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Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Límites

'Ohhh...Alright...', de Roy Lichtenstei.

Marcos Díez

Los límites son esas líneas, reales o imaginarias, que delimitan un espacio (geográfico o no). Nuestras casas tienen paredes y puertas que delimitan un lugar para la intimidad y somos nosotros, como habitantes de ese hogar, los que damos permiso a otros para que se sienten a comer en nuestra mesa. Qué personas forman parte de nuestra vida es una de las decisiones más importantes que una persona puede tomar. Y tan importante es elegir a los que forman parte como a los que no. Puede ocurrir, claro está, que queramos que una persona sea nuestra amiga y esa persona no tenga ningún interés en invitarnos a su casa, puede que ni siquiera quiera hablar con nosotros. Los límites los ponemos pero también nos los ponen. Y tan necesario es saber ponerlos como aceptar y respetar esas líneas que otros nos piden que no traspasemos.

Entre las personas muy sociables uno de los peores defectos es querer caer bien a todo el mundo, querer ser apreciado o querido por todos. Los claramente antipáticos, en este sentido, llevan mucha ventaja porque no sienten la necesidad de caer bien. Por eso los simpáticos sufren mucho, porque están enganchados a querer gustar. A aceptar caer mal a la gente se aprende con el tiempo y más vale aprenderlo porque, además de ser algo liberador, es inevitable que  suceda. De la misma forma que hay personas a las que no soportamos hay personas que no nos soportan a nosotros, que no nos quieren en sus vidas. Es patético (muchos nos hemos podido ver en situaciones así) demandar atención de quien nos ignora e interesarnos, pese a que no haya respuesta al otro lado, por sus vidas. Y es muy incómodo que una persona a la que hemos puesto un límite claro no lo respete y siga preguntando por nosotros o buscando la menor oportunidad para intentar hacerse en hueco en nuestras vidas. Cuando una persona no acepta un límite que otra persona le ha puesto lo que suele subyacer es una dificultad para asumir el rechazo y tras esa dificultad casi siempre se esconde la soberbia: “¿Me ha dicho 'no' a mí?”.

El mundo es lo suficientemente amplio y la vida lo bastante corta como para perder el tiempo intentando saltarnos los límites que otros nos ponen, demasiado breve todo como para no aprender nosotros a poner límites claros a quienes queremos lejos. Qué alivio cuando nos olvidamos de querer quedar bien con todos y mandamos a alguien, educadamente, a paseo (la familia, lo sé, complica esta ecuación). No hay nada de malo en apartar a gente de nuestra vida, es una forma de ejercer nuestra libertad y de avanzar tomando decisiones. Porque quizá sea más importante dedicar el tiempo que nos queda no a quedar bien con quien no nos interesa sino a construir relaciones afectivas que nos generen bienestar, afectos que puedan enraizarse en nuestra biografía, vínculos que, en medio de una sociedad líquida,  nos ofrezcan un lugar sólido en el que poder vivir.

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