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“El teatro sigue siendo un lugar de encuentro, de reflexión y de crítica”

Una escena de 'Desclasificados', protagonizada por Alicia Borrachero, Jordi Rebellón y Joaquín Climent.

Patricia Burgo Muñoz

Poco podía esperar Pere Riera (Barcelona, 1974), un director y dramaturgo teatral que un libreto escrito como proyecto final de carrera en 2006, adquiriera tales tintes de realidad ante las noticias de corrupción, escándalos políticos y manipulación mediática que salen a la luz cada día. 'Desclasificados', la obra protagonizada por Alicia Borrachero, Jordi Rebellón y Joaquín Climent, iba a representarse hoy en el Teatro Principal de Vitoria pero se ha suspendido por enfermedad de los actores. En ella se narra la tensa entrevista entre una reputada periodista y el presidente del Gobierno, presuntamente implicado en un aberrante delito. Las artimañas del jefe de prensa por ocultar el escándalo harán dudar a la propia periodista sobre sí misma.

Pere Riera afirma que no es una obra sobre política, ni sobre periodistas, si no sobre la ética, la integridad profesional y la dignidad. Aun así reconoce que la realidad ha superado con creces la ficción, y ante la “modorra” en la que cree que se han situado los ciudadanos, confía en el teatro como un espacio “de reflexión y de crítica”.

Pregunta: Dices que ‘Desclasificados’ no es una obra sobre política, ni sobre periodistas, que es sobre la ética, la integridad profesional y sobre la dignidad. Pero precisamente estos aspectos están siendo ahora mismo muy cuestionados. ¿Crees que como se dice habitualmente, la realidad ha superado la ficción?

Respuesta: Probablemente sí. Respecto a lo primero que decías, sí es cierto que yo siempre he intentado proteger la obra y lo que cuenta de todo el que intente entenderla de una tesis o una reflexión sobre el diálogo sobre política y periodismo y, ni yo sé lo suficiente, ni tampoco es la voluntad de lo que está en escena. Lo que está en escena es la contraposición de dos personas que tienen opiniones distintas de cuál debe ser la ética del profesional a la hora de ejercer su oficio, y hasta qué punto, puede o no puede, debe o no debe interferir la vida privada con la praxis pública de tu trabajo. Eso sí, en este caso, uno es el Presiente del Gobierno, y la otra es una importante periodista, y ahí queda el juego para que el espectado reflexione.

Y con lo que comentabas de que la realidad supera la ficción, bueno, esta obra está escrita hace casi 10 años, fue un ejercicio académico, es la primera obra que escribí, para licenciarme en dramaturgia y dirección, y en su momento quizá en este país, los casos de corrupción política, de haberlos los había probablemente, pero sí que es cierto que en el último par de años, la cosa ha eclosionado de una forma muy escandalosa y eso puede que incluso sea contraproducente, porque por una parte la obra puede ser más actual que nunca, pero por la otra puede haber espectadores que piensen que la realidad supera tanto la ficción que esta obra se queda en un juego de niños.

P: De hecho el primer libreto lo escribiste en 2006, y en este tiempo, además de todas las noticias que saltan a diario, ha habido dos casos muy significativos: el de Berlusconi en Italia, y hace muy poco el de Hollande, que ha generado un auténtico revuelo en Francia. ¿Podías imaginar que el argumento de tu obra fuera ahora mismo tan real?

R: Pues no, cuando yo la escribí lo hice desde una gran inconsciencia, porque era un ejercicio de clase, con lo cual nunca supuse que llegaría a escenificarse ni si quiera. Y después se montó en Barcelona, hicimos una versión en ‘TV-movie’, y ya intenté meterle mano al texto para darle un poco más de vigor. Pero aún así, la casuística real se ha ido desbordando, tanti que no podías prever que fueran saliendo casos a la luz, de grandes líderes políticos, o de personas con responsabilidades públicas, que se vieran inmersos en escándalos.

P: Y con toda esta realidad que nos rodea ¿cómo afronta el público una obra con el argumento de ‘Desclasificados’?

