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“No imagino a Rajoy suspendiendo la autonomía de Cataluña y encarcelando su Gobierno como en 1934”

El catedrático de Derecho Constitucional por la UPV Alberto López Basaguren, tras la entrevista. /EDN

Aitor Guenaga

Bilbao —

El catedrático de Derecho Constitucional por la UPV Alberto López Basaguren es un experto en los planteamientos secesionistas y las respuestas que desde el derecho y la política se han dado ante experiencias de ese tipo en Canadá o ahora en Gran Bretaña con el referéndum por la independencia de Escocia. Muy duro con Artur Mas -“creo que ha sido el político que más se ha equivocado, el más nefasto y el que peor ha hecho las cosas para sus intereses y los de su partido”- le ve llevando “a la ruptura a CIU, el partido central en Cataluña en los últimos 30 años”. Tampoco defiende la actitud del presidente Mariano Rajoy y califica de “suicida” la respuesta dada hasta ahora desde el sistema político español: “no puede decir simplemente: 'esta es la legalidad y aquí acaba todo', critica.

López Basaguren, que ha estudiado el caso escocés mientras ha sido visiting scholar of School of Law de la Universidad de Edimburgo en 2013, participó ayer en las jornadas de reflexión organizadas por el PSE-EE y la Fundación Ramón Rubial que abrieron el pasado jueves Felipe González y Patxi López.

Pregunta. ¿Vaya lío se ha montado en Cataluna y en el resto de España con la consulta, no?

Repuesta. Pues sí. El lío se va montando y las cosas se van cargando, los partidos nacionalistas suelen aprovechar muy especialmente esas coyunturas para plantear las cosas de una forma que llevan al conflicto y a la pretensión de ruptura, y la cuestión depende no solo de qué ha ocurrido antes, ni de lo que hagan los partidos nacionalistas ante esa situación, sino sobre todo de cómo se responde desde el sistema político del Estado y del conjunto de partidos e instituciones a un problema y a un reto de ese tipo.

P. En su último artículo sobre el caso catalán, usted defendía que el nacionalismo catalán “juega con la legalidad” y olvida intencionadamente que en “las democracias liberales no existe un derecho a la cesión”.

R. Los partidos que pretenden una solución de ruptura soberanista, independentista siempre vienen manipulando lo que el derecho tradicional dice sobre esas cuestiones y el concepto de democracia. En el caso del 'plan Ibarretxe' lo vimos clarísimamente en el País Vasco, de una manera muy burda, por cierto. Se intenta vender y camuflar el derecho a decidir y la autodeterminación, un mismo contenido, con diferentes palabras. Pero es evidente que el derecho internacional no ampara ningún derecho de cesión en situaciones como las de Quebec, Escocia, Euskadi o Cataluña. En los sistema constitucionales democráticos modernos no existe el derecho a la secesión. Este derecho es una idea contrapuesta a la propia idea de Estado constitucional.

P. Es que, en realidad, lo presentan como una profundización de la democracia.

R. Efectivamente, lo plantean como que la democracia significa la imposibilidad de oponerse a la voluntad del pueblo y, por tanto, si el pueblo de Cataluña se manifiesta en sentido secesionista o independentista, no es democrático oponerse a esa voluntad. El Tribunal Supremo de Canadá, en el caso de la secesión de Quebec, puso de manifiesto que el concepto de democracia en las democracias modernas es terriblemente más complejo que la simple voluntad de un sector de la población en un momento determinado. En el seno de un sistema federal nunca se puede sostener que la voluntad de la población de un parte del territorio no puede ser opuesta a la voluntad de todo el territorio. Las partes de esa federación no pueden tener capacidad para decidir sobre cualquier cosa. En el caso de Quebec, el ejemplo sería el de los inuit, que ocupan todo el norte de Quebec y que votaron mayoritariamente (más del 90%) en contra de separarse de Canadá. El resto de la población de Quebec no les pueden obligar a separarse de la federación. Y en el de Euskadi, el ejemplo sería Álava, ¿un territorio que mayoritariamente no quiere separarse, le puede obligar el conjunto de la población vasca a separarse de España? Evidentemente no. La democracia en los sistema contemporáneos es un concepto muy complejo que no se puede limitar a la simple decisión mayoritaria en un momento concreto por la población de una parte del territorio.

