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“La cultura militarista impuesta por los sectores pudientes la trasladamos a nuestra vida cotidiana”

La activista cántabra Carmen Díez.

Rubén Alonso

“Soy una antimilitarista convencida en contra de cualquier forma de militarismo que no solamente se refiere a todo lo que tiene que ver con los ejércitos, que podríamos decir que es su máxima expresión”. Así se define la veterana activista cántabra Carmen Díez. Asegura que “la cultura militarista impuesta por los sectores pudientes la trasladamos a nuestra vida cotidiana”.

En una entrevista a eldiario.es se muestra contraria a “todas las normas y estructuras sociales que hacen que estemos en un mundo en el que se esté gastando una cantidad ingente de dinero en armamento”. Denuncia que se trata de “una de las principales industrias que existen, que es bastante opaca y que fomenta una cultura de guerra, en vez de una de paz”.

La activista, que ofrecerá una conferencia el próximo miércoles 8 de noviembre a las 19.30 horas en La Vorágine dentro del ciclo 'Militancias', explica que el militarismo promueve que se afroten “los conflictos de una manera bélica sin atender a la capacidad que tenemos los seres humanos de resolverlos como un ente positivo, capaz de transformar la sociedad de forma no violenta y mucho más justa para todos, no de manera impuesta por los sectores más pudientes del sistema”.

Así pues, incide en que como consecuencia de ello, trasladamos ese método “a nuestras casas y a nuestra forma de relacionarnos entre profesores y alumnos, es decir, a la vida cotidiana”. Rechaza, por tanto, “la imposición de las normas, muchas veces sin razonamiento y sin la capacidad de desobediencia, o simplemente de contestación a lo que se te está imponiendo”.

Relata que su vida ha estado más centrada en el antimilitarismo vinculado a la ecología. “Siempre me ha interesado más todo lo que tiene que ver con la conservación del medio ambiente”, subraya. “Pronto desvíe mi atención para trabajar en diferentes grupos de Cantabria con proyectos de este tipo, desde Oyambre, hasta las presas que querían construir en la zona del Pas, entre otros”, expone Díez. “Teníamos muy poco tiempo para descansar, estábamos con un tema y aparecían cientos más”, resalta sobre una época en la que empezaba a emerger toda la especulación urbanísitica “de manera brutal con todo lo que conllevaba”.

En los años noventa entró en Brigadas Internacionales de Paz (PBI), organización cuyo objetivo es la protección del espacio político de personas y organizaciones que promueven los Derechos Humanos y que sufren represión por esta causa. Díez cuenta que combatían violaciones de DDHH de todo tipo.

“Lo más grave era la muerte e incluso masacres, generalmente al pueblo indígena aunque no solo a él”, puntualiza. Las sufrían “la población organizada para transformar la situación terrible que vivían y viven estos países”, refiriéndose a El Salvador, Guatemala y México, donde realizó trabajos con PBI.

Movimiento zapatista

Para Díez, su experiencia en México, concretamente en Chiapas durante la Revolución Zapatista fue “tremenda a la par que interesante”. “Ha sido de los proyectos que más ha costado a Brigadas, iniciar, mantenerse y que fuese respetado y conocido”, afirma.

“Descubrí un México que era totalmente contrario al que estaban vendiendo en el momento en el que trabajaba en El Salvador y en Guatemala, en el sentido de que era el paradigma para la izquierda internacional, que cuando tenían que exiliarse de los países de América Latina, acababan resguardándose y exiliándose allí”, relata.

Sin embargo, tal y como desvela, “la realidad era bien distinta porque esa era la imagen que se vendía al exterior”.“En México estaban ocurriendo las mismas cosas que pasaban en los demás países, solo que de forma más oculta”, ratifica. No obstante, para esta activista el movimiento zapatista fue “muy interesante por la capacidad de convocatoria, por las maneras de llevarlo a cabo y hasta por la literatura”, puesto que “se escribió muchísimo sobre él”.

Y es que, tal y como hace hincapié Díez, supuso “un terremoto a la situación del país”. “Hubo mucha más gente concienciada e implicada y no solo en Chiapas”, explica, ya que fue “una especie de ilusión contagiada” a muchísimos organismos y personalidades internacionales. “En Chiapas veías mucha presencia internacional muy enamorada de todo lo que era el proceso zapatista, intentando entender muchos aspectos”, recalca.

Sin embargo, Díez no cree que se deba extrapolar el movimiento zapatista a la situación actual porque cada lugar tiene su propia idiosincrasia“. ”Es muy difícil y me parece que es un error“, apostilla. A pesar de que no siga de cerca la realidad que vive hoy en día México, puesto que salió de la organización hace más de diez años, es consciente de ”las desapariciones, los asesinatos, la tremenda corrupción y del narcotráfico campando a sus anchas“.

“Desgraciadamente, la situación no ha mejorado, sino todo lo contrario”, lamenta. “A la gente que está en el poder en México no le interesa solucionar los problemas que tiene el país”, concluye con rotundidad.

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