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Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

El que no piense como yo es un etarra

Elena Zudaire

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Dice Maroto que la fiesta en favor de la pluralidad y contra el racismo que la plataforma Gora Gasteiz celebró en Vitoria hace un par de semanas fue un lugar de encuentro de los batasunis del País vasco, que el evento en su conjunto estuvo manejado por los hilos de EH Bildu y que lo único que se escuchó desde esa multitud fueron gritos de ensalzamiento de los presos vascos.

Supongo que el alcalde se refiere a las decenas de inmigrantes de distintos países que participaron y que, según los cuerpos de seguridad del Estado, han engrosado las listas de los terroristas más buscados. También, seguramente, se referirá a las decenas de familias que se unieron a la kalejira y a las distintas actividades programadas, destinadas a entrenar a los pequeños en las habilidades con las armas, en la elaboración de cócteles molotov y en el diseño y consecución de una barricada con contenedores. Me imagino que también se refiere a los participantes de avanzada edad, veteranos en la lucha armada, que compartieron con los allí presentes sus conocimientos sobre secuestros.

Desde un punto de vista de estrategia política hay que reconocer que nuestro alcalde es admirable. Él o quien maneja los hilos de su táctica de comunicación. Porque esa persona o personas saben que el tiempo apremia y que es necesario quemar todos los cartuchos, sea al precio que sea. Sin embargo, a veces quemar ciertos cartuchos es de muy mal gusto, sobre todo cuando alrededor se está intentando, con mayor o menor éxito, llevar a cabo un proceso de normalización para cerrar heridas que nos costará lo nuestro superar.

Por motivos de trabajo yo no pude acudir a la fiesta de la plataforma Gora Gasteiz. Pero sí estuvieron mi marido y mis amigos con sus hijos pequeños. Que el alcalde diga que ellos pertenecen al entorno de la historia más negra de esta comunidad solo porque son personas que realmente creen que Vitoria es una ciudad plural, que trabaja por la integración pese a todas las trabas que se le imponen y que no está representada por las 32.000 firmas que apoyan una iniciativa demagógica, discriminatoria y ultraderechista (aprovecho la licencia que me otorga el alcalde para decir lo que nos dé la gana respecto a los que no piensan como nosotros), no sólo me indigna sino que me parece un insulto.

Tengo la suerte de rodearme de personas que, con sus opiniones de todo tipo, consideran que la integración es un paso de apertura mental y social que nos beneficiará en el futuro, a nosotros y quienes vengan detrás. Tengo la suerte de tener a mi lado a personas que, con sus errores y aciertos, procuran vivir acorde a una serie de valores que si algún día los perdemos, nos vamos a cagar. Esas personas, junto con miles más, fueron las que se juntaron aquel día en Vitoria para reivindicar nuestros derechos, los derechos de todos, de los de aquí y de los que han venido a vivir aquí y que, por tanto, forman parte de aquí. No es gente que mira para otro lado cuando se habla de fraude; es gente que mira de frente cuando el que les habla les está contando una mentira sesgada, partidista y demagógica, destinada única y exclusivamente a ganar unas elecciones.

Desde luego, si alguien hubo ese día gritando consignas en favor de los presos, claramente se patinó porque no era el foro. Lo que a mí me transmitieron quienes estuvieron fue que resultó esperanzador ver a tanta gente unida por la reivindicación común de derechos fundamentales, en contra del dato tan horriblemente desolador de que 32.000 personas han firmado la soflama racista de Javier Maroto. Hace unos días leía una entrevista al secretario general de Cáritas en Vitoria, Ramón Ibeas, un hombre al que se le podrán atribuir muchas cosas pero ninguna entorno a una ideología terrorista. Quiero creer que en una ciudad donde gobierna alguien como Maroto también hay un Ibeas que llama a las cosas por su nombre, que deja a los políticos en su sitio y que hace un diagnóstico de la realidad que nos saca los colores a todos. El problema, el eterno problema, es que tendemos a prestar más atención a las memeces de algunos que a las advertencias de quienes conocen la situación de primera mano.

Me quedo con una de las frases de esta entrevista, en las que Ibeas venía a decir algo así como que se enorgullecía de que tantos inmigrantes quisieran venir a Vitoria porque eso significa que es una ciudad en la que merece la pena vivir. Así sea.

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Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

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