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“Al violador hay que enfrentarle contra su espejo para que sepa que lo que hizo no puede repararse”

EL psicólogo Javier Urra durante su intervención en una charla / Foto: Cursos de Verano UPV/EHU

Paola Fernández

San Sebastián —

El psicólgo navarro lleva años trabajando y tratando a violadores en serie y pederastas. Hace unos días planteba que quizás “tendrían la obligación consigo mismos de pensar, a lo mejor, en realizar lo que es un suicidio”. Tras estas polémicas palabras, Urra ha aclarado que es “contrario radicalmente a la pena de muerte” y que el suicidio es “un fracaso, una pérdida que debemos evitar”. “Nunca induciré al suicidio, pero sí enfrentaré al ser humano con su libertad”, insiste. Además ha señalado que “aquellos violadores en serie, pederastas multireincidentes, psicópatas que no muestran arrepentimiento, ni culpabilidad, que no sufren con las víctimas a las que tanto daño han causado, que te hacen saber que es posible que reincidan y que expresan que ya han pagado por la condena judicial, tienen que saber que en la vida hay dilemas éticos y hay que enfrentarlos a ellos”. Aunque le haya acarreado polémicas, Javier Urra reconoce ser contundente durante sus intervenciones y asegura que seguirá trabajando con los agresores, “pero sin olvidar a sus víctimas, también a las que todavía no lo han sido”.

Específicamente en el caso de los violadores ¿cómo propone usted que se les debería de tratar?

La primera medida para un violador es la cárcel. Lo más terapéutico. La segunda es la asunción, que reconozca que lo ha hecho, sin escusas, no vale “es que había bebido, estaba de fiesta, es que ella quiso…” ese tipo de excusas ninguna. La tercera es el reconocimiento. Y a partir de ahí la terapia, y a veces es de implosión, incluso hay que poner unas imágenes. ¿Sabes que en algunos Estados de EEUU, se le pone al violador una violación con la cara de la madre? Esto es terrible. Allí es ético, en España ni se hace, ni se va a hacer y yo creo que no se debe hacer. Ahora, hay que crearles un shock, enfrentarle contra su espejo, para que sepa que lo que hizo no puede repararse, que si alcanza a tener conciencia moral padecerá por no poder resarcir el daño.

Por ejemplo, preguntarle al violador ¿Qué pasaría si se lo hago a tu mujer o a tu hija? Entonces te miran como si te quisieran sacar los ojos y te dicen: “te mataría”. En ese momento es cuando se da cuenta de que él podría ser la víctima y de lo terrible que es y lo que ha hecho. ¿Qué es lo que estoy buscando? ¿Qué sufra porque sí? No. Que sufra para que no vuelva a hacerlo.

A los agresores por violencia de género se les trata desde otro punto vista. ¿Qué habría que hacer en este caso?

Efectivamente son dos puntos de vista. En el caso del violador es el de la posesión y el placer instintivo, además de demostrar poderío, incluso de sadismo. En cuanto al que tiene pareja, cuando se produce una separación, muchos piensan “mi vida está jodida, me he quedado sin nada, pues la mato”. Lo que pienso es que habrá que pensar cómo hacemos los procesos de separación con una mínima mediación. Hay que educar a las parejas jóvenes, diciéndoles “a lo mejor os separáis”.

Otra diferencia es que es agresor cuando empieza a obsesionarse y busca matarla, lo hace “aquí, ahora y con el paso de público”. Porque le da igual ir a la cárcel. Cuando le preguntas a un asesino si volvería a hacerlo, te dice “sin dudarlo”. Es otra mentalidad.

Durante su charla afirmaba que todos somos mucho más libres de lo que se quiere reconocer, ¿en qué sentido?