P. Sin embargo, ahí está el ejemplo escocés: que de alguna manera revela que pactando con un Gobierno central sí se puede abrir un proceso que culmine con la independencia de una parte de la UE.

R. El caso de Gran Bretaña tiene algo de novedoso y otra parte que no lo es. La novedad es consecuencia del tipo de Constitución existente en ese Estado, que no tiene una Constitución rígida suprema, pero tiene otros mecanismos que impiden que se caiga en la tiranía de un Gobierno de una mayoría minoritaria. Lo que pone de manifiesto ese caso es que pactando y negociando se puede llegar a un acuerdo de cómo hacer un referéndum de carácter consultivo en un territorio sobre su voluntad para ser independiente. Una cuestión que no ofrecía discusión en Canadá porque la Constitución no dice nada sobre ello y, por tanto, nadie puso en duda que la Asamblea Nacional de Quebec pudiese convocar un referéndum. La cosa en Gran Bretaña no estaba nada clara, más bien todo lo contrario: La unión de los reinos de Escocia y Gran Bretaña era una materia reservada y el Gobierno británico sostenía que el Ejecutivo escocés no podía convocar un referéndum sobre esa materia porque era precisamente reservada. Lo que han logrado a través de la negociación es que el Gobierno británico acepte que en Escocia se pueda hacer un referéndun sobre la independencia.

P. ¿Y no es eso precisamente lo que están pidiendo los nacionalistas catalanes?

R. Una cosa es que se pacte hacer -el referéndum- y cómo hacerlo -por ejemplo que puedan votar a partir de 16 años- porque hay que recordar que el resto de condiciones las ha impuesto Gran Bretaña. Y, además, en ningún caso ha quedado claro que un voto mayoritario signifique automáticamente la independencia. Más bien significa e implicaría en su caso abrir un proceso de negociaciones, sin garantía de cuál vaya a ser el resultado de esa negociación. Y de hecho ya se están poniendo encima de la mesa cuestiones como la divisa, la deuda, el rescate de la banca escocesa por parte del Banco de Inglaterra y otras cuestiones. Y si no es pactada, el porvenir de una Escocia independiente es absolutamente negro, lo es en la UE, y fuera de la Unión Europea es prácticamente inviable.

P. ¿Y considera acertada la estrategia de Mariano Rajoy en estos dos años en relación a Cataluña? La semana pasada dijo, parapetado en la Constitución, que el podía asegurar que mientras fuera presidente de España ninguna parte de su territorio se iba a independizar.

R. Hay un error fundamental que a mí me preocupa muchísimo: las democracias modernas se asientan sobre el principio de legalidad. Fuera de ahí, nada es posible. Pero no todo acaba en el principio de legalidad. Hay que legitimar la legalidad. En España no hay debate democrático real, se arrojan argumentos en contra, no se escuchan los argumentos del contrario. Ese es un error gravísimo que puede llevar a nuestra democracia por muy mal camino. El sistema político debe convencer a sus ciudadanos que esas opciones legales que defiende son las más legítimas democráticamente. Y eso se ha olvidado en la confrontación con el reto del nacionalismo catalán. Hay que entrar en el debate democrático planteado por el nacionalismo catalán

P. ¿Desde su punto de vista Artur Mas se está situando fuera de la legalidad cuando plantea su desafío soberanista?

R. De momento no han hecho nada, solo han dicho lo que piensan hacer. Por tanto, de momento no hay ninguna actuación ilegal. El Gobierno de Cataluña y