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“Seis años de guerra han demostrado que una solución militar no es posible en Siria”

Álvarez-Ossorio es profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante. | R.V.

Rubén Vivar

'Siria: revolución, sectarismo y yihad' es el título del último libro de Ignacio Álvarez-Ossorio, considerado como uno de los mayores expertos de España sobre Oriente Medio. Con motivo de la presentación en La Vorágine de este trabajo, Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes en la Universidad Alicante y coordinador de Oriente Medio y Magreb en la Fundación Alternativas, comparte con eldiario.es su visión sobre la situación de la guerra en Siria y la actuación de la comunidad internacional en un conflicto que se ha cobrado en seis años la vida de 500.000 personas y ha obligado a refugiarse a otras seis millones.

¿Cómo han podido acabar unas protestas pacíficas como las de la Primavera Árabe en una de las guerras más cruentas de Oriente Medio?

Se debe sobre todo a dos elementos: el primero, la represión brutal del Régimen, que en un primer momento apostó todas sus cartas a la solución militar, lo cual militarizó la revuelta; y el segundo, a la presencia de las potencias regionales, que han financiado a las dos partes del conflicto, lo que ha provocado una intensificación del sectarismo. Unidos esos dos elementos es lo que nos explica que en el caso de Siria estemos hablando de la mayor catástrofe humanitaria que ha habido en la región desde la Segunda Guerra Mundial, con 500.000 muertos. En este caso la Primavera Árabe no ha tenido éxito, mientras que en otros como en Túnez sí.

¿Por qué una guerra civil en Siria ha pasado a tener alcance y repercusión internacional?

Creo que es más bien regional que internacional, entre otras cosas porque desde un primer momento se vio que los países occidentales y sobre todo la Unión Europea no tenían intención de involucrarse activamente. Ese vacío político que no ocupó la comunidad internacional fue llenado por los países de la región que además tienen una agenda claramente contrarrevolucionaria. En ninguno de los casos les interesaba que esas movilizaciones en demanda de cambios y de libertades tuviesen éxito; lo que querían las potencias del Golfo Pérsica era crear un cortafuegos para que esa revolución popular contra los regímenes autoritarios se detuviese.

Entonces, a su juicio, la responsabilidad de la comunidad internacional en esta guerra se debe a su omisión.

Está claro que en un primer momento decidieron mirar hacia otro lado confiando en que no les salpicase la crisis siria y como hemos tenido la oportunidad de ver al final ha acabado salpicando sobre todo a los países de la Unión Europea de dos formas: por medio de una oleada masiva de refugiados –hay más de 1,2 millones de peticiones de asilo en los países europeos- y por otra parte, por los atentado perpetrados por grupos yihadistas contra algunos países que han tenido un papel significado dentro de la coalición internacional formada para atacar el ISIS, como el caso de Francia, Alemania o Bélgica.

Pero, ¿no hay contradicción entre esa falta de intervención de la comunidad europea que señala y los ataques terroristas como represalia?

No hay contradicción porque lo que ha hecho el ISIS es responder a los ataques que la alianza internacional les ha lanzado a partir del verano de 2014, que es cuando el Estado islámico conquista buena parte del territorio sirio, también de Irak y proclama ese Califato yihadista. Es a raíz de esos ataques cuando el ISIS comienza a tener como objetivo también a algunos países europeos.

¿Qué legitimidad tiene la comunidad internacional para intervenir en esa guerra civil?

Yo soy partidario de una intervención acordada en el seno de las Naciones Unidas amparándose en la doctrina de la responsabilidad de proteger cuando la sociedad civil es constantemente bombardeada y masacrada. El Consejo de Seguridad debería haberse activado en los primeros compases de la guerra; hoy en día, después de seis años, es muy difícil vencer la resistencia de algunos países para involucrarse activamente sobre el terreno, pero en su día si se hubieran activado todos los resortes se hubiera evitado haber llegado a la situación que hoy nos encontramos, con 500.000 muertos, 6 millones de refugiados, 7,5 millones de personas desplazadas... Si hubiera habido una intervención más decidida de la comunidad internacional, no hubiéramos caído al infierno al que nos encontramos ahora.

¿Cuáles cree que deberían ser las acciones de la comunidad internacional a partir de ahora?

