro futuro político salen cocinando, hablando de sus canciones favoritas, de que su bien más preciado es una bici o de que han ganado un sueldazo que yo no veré nunca jamás y tiene tres pisos en propiedad o una carraca de coche con seguro a terceros. En serio, ¿ésa es la idea de transparencia que queremos alcanzar?

Podría hablar de lo que cené ayer (me encanta hablar de comida) y así me olvidaría de que esta semana he tenido el estómago encogido por el despido de un familiar y de varios amigos y conocidos, profesionales de empresas y medios de comunicación, que pasarán a engrosar una larguísima lista de parados que todos dicen ver pero nadie soluciona.

Podría hablar del desencanto de muchos, de la ilusión de otros, de que unas elecciones no dejan de ser una oportunidad (la que esta democracia de postal nos da) para cambiar las cosas o seguir como siempre. Para arriesgar o quedarnos en lo seguro, aunque personalmente odio el famoso refrán y opino que lo malo no vale, ya sea conocido o por conocer. Aunque tampoco juzgaría a quien no se arriesga con algo que no conoce en absoluto y que, visto lo visto, tampoco sabe muy bien si se va a convertir en lo mismo de siempre. Pero entonces muchos me dirían que ya estoy con el rollo de desencanto de siempre y que esta actitud nihilista para con la política no es nada proactiva.

Así que esta noche no me despegaré del televisor, con mi marido al lado y nuestra bandeja de la cena en las rodillas para saber, antes de meternos a la cama, cómo se deshojará la margarita electoral. Con la esperanza de que mañana, cuando muchos lean esta columna, el futuro más inmediato de nuestra ciudad y nuestro territorio pinte mejor, mucho mejor.

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Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

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