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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Los charcos de barro de Peppa Pig

María San Emeterio

Pues no, a mí las de Femen no me representan. No se queda el tema en si sirve o no de algo sacar las tetas a pasear desnudas por la calle en hipnótica controversia. Que ésa es otra. Vaya si hay tetas en este mundo desde hace un montón de tiempo. Aun así las seguimos utilizando como si fuesen una cosa recién salida del laboratorio de inventos. Teta va. Las de Femen con sus canalillos ilustrados. Teta viene. Las de Femen disfrazadas de Peppa Pig.

Que la chona animada sí que las lía pardas. Y eso que va vestida.

Deberían tomar nota las feministas de la cerdita rosa en lo de llamar la atención. Peppa Pig puede ser: a) una serie de dibujos animados; b) una serie de dibujos animados bastante coñazo, todo hay que decirlo; c) un insulto al Islam; d) un canal de la izquierda radical para lavarle el cerebro a los más pequeños de la casa; e) un canal de la izquierda radical a través del que difundir mensajes perversos, léase aquí ecologismo, multiculturalismo y matrimonio homosexual, entre otros y f) un simpático disfraz con el que acudir a las manifestaciones a partir de la publicación de esta columna.

El Día Internacional de la Mujer nos ha dejado un reguero de pezones de diferentes colores y tamaños denunciando la opresión que ejercen las religiones sobre la mujer. No se han disfrazado de chonitas rosas, no. En su lugar, han escogido uno de los disfraces favoritos de los hombres en carnaval, el de monja, y se han plantado la toca en la cabeza.

Eso fue en París.

Un poco más cerca la hemos armado por debajo del suelo. Metro de Madrid difundió unas imágenes a través de su cuenta de Twitter. Que en buena hora, pensará el director (o directora, no se me enfaden) de Comunicación de la compañía. En Núñez de Balboa habían expuesto unas imágenes de Hyuro en las que la mujer realiza una serie de tareas domésticas. La artista argentina, pobre ella, quería de esta manera rendirle un homenaje al trabajo de las amas de casa. A su escaso reconocimiento social. Pero ya nos pusimos todo locas.

Será uno de mis charcos, de mis barros. De mis Peppapijadas.

Pero yo, como categoría 1. mujer y sub-categoría 1.1 madre, 1.2 trabajadora, 1.3 hija, 1.4 novia, 1.5 ama de casa, 1.6 amiga y 1.7 paga-facturas-profesional, no me siento atacada por esas ilustraciones. Me siento, al contrario, representada en muchas de esas facetas. Orgullosa de ellas.

¿Qué faltaba, Hyuro? ¿Faltaba una mujer delante del ordenador? ¿Una mujer dependienta? ¿Una mujer camarera? ¿Una mujer jefe de obra? ¿Hay que decir jefa de obra? ¿Qué faltaba ahí, Hyuro? ¿Faltaba el señor que se desgañitaba por los derechos de los hombres en la concentración que reivindicaba en Santander los derechos de las mujeres? ¿O la anciana que, a su paso por el acto de marras, llamaba a filas al mismísimo Francisco Franco? ¿Faltaba una de esas madres trabajadoras que siempre está corriendo y no consigue llegar a nada? ¿O faltaba, tal vez, se me ocurre, un espécimen del sexo opuesto trajinando esas mismas faenas con el delantal puesto?

No necesitamos un Día Internacional de la Mujer. Necesitamos un Día Internacional del Hombre. Reivindicar para ellos todos los roles que nosotras llevamos adheridos a la piel. Y subrayar su papel, que es exactamente el mismo que el nuestro.

Porque los hay que sí. Salen de casa ya agotados, después de improvisar desayunos de ascensor y lidiar con cordones de botas escolares. Después de repartir colonias, preparar mochilas y limpiar restos de mermelada. Los hay que hacen malabares para ir con los niños a la consulta del médico y llegan con la hora pegada al culo a la puerta del colegio. Los hay que trabajan hasta las ocho de la tarde. Se echan las manos a la cabeza. Las ojeras rozando el suelo. Y llegan a casa y reparten sonrisas, gritos y quitan mocos entre baños, cenas, lavavajillas, cuentos y tendales de ropa liberada de barro.

Sé que, en algún lugar plagado de colinas de pendientes imposibles, Peppa Pig levanta el puño izquierdo y sonríe con malicia en este mismo instante.

Pero creo que es a estos hombres a los que debemos dedicar un Día Internacional. Porque con otros muchos como ellos no existirían todas esas desigualdades. Que no tiene que ver con la base, lo que nosotras somos, sino con todo lo que ellos pueden llegar a ser.  

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