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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Yo, de mayor, quiero ser bombero

Los bomberos de Madrid ven una "campaña de intoxicación" contra el detenido

Javier Fernández Rubio

Donald Trump tiene una bomba y la ha usado en Afganistán. Vladimir Putin chasquea la lengua y dice que tiene otra cuatro veces más potente desde hace 10 años. Si el uno tiene a la 'madre de todas las bombas', el otro tiene a la abuela o al 'padre de todas las bombas'. Estos macarrillas, que en condiciones normales no serían contratados ni para custodiar un lavabo en un aeropuerto, tienen en sus manos un gran poder destructivo y unas no menos grandes ganas de usarlo. Y alguien va a pagarlo, por desgracia.

Sin embargo, estos dos machos alfa con la despensa llena de juguetes destructivos no son personajes de cómic ni tienen gracia. Son reales, están vivos y son dañinos a escala planetaria.

Pero tan reales como ellos es mi bombero vizcaíno, de nombre ignoto, y del que me declaro fan. Yo de pequeño quería ser bombero, como todos en aquella época, y no funcionario como quieren los niños ahora. Ser bombero era entonces algo vistoso, con esos trajes bermellón y escalas mecánicas, y el coche ululante por las calles con todas las luces encendidas como en una discoteca. En los tiovivos había motos y coches de bombero y no mostradores de la función pública ni oficinas del catastro. Además era y es gente brava, nada de tonterías con ellos, que se dedicaban a cosas útiles, tales como salvar gente en toda circunstancia y bajar a los gatos de los árboles, cosas que resolvían gallardamente con seguridad y sin falla. Cosas muchos más útiles que un gobierno, por ejemplo. No conozco a nadie que no quiera a los bomberos.

Pero este vizcaíno es especial. Con otros como él, Putin y compañía iban que tener que tirarse piedras. Resulta que el bombero de nombre ignoto, cabo por más señas, llamado su retén para supervisar las operaciones de carga de mercancías peligrosas en el puerto de Bilbao, decide declararse objetor y no colaborar. ¿Qué contenían los contenedores que se cargaban? Armas españolas para Arabia Saudí. Tal vez nosotros no veamos cargamentos de este tipo, pero sí que vemos en las televisiones cuando las bombas de los sauditas caen en el Yemen, que es su destino real. Ya van por 10.000 los muertos.

Pero la historia no acaba aquí. El bombero ha sido expedientado por la Diputación de Vizcaya y pende sobre su cabeza una suspensión de dos a cuatro años de empleo y sueldo. Esto es preocupante porque no me consta que esté emparentado con ninguna duquesa, ni tenga acciones de la Gürtel, así que el hombre se ha arrepentido y la próxima vez que llegue un barco a Bilbao se presentará con su camión ululante y con todas las luces encendidas para asegurar que las bombas lleguen a buen puerto. La vida es así.

Pero la vida no es necesariamente así. ¿Puede un bombero apelar a la objeción de conciencia en el tráfico de armas? ¿Y en los desahucios? ¿Y nosotros al pago de impuestos que se dedican al armamento? ¿Pueden apelar a la objeción de conciencia los científicos que desarrollan esas armas? ¿Podemos ser objetores todos a nuestro libre albedrío?

Me parece más serio tenérselas que ver con la conciencia de uno que hacer como Eichmann, el probo funcionario que se parapetaba en la responsabilidad del cumplimiento del deber para gestionar con rigor el matadero.

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