Si algo han demostrado estos seis años de guerra es que no es posible una solución militar. Hoy en día nos encontramos con un país completamente dividido y, por tanto, hay que acudir a las negociaciones y a la situación política. Lo que ocurre es que va a ser muy difícil que se alcance un compromiso si no hay voluntad de las partes implicadas y tampoco si no hay presión de la comunidad internacional. Las bases están ahí y son muy claras: la creación de un gobierno de transición y la celebración de elecciones, pero el nudo gordiano sigue siendo la permanencia de Bashar al-Ásad en el poder. Mientras algunos consideran que es una pieza insustituible, otros sostienen que debería ser juzgado por crímenes de guerra y lesa humanidad. Esto es lo que enfrenta a ambos bandos y mientras al-Ásad tenga respaldo por parte de los actores regionales e internacionales, como Irán y Rusia, va a ser muy difícil que sea descabalgado del poder.

Mientras aboga por la negociación política como la solución, acabamos de ver hace unos días un nuevo bombardeo y una demostración de fuerza por parte de Estados Unidos. ¿Cómo lo interpreta?

Ese bombardeo de la administración Trump es una muestra más de la política completamente errática que ha tenido Estados Unidos hacia Siria. Desde el primer momento lanzaron mensajes a los rebeldes de que estarían detrás y que les apoyarían pero después los abandonaron a su suerte durante mucho tiempo. Barack Obama rehusó bombardear el territorio sirio después de que fueran utilizadas armas de destrucción masiva en el verano de 2013 y ahora Trump sí que ha decidido intervenir. Quizá la principal incógnita es saber si esto va a marcar un cambio radical de la política exterior americana hacia Siria o es una excepción, un ataque aislado.

¿Cuál es su impresión?

Trump es completamente imprevisible. Cada semana prácticamente cambia su política. Hace dos semanas decía que al-Ásad debía ser conservado como un mal menor ante el avance del ISIS y que había que coordinarse con Rusia, y diez días después hace exactamente lo contrario. En todo caso, está claro que bombardeando el territorio no se solucionan las cosas; hay que presionar a las partes para que alcancen un compromiso pacífico que ponga fin a la sangría y hay que buscar un consenso del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

¿Ve realmente posible poner de acuerdo a tantos agentes con intereses diferenciados?

El compromiso es difícil de alcanzar pero es la única vía para cerrar no solo la herida Siria sino también otros países del entorno con un escenario similar, como el caso de Irak o de Yemen. En este sentido no debería de interpretarse el conflicto sirio de manera aislada sino buscar un acuerdo a escala regional que implique apagar el resto de conflictos que existen en Oriente Medio. La situación ha llegado hasta un punto tal de inestabilidad que o hay una involucración muy actica y decisiva de los actores internacionales para detener esta guerra fría o el Oriente Medio seguirá descendiendo hacia los abismos.

¿Qué va a pasar con esos seis millones de refugiados mientras el conflicto se resuelve?

Muy difícilmente van a poder retornar mientras no se ponga fin a la guerra, no haya una reconciliación dentro de la sociedad siria y mientras no haya una reconstrucción del país. Como esas tres situaciones no se van a resolver en el corto plazo, a menos que cambien mucho las tornas, hay que pensar en solucionar el problema no para los próximos meses o años, sino más bien para las próximas décadas. Hace falta cambiar de chip y pensar que hay que ofrecer no ayuda humanitaria para una situación de emergencia, sino integrar a esta población en los países del entorno y en Europa.

¿Cuál está siendo el papel del Gobierno de España en este conflicto?

España es un actor menor en Oriente Medio, no tiene grandes intereses de Siria. Desde un primer momento ha apoyado a los grupos opositores, pero no se ha involucrado tan activamente como otros países de la Unión Europe y no ha enviado ayuda militar a los grupos armado. En todo momento ha pedido una solución política.

¿Por qué al-Ásad no puede ser la solución intermedia?

Esa idea parte de que el autoproclamado Estado islámico es el núcleo de todos los problemas, cuando en realidad el SIS es una fuerza endógena que aprovecha el caos y el vacío político para implantarse en Siria y obviamente el problema sigue siendo la falta de voluntad política para introducir reformas y, sobre todo, que hay un sistema autoritario que gobierna el país desde hace casi 50 años sin ningún tipo de alternancia política.

Entonces, pensar que los problemas que tiene hoy en día Siria se limitan a la presencia del grupo yihadista es pasar por alto por lo que se movilizó la población, que fue para reclamar cambios, reformas, libertades… esa agenda ha sido secuestrada por los grupos islamistas que han irrumpido en escena. El Régimen autoritario también está interesado en eliminar a los voces moderadas y en dejar solo como únicos rivales a los grupos de orientación yihadista, de tal manera que sea percibido como un mal menor por parte de la comunidad internacional. Esa idea de “yo o el caos” la ha repetido al-Ásad desde el inicio de las movilizaciones populares.

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