En todo. El ser humano es mucho más libre. Puedes decidir si voy no voy, vengo o no vengo. Yo dije una frase que ha generado polémica. Ahora no vale arrepentirse. Eso es lo que he dicho y tengo que entrar a la respuesta a lo que es. Yo fui libre de decirlo, nadie me obligó. A lo mejor me equivoqué o no, pero si me he equivocado en error es mío y he de asumir todas las consecuencias. No puedo matar al mensajero. Entonces lo que hay que hacer es pensar lo que vas a decir.

Me parece importante que el ser humano sepa que hay consecuencias para todo, por ejemplo que salir bebido supone que puedes tener un accidente y matar a una persona. Somos muy libres, pero es mucho más fácil decir “bebí, no sabía lo que hacía, el coche se me fue de la mano y el otro también iba rápido” y acabas culpando al otro. El ser humano puede muscular la voluntad. Por lo tanto, en el coche llevamos acelerador, pero también freno. Hay que saber cuándo acelerar, pero también cuando frenar. Sin embargo, este tipo de gente psicopática se excusa “es que aceleré”. Lo hay que preguntarle es “pero ¿usted tiene freno?”.

La pregunta que hay que hacerse es ¿a toda persona que tiene que salir de la cárcel, hay que dejarle salir? Aunque no haya cambiado, aunque no haya modificado en nada su planteamiento, aunque no haya sufrido nada por la víctima, aunque te diga “ya veremos”. Ahí no puedes quedarte en una distancia.

En este Curso se habla de ‘Los malos del cuento’ y precisamente en el cuento de Caperucita Roja se enseña a los niños que no se vayan con desconocidos, pero ¿no son muchas veces las personas más cercanas quienes abusan de los niños?

La gente tiene la idea de que el abusador es un señor que sale ahora por la calle. El abusador normalmente está en la familia, pero a quien lo hace cuando la niña deja de ser niña y empieza a ser mujer ¿a qué deja de hacerlo? Luego sabe lo que es. La gente hace lo que quiere hacer, porque qué padre no ha tenido una niña que la tiene que acompañar al aseo o le ha metido en la cama, pero un día te dice “no quiero jugar contigo” o “cierra la puerta del baño”. Eso se llama respeto.

¿Qué se les debe transmitir a los niños a través de los cuentos?

Los cuentos tienen que transmitir dos ideas, una que la vida exige a veces frustración y que la vida tiene socavones. Ser optimista por carácter, es ser coherente y congruente, y saber que sufrir vas a sufrir, pero vas a poder mirar al mundo de frente. Sin embargo, hay gente que cuando le pasa algo se quiebra, se rompe para siempre. Si ya sabemos que eso es así, eduquemos a los niños, eduquemos a la sociedad, para salvar las cosas. Si tienes puesto el cinturón de seguridad o tienes airbag, no te va a evitar el accidente, pero te va a evitar más lesiones.

Un dato sorprendente que ha ofrecido durante su intervención es que la primera causa de mortandad juvenil en los países de la OCDE es el suicidio. ¿A qué se debe esto?

Quizás a que hemos creado un mundo en el que pensamos que todo tiene que ir bien, pero la vida no es así. En la vida no depende todo de ti, también hay cosas que son al azahar. Hay tantas y tantas cosas que varían. Por ejemplo, algo de lo que hablan mucho los jóvenes es “yo busco la felicidad” y el que la busca va a ser infeliz. Porque es una cosa puntual ahora estas feliz y un poco más tarde ya no. Por tanto la gente quiere ser muy feliz, vivir con muchísima intensidad, quieres caer bien y la vida no es eso. La diferencia de los jóvenes con los adultos es que pasan rápido al acto. Alguien adulto ha pasado por momentos buenos y no tan buenos y terribles. En cambio he conocido a jóvenes que se han suicidado por una pareja que se ha roto.

Por otro lado, el suicidio es un tema para una tesis muy compleja. Y habría que preguntarse si los medios de comunicación deben hablar de suicidio. Algunos creen que se puede generar un efecto llamada. Sin embargo, considero que al no hablar de ello no se explica a la sociedad o a la familia que mensajes podrían ponernos en situación de alarma.

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