R: Lo que sucede habitualmente es que lo que provoca es un ejercicio de crítica muy personal. Porque son tres personajes, pero la gran polaridad se establece entre la periodista y el Presidente, y un poco el espectador sale pensando: “pues yo no sé de parte de quién estaría”. Porque lo que plantea la obra es poner en la balanza los trapos sucios de uno y de la otra, y se trata de saber cuál de los dos platos pesa más, y cuál de los dos platos merece un indulto. Y en ese sentido el espectador se pregunta: “sí sé que los periodistas no nos lo cuentan todo, sí sé que los políticos nos mienten, pero hasta qué punto el interés general está por encima de esos trapos sucios. Es decir, hasta qué punto nos merece la pena ser engañados para sacar algún beneficio superior al perjuicio que provocaría la mentira.

P: Y en este sentido ¿cuál es el papel de los medios de comunicación? ¿Nos falta autocrítica, creemos que tenemos la sartén por el mango?

R: Yo creo que claro, contárselo así a una periodista quizá es un poco inapropiado, pero yo creo que como ciudadano, y que además presumo de tener conocimiento del medio, tenemos que partir de la base de que la objetividad no existe y que el relator habla, y construye sobre la realidad. Y si realmente hay un medio de comunicación que esté libre de injerencias políticas o financieras, pues que levante la mano, que me voy con ellos. Yo entiendo que tengáis cada uno de vosotros la voluntad de ejercer vuestro oficio con la máxima independencia, y con la voluntad de ser plenamente objetivos, pero, tú no me lo confesarás, pero yo sé que no es así y no puede serlo, porque siempre hay alguien en un despacho que puede apretar un botón o hacer una llamada.

P: Esta obra cuestiona el papel de los periodistas y de los gobernantes, pero también del público, ¿hasta qué punto crees que los ciudadanos asisten a diario a un espectáculo teatral desde sus asientos, se quejan, pero no se levantan y reaccionan?

R: Pues esa es la gran pregunta. No sé contestarla, me la pregunto yo también, llego a distintas conclusiones, y sinceramente como ciudadano me sigue asombrando que en este país esté al mando del gobierno de la nación un señor que objetivamente ha mentido a los ciudadanos desde la tribuna del Parlamento. Me sigue sorprendiendo que siga estando como líder del Gobierno, y como primer partido del país, un grupo político que tiene distintas acusaciones de corrupción empíricamente demostrables. Pero a la vez también entiendo que no haya habido una revuelta social, ni una toma de la Bastilla, ni una guillotina, porque eso también habla del grado de madurez de esta sociedad, de un país además que las ha vivido muy canutas y que sabe lo que es la fuerza de los tiros y de la violencia. Yo creo que estamos paralizados, de una parte porque nos da miedo que nosotros mismos no seamos capaces de controlarnos, y por otra parte porque supongo que seguimos asumiendo que lo que tenemos ahora es el mejor de los males. Pero sí que me sorprende mucho que estemos sumidos en una modorra ante, no solo los efectos de una crisis económica, que en el fondo deriva de unas decisiones políticas y económicas absolutamente injustas y tiránicas. Pero es que cuando veo salir por la tele a según quién, haciendo unas declaraciones como ‘ministro de’, o como ‘presidente de’, o como ‘responsable de’, a mí me llevan los demonios, la verdad.

P: ¿Y es quizá el teatro y la cultura en general de protestar?

R: Sí, yo creo que cualquier mecanismo que permita la expresión libre de los ciudadanos es una forma de protestar, o de compulsar todavía más aquello que está instituido. El teatro sigue siendo un lugar de encuentro, de reflexión y de crítica. Y algo que yo creo que el teatro sí que tiene por encima de las demás artes, es que es el lugar donde el ciudadano reafirma el sentimiento de pertenecer a un colectivo. Es decir, nos reunimos para asistir a un ritual que es la escenificación, y queremos que alguien nos cuente algo que nos cuenta por primera y última vez en el momento de la función, y aquello nos mueve, nos conmueve, nos moviliza de una forma u otra. Yo creo que algo tendrá el teatro cuando ha sobrevivido durante más de 2.500 años a otros lenguajes y a otros recursos narrativos mucho más eficaces.

P: A pesar de la crisis y los ataques que recibe ¿crees que tiene futuro el teatro?

R: Bueno, yo no soy un visionario. Pero yo creo que es el único arte que no se puede reproducir, que no se puede difundir por la red, si no está ahí el espectador no hay representación. Es un acto de interlocución directa, y yo creo que las personas no nos convirtamos en ‘cyborgs’ seguiremos necesitando a un interlocutor de carne y hueso.

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