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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Las castañas solidarias

Paco Gómez Nadal

Ahí estaba. Con el jersey que toca cuando hay que mezclarse con la gente, con la sempiterna camisa blanca y la sonrisa postiza. Una castaña por aquí, otra por allá… Si algo sabe el alcalde de la ciudad de Santander es repartir castañas y sus ciudadanos (o una buena parte de ellos) le siguen este juego tan viejo como el populismo que suele criticar.

La Plaza Porticada, poco a poco, se convertía en un estercolero lleno de las cáscaras de las castañas solidarias con las que el Ayuntamiento cubre su falsa cuota solidaria y con las que alimenta el fácil estómago de los votantes. “Alguien tendrá que limpiar toda esta basura”, pensaba yo en mi momento de alucinación, desconociendo que para el alcalde es mejor utilizar los servicios municipales de limpieza que generar conciencia ciudadana poniendo cuatro bidones con bolsas de basura… ¿Para qué? Si la magosta ‘popular’ del Ayuntamiento sólo busca estómagos agradecidos no hace falta fingir que se trata de un acto ciudadano.

Dice el alcalde (el ex ministro y ex diputado jamás postulado para ello) en unas de sus habituales epístolas a la prensa que “Santander es una ciudad solidaria y así lo demuestra todos los días del año”. A continuación, “aseguró que sólo en las acciones solidarias promovidas por el Ayuntamiento desde las pasadas Navidades hasta octubre se han recaudado más de 45.000 euros repartidos entre distintas asociaciones y organizaciones de carácter social que desarrollan su trabajo con los más desfavorecidos de la ciudad”.

Es decir, que Íñigo que se pasa el pinche año haciendo actividades solidarias para recaudar el 6,9% de lo que el Ayuntamiento se ha gastado en el año 2015 en pagar salarios de toreros (643.000). Es decir, que el show de la solidaridad (tan falso como rentable desde el punto de vista politiquero) se podría asumir por el Ayuntamiento (que por cierto, invierte lo que ya aportamos en impuestos) y dejarse de chorradas tan hipócritas como vergonzantes. Las castañas, las de la magosta, tenían un destinatario: la Cocina Económica, la caridad tercerizada de una sociedad que en lugar de asumir la tarea de cuidar de los que están en riesgo de exclusión le dejan el marrón a las monjitas para luego organizar mercadillos y magostas con las que financiarlas… el mundo al revés.

O al derecho, que Íñigo, al igual que la mayoría de políticos de primera línea que tenemos, sabe lo que hace. Mientras él repartía castañas, a la vuelta, a la puerta de la Delegación del Gobierno. Unas 40 personas (la nada al lado de las cientos de castañeros solidarios) trataban de solidarizarse con las y los detenidos de forma arbitraria y brutal en la interminable Operación Pandora. Pero… ¿a quién carajo le importa la Operación Pandora?, ¿a quién le interesa de verdad lo que le pase a una panda de okupas o de anarcos que se niegan a vivir en sociedad y a comer castañas cuando el alcalde dice que hay que comerlas? La solidaridad de las castañas, en caso de ser ‘solidaria’, es inofensiva, inocua, políticamente inofensiva. La solidaridad con los encarcelados en este régimen policial que se cocina en la trastienda de esta sociedad de mentira es agresiva, peligrosa, amenazante.

Queremos “ciudadanos solidarios” que no se pregunten por qué hay gente haciendo cola en la Cocina Económica, o que no se planteen la responsabilidad de nuestro país en las desgracias del “tercer mundo” con las que nos solidarizamos a la muy razonable cuota de un kilo de alubias o de un euro a cambio de unas castañas tan envenenadas como nuestras conciencias.

Las castañas solidarias son la hermosa metáfora de una sociedad emborrachada de sí misma y de las mentiras que nos cuentan cada día y que con gusto deglutimos en el cómodo sofá de Ikea que nos permiten comprar a los que todavía no tenemos que ir a la Cocina Económica y que hacemos cola para recibir de Íñigo un cartucho repleto de anestesia asada.

El borreguismo de “los ciudadanos solidarios” alimenta al alcalde más que las castañas que reparte. Somos tristes figurantes en una película de terror en la que al populismo municipal se le denomina participación ciudadana y en la que a la caridad patrocinada se le llama solidaridad. Vaya castaña.

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