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“La PAH es un nido donde puedes llorar y contar lo que te pasa sin vergüenza”

Luis Vázquez y Lucía Gutiérrez durante una asamblea de la PAH de Santander | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Rubén Alonso

“Para mí la PAH es como tener un nido donde ir y contar tus penas, llorar y poder decir lo que te ha pasado sin vergüenza”. Así define Lucía Gutiérrez lo que significa para ella la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Santander, colectivo que cumple su quinto aniversario en este mes de diciembre. “La PAH es nuestra casa”, asegura. “Sabes que estando en la PAH nunca te van a dejar sola”.

Desahuciada de su vivienda, herencia de sus padres en la que vivía con su marido, por avalar un piso a su hija, cuenta a eldiario.es que “lo mejor es no ocultarlo nunca porque te hundes más de lo que te hunde ya que te echen de tu casa”. “Te sientes perdido, como un desgraciado, porque te han quitado todo como si tú fueras el culpable”, lamenta, mientras hace hincapié en que los responsables “no somos nosotros, sino la sociedad que tenemos”.

Relata que cuando ya no pudieron seguir pagando el piso porque su marido -que tenía un pequeño negocio- se quedó en paro con 50 años se fueron “a la ruina”. De esta forma, y por recomendación de un abogado, decidieron acudir a la PAH en una época en que el colectivo ya llevaba un año funcionando. 

“No podíamos más, mi marido cobraba 400 euros de la ayuda básica, estábamos todos viviendo juntos y tenemos dos hijos enfermos”, explica. Entre lágrimas por el angustioso recuerdo, Gutiérrez cuenta que cuando entraron en la PAH no sabían “ni a dónde mirar”. “Estábamos muy asustados y agotados totalmente”, apunta.

Seguidamente expusieron su caso a los allí presentes. “Además, nos habían quitado otra casa pequeña que teníamos en Corrales, que habíamos arreglado durante 25 años”, señala con tristeza. “No era un chalet”, matiza, “era una casita de estas pequeñas que hacemos los pobres poco a poco”, subraya. “Y me la saquearon entera”.

“No es un delito”

Ante este panorama, José Ramón Blanco -actualmente diputado de Podemos en el Parlamento de Cantabria- y Óscar Manteca, fundadores de la plataforma, le transmitieron su apoyo. “Nos dijeron: ¿estáis preparados para volver a vuestra casa, para poder luchar desde ella?”. La vivienda seguía vacía, y estuvo así dos años, puesto que Gutiérrez y su familia no podían hacer frente al alquiler. “Volvimos e íbamos para casa como diciendo: no puede ser, ¿creéis que podemos hacerlo?”, a lo que Blanco y Manteca les respondieron: “Si tenéis fuerza, nosotros os vamos a apoyar y no es un delito, hay que vivir en una casa”. “Nos devolvieron la ilusión”, asegura Gutiérrez.

Así pues, regresaron a su casa y siguen adelante gracias a ellos y a la orientación que reciben de la plataforma. “La gente que nos ayuda es muy entendida, estudia y te sientes muy protegida”, afirma. No obstante, su lucha por mantener su vivienda continúa, puesto que recientemente acudieron a ella para cambiarles la cerradura. “Si no llegamos a estar dentro nos encontramos la casa cerrada”, sostiene. 

A pesar de todo, insiste en la importancia de contar abiertamente y sin tapujos lo que pasa. “Hay mucha gente que se esconde porque no quiere que lo sepan los familiares o vecinos, ya sabemos cómo somos, nos gusta que nuestras penas no las sepa nadie, pero si no se comparten te pueden hundir la vida, y eso nos pasó a nosotros”, concluye.

En esa misma línea sigue la recomendación de Luis Vázquez, quien aconseja que todo el que se encuentre en una situación de este tipo acuda a la PAH. En su caso, tuvo que dejar de pagar el piso en el que vive con su mujer y sus dos hijos porque era autónomo y se quedó sin trabajo. Su familia vivía de la ayuda que recibe su mujer.  Actualmente se encuentra inmerso en un procedimiento judicial en el que las dos primeras sentencias las han ganado por cláusula abusiva. Sin embargo, la entidad bancaria les ha vuelto a demandar por tercera vez. 

“La PAH nos vino muy bien moralmente porque estábamos todos muy hundidos”, relata a este medio. “La gente que te encuentras allí está en la misma situación que tú y te sirve de apoyo”, explica. “Anímicamente es un cambio total”. Vázquez concluye destacando que en los tres años que lleva formando parte del colectivo, “ha evolucionado para bien”. “Aprendemos unos de otros”, sentencia. 

“Si no podéis pagar, no paguéis”

Por su parte, Francisco Oria también expone su situación, aunque reconoce que tuvo suerte en comparación con lo que ve a su alrededor. “Hay casos muy preocupantes”, lamenta. Él y su mujer no pudieron hacer frente al pago mensual de un piso de su hija, que sufre de esquizofrenia, al que avalaron. Durante los primeros dos años el banco les pedía una cuota de 600 euros, pero a partir del tercero ascendió a 1.200, cantidad inalcanzable para dos sueldos mileuristas, por lo que tras abonar “seis o siete cuotas” se vieron en la obligación de dejar de hacerlo. 

Así pues, acudieron a la PAH, donde les dijeron: “Si no podéis pagar, no paguéis, porque todo lo que abonéis va a caer en un saco roto”. El banco les propuso pagar 12.000 euros y la dación en pago. “Nos quedábamos sin nuestras casas”, explica Oria. Posteriormente, les ofreció no pagar esa cantidad y permanecer en sus viviendas mediante la dación en pago durante un año, prorrogable a otros tres si la entidad no vende las viviendas.

Actualmente, hacen frente a las rentas de 375 y 200 euros con sus pensiones de jubilados y siguen acudiendo a la PAH como “punto de apoyo”. Además, participan activamente en sus asambleas y actuaciones. 

“Apoyo mutuo”

Óscar Manteca es uno de los fundadores de la PAH de Santander, el único de los que aún permanece activo. Cuenta que el movimiento surgió en 2012 tras la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pedía la dación en pago.  Ya existía una plataforma en Torrelavega y decidieron impulsarla en la capital cántabra en diciembre de ese año. 

Primero se asentaron en la Casa de la Solidaridad de la Federación de ONGs y, posteriormente, tras solicitarlo al Ayuntamiento, en el Centro Cívico María Cristina. Explica a eldiario.es que pasó de no tener ni idea de hipotecas, -“no había leído una en mi vida”-, a intentar desarrollar “estrategias jurídicas y sociales, y ocupaciones”. Esa fue su evolución.

Asimismo, hace hincapié en que desde que existe este colectivo, no ha habido nadie que haya acudido a él y que haya sido desahuciado por una deuda hipotecaria. “Sí que hemos sufrido por tema de alquiler, pero hemos conseguido de una forma u otra que se le realojara”, sostiene Manteca.

“En los últimos años intentamos involucrar no solo a aquellas personas que estamos de forma voluntaria, sino a todos los afectados”, subraya. “La idea es que sean ellos los que se ayuden unos a otros”, apostilla. “Siempre defendemos que no somos una ONG, no somos una asociación asistencialista, somos un grupo de ayuda mutua en el que todos los que estamos nos tenemos que apoyar”. 

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