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“Es una labor de locos traducir poesía”

El poeta Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968).

Cristina Sobremazas

Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968) empezó a escribir en su plena juventud y la poesía le envolvió desde sus inicios. Licenciado en Filología Hispánica en Oviedo y con estancias de su vida en Zaragoza y La Rioja, donde veraneaba, el poeta aterrizó de nuevo en Cantabria para quedarse, pero esta vez en la capital. Realizó tareas de traducción a escritores anglosajones y compagina su trabajo como poeta con el de profesor, influyendo en la cara más lírica de sus alumnos.

Su obra 'Puntos de fuga' recibió el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe en 2001 y 'Libro de los elementos' recibió el Premio Internacional de Poesía Generación del 27 en 2004. No obstante, su principal galardón fue gracias a la obra 'Nocturno casi', que recibió el Premio de la Crítica el año pasado.

¿Cuándo comenzó a escribir poesía?

Cuando estaba en el instituto, con 16 o 17 años. Tuvo mucho que ver una profesora de literatura que estimuló en nosotros el comentario de texto, sobre todo el poético. Ahí descubrí la poesía, sobre todo me pareció un género muy abierto a todo tipo de asociaciones, relacionando las cosas, dejando volar mi imaginación, y me enganché.

Creo que es una obviedad preguntar cuál es su género favorito de escritura pero ¿por qué prefiere la poesía?

Es un género muy completo que siempre relaciono con el cine porque trabaja en muchos frentes, tirando de la imagen y, por lo tanto, estando muy cercano al mundo de las artes plásticas. La poesía es pensamiento en imágenes. Tira de la música, porque no se entiende sin el ritmo y, precisamente por eso, porque es arte, me parece un género que va más a la médula de la emoción. Lo mismo hace el cine, que utiliza todo lo que tiene a su alcance, con palabra y fotografía. Además es un tema con indolencia, que se mueve en las distancias cortas y que permite una práctica lejos de toda disciplina. La novela, en cambio, te exige constancia. Pero la poesía no porque va y viene, te pones a su servicio, cuando te lo pide el cuerpo, cuando tienes algo que contar… va más con mi carácter.

¿Y a la hora de leer?

Sí, también la prefiero, porque es un género que no se acaba nunca, siempre vuelvo a él. Una novela, a no ser que me haya fascinado, acaba en el trastero. Es raro que vuelva a leer una novela pero con que me haya gustado mínimamente un libro de poemas suelo volver a él. Me gusta señalar los poemas que me han llamado la atención y, como son cuerpos independientes, abrir un libro en el que estuviste y detenerte diez minutos en poemas que te tocaron fibras sensibles siempre es gratificante. En definitiva, lo bueno de leer poesía es que ya tienes el cribado hecho y vuelves a lo que sabes que funcionó en algún momento, aunque a veces te lleves sorpresas porque señalaste algo que, con el paso del tiempo, no sabes por qué. Tiene esa ventaja, es difícil volver a una novela y leer una sola página, te tienes que leer la novela entera, pero con un libro de poemas eso es una ventaja.

¿Quién es el escritor que más le ha inspirado a lo largo de su carrera?

Juan Ramón Jiménez activó un poco esa primera fascinación o atracción por lo poético. Hay un Juan Ramón Jiménez que no me interesa nada, de hecho, él mismo renegó de esa etapa, pero el segundo, desde 'Diario de un poeta recién casado' hasta 'Espacio' fue cuando me enseñó a moverme en lo sutil. Tenía una sensibilidad hiperestésica y muy especial para acercarse a la realidad buscando perspectivas sutiles para entrar en la realidad y desasosegarnos, sorprendernos y deslumbrarnos. Lo poético surgió en mí por todo esto, sumado a la labor de mi profesora, como un género muy interesante.

Ganar el Premio Nacional de la Crítica tiene que ser todo un logro, sobre todo por algo que comentaba, de que en ese certamen no te presentas, sino que te eligen... ¿Cuál fue su reacción al respecto?

Un sábado por la mañana me llamó uno de los miembros del jurado y me comentó que me habían dado el premio, así de sencillo. Con 'El libro de los elementos' sí que supe quiénes éramos los finalistas, y estuve lleno de zozobras e ilusiones por si ganaba, pero en este caso no fue así, sino que me enteré de la forma más simple, en una mañana que recordaré toda mi vida.

La labor de traductor también tiene una ardua complicación, al menos desde fuera. ¿Costó traducir a dos grandes poetas como son John Keats y Emily Dickinson?

Sí, mucho, porque en el fondo en parte comparto la afirmación que circula por ahí de que la poesía es casi intraducible porque es un género de ordenar matices, interactúan entre todos los planos de la lengua - fónico, semántico, sintáctico -. Cuando quieres trasvasar un poema de un idioma a otro no se trata solo de ver una traducción literal, sino que hay que estar atento de que no se vayan los matices. Es una labor de locos traducir poesía. Me lo tomé muy en serio, porque dediqué tres años a traducir a cada uno de ellos y, para sacar los libros que publiqué, traduje el doble de lo publicado. Fue como remar en galeras y me enseñó mucho, me acercó a la poesía anglosajona, sin la que no entiendo mi práctica poética.

Hay un concurso de poesía con su nombre, que ya va por su 16 edición. ¿Qué se siente?

Se les ocurrió la idea en mi pueblo, Castro Urdiales, cuando gané el Premio Loewe. Pensaba que pasaría a mejor vida y no duraría tanto, pero ahí sigue y me saca un poco los colores por aquello de que lleva desde que yo tenía 32 años. Me hace ilusión porque es mi pueblo, y todo lo que viene de tu pueblo te toca más. Me siento muy honrado por ese guiño.

Además de poeta, es profesor. ¿Les enseña a sus alumnos a entender la poesía y aficionarse a ella?

Intento transmitir mi entusiasmo y creo que se me nota cuando hablo de poesía, que la vivo por completo y que estoy inmerso en ella. De alguna manera, lo que intento es mostrarles lo cerca que está la poesía de otros ámbitos que les puedan interesar mucho, como la música. Las letras de las canciones que oyen a todas horas no dejan de ser poemas y, sobre todo, que vean que es un género que les puede ayudar a entender sus emociones y sentimientos. Si defino la poesía de alguna manera es como “una aventura de conocimiento” y un adolescente, si algo está haciendo, es buscar su forma de conocerse y su forma de enfrentarse al mundo. Puede ser una herramienta fabulosa que le ayude a conocerse y enfrentarse a sus emociones, sentimientos y al propio mundo.

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