Las primarias, la consulta directa a la militancia, se les atraganta a los partidos. No puede entenderse la crisis de las formaciones en Cantabria y España sin este elemento que tomó impulso el 15-M y que los partidos asumieron como si estuvieran preparados para la tormenta. Partido Popular, PSOE... hasta Podemos entra en zozobra en cuanto la democracia de base irrumpe y arrampla con la democracia orgánica, legitimadora de sucesiones controladas y configuradora de grupos dinásticos. La caja de Pandora.
Mariano Rajoy ya mandó parar con el experimento de las primarias, tras las crisis desatadas en los virreinatos, entre ellos Cantabria, en donde los 'populares' no levantan cabeza, enfangados, enemistados, aquejados de sordera selectiva y a la espera de expedientes y fallos judiciales.
En el PSOE no les va mucho mejor. Las primarias, en España, hicieron posible la vuelta de Braveheart vestido por Emidio Tucci que laminó a toda gerontocracia y baronías; pero el experimento en las colonias renquea. La doble legitimidad (orgánica y electoral) que ha situado en campos irreconciliables a los antiguos compañeros en Cantabria ha añadido más fango a la ya de por sí atribulada vida política regional. Zuloaguistas y tezanistas han enrocado torre y rey a la espera de que otros vengan y marquen la diferencia con expedientes o lo que sea, incluido otro partido, como el PRC, cuyo presidente tiene el botón nuclear de ceses, dimisiones, nombramientos y repactos.
Ciudadanos es un caso aparte que lleva reseteando varias veces a iniciativa de Madrid, que no ha visto hasta ahora clara una dirección. El precio ha sido la fractura y el transfuguismo, una figura que, como la gripe española, parecía extinguida pero que puede rebrotar en cuanto se desgaja un iceberg o se derrite el casquete polar. Cosas del cambio climático de las primarias, cuyo efecto colateral es la reaparición de mamuts, bacilos y mesías del pleistoceno.
Podemos, entre familias, círculos, asambleas y reglamentos, no sabe si va o viene, si sorbe o sopla, si es nuevo o envejece a pasos agigantados aquejado del síndrome de Matusalén. Si Ciudadanos se ha caído del tablero, PSOE y PRC han convertido a Podemos en esos peones olvidados en los escaques esquineros, mientras la dama blanca socialista va y viene escapando del caballo y el rey se mesa los cabellos parapetado tras su torre y su alfil.
El PRC se ha mantenido ajeno a la crisis, capea el temporal arriando la vela. Porque no hizo primarias, ni, vistas las barbas del vecino, se le ocurrirá. Ha alcanzado el reino de la inmutabilidad.
Sin embargo, las primarias han sido un viento regenerador y, con todo traumatismo que acompaña el cambio, pusieron negro sobre blanco dos cosas: que las bases abominan muchas veces de sus castas y en cuanto tienen posibilidad llaman a madame Guillotine; y que las estructuras de los partidos, sobre todo sus direcciones, esconden la carcoma tras fastuosos ropajes.
Borges prevenía sobre los enemigos. Decía que uno se acaba pareciendo a ellos. También las familias felices acaban pareciéndose. Pero las familias políticas cántabras, si en algo se asemejan, no es por la felicidad sino por la enemistad que las corroe.
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