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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Seguridad aérea

Luis Miguel Artabe

Verano, por fin de vacaciones. Llegas al aeropuerto una hora y media antes de tu vuelo. La primera de las colas que tienes que soportar sirve para facturar tu maleta y para malhumorarte. Una señora se hace la tonta e intenta colarse con el altivo aire que las razas superiores creen tener; sacas los dientes; fin del intento. Cuando consigues llegar hasta el mostrador, te miden y te pesan la maleta. Todo en orden. Es de suponer (aunque lo desconoces) que tus cosas también pasen por algún escáner de camino a la ballena voladora.

Control de seguridad; segunda cola. Te hacen quitarte el cinturón y las botas; tienes que sacar el móvil, las llaves, los líquidos y los aparatos electrónicos de tu maleta de mano. Lo metes todo en unas bandejas de plástico zafio para que un monstruo con rayos-X devore y vomite sobre una pantalla hasta la marca de calzoncillos que usas.

Posteriormente, y solo si la máquina tragaperras del destino lo considera oportuno, un señor con guantes de látex en las manos te registra de arriba abajo. Piensas en que, quizá, está poniendo demasiado empeño en su tarea. Como siga así va a terminar pidiéndote el número de móvil.

- ¿Tienes que hacer algo esta noche, majete?-, imaginas mientras agachas la cabeza y sales despavorido.

Llegas a la puerta de embarque (previo paso por la caja del Duty Free). Te miden y te pesan la maleta de mano por si te pasas del tamaño permitido y comprueban que tu cara y la que aparece en tu DNI sean razonablemente parecidas. Un protocolo sin fin al que nos hemos acostumbrado después de los atentados del 11 de septiembre y que me recuerda cada vez más el eterno retorno nietzscheano.

- Todo sea por la seguridad-, piensas.

- Prefiero perder un momento de mi vida que mi vida en un momento-, le comentas a un chaval que te mira con una atónita cara varada cien mil años en un punto perdido del espacio-tiempo.

Tras subirte al avión, despegas. Has pedido pasillo porque eres alto y porque estirar la pierna de vez en cuando alivia tu complejo de anchoa enlatada. Sin embargo, el show del carrito-tienda que no para de ir de arriba a abajo te deja sin espacio para hacerlo. Además, a pesar de toda la seguridad del mundo, las turbulencias te recuerdan que eres humano y que de nada sirve revisar las maletas si sopla el viento con fuerza. Pasas algo de miedo aunque recuerdas el consejo que una vez te dio un amigo:

- Si tienes dudas de cómo va el vuelo, mira a la cara de las azafatas.

- Son guapas.

- ¡Eso no, merluzo!

- Sí, sí, perdón; parecen tranquilas.

- Entonces todo está controlado, además, el piloto es el primero que quiere llegar sano y salvo a su casa-, piensas mientras rememoras al copiloto de Germanwings que se suicidó hace unos meses.

Todo está controlado.

Controles de seguridad, escáneres, perros policía, cinturones de seguridad… todo parece estar controlado. Tus vacaciones pueden comenzar. Abres el periódico, te bañas en corrupción y llegas desconsolado a una noticia que te recuerda la fragilidad de tu existencia y de todo este sistema. En menos de dos minutos, descubres con pavor cómo han bastado un segundo y medio y dos enormes y desproporcionados pechos para que toda esta seguridad haya saltado por los aires hace pocos días; simplemente, porque la sangre del piloto dejó de circular con normalidad, así de sencillo.

El comandante de un avión de la compañía Kuwait Airways está siendo investigado porque dejó entrar en la cabina a una chica Playboy (una tal Chloe Khan, llamada también Chloe 'Mafia'). Bueno, a ella y a una amiga.

- Para que no se sintiera sola.

Esta chica, lejos de pasar desapercibida (cosa que desconoce desde su adolescencia) colgó varias fotos en Twitter en la que se la puede ver hablando con el piloto y portando la gorra de éste en su cabeza. Además, ha asegurado que el piloto fumó varios cigarrillos, le pidió que le enseñara sus senos mientras le comentaba que se había acostado con la mitad de las azafatas de la compañía. Vamos, típico macho ibérico de otro país al que solo le faltaba estar apoyado en una barra de bar.

- ¿Quieres tomar una copa conmigo, guapa?

Por cargarse el sistema de seguridad y por olvidarse de la existencia de las redes sociales y de que esta chica tiene decenas de miles de seguidores en Twitter, este hombre está siendo investigado. En otra época nadie se habría enterado. Bueno, salvo sus amigotes del bar del aeropuerto.

A pesar de todo y de lo pesados que son, la buena noticia es que parece claro que establecer controles y protocolos concisos y estrictos minimiza el riesgo de atentados y de catástrofes aéreas. La mala, es que también parece confirmarse que el ser humanos es humano. Ambas cosas (nuestra humanidad y los protocolos) parecen no llevarse muy bien en un tanto por ciento de casos aún por determinar.

Así que, ya sabéis, cuando viajéis este verano, no os preocupéis más de la cuenta. Bueno, salvo que a vuestro lado viaje una conejita Playboy. Entonces, por vuestra seguridad y la del resto del pasaje, mantenedla entretenida para que el aburrimiento no la empuje a visitar la cabina. Si esto sucede y el piloto se despista, todo lo que suceda después será culpa vuestra.

¡¡¡Buen viaje!!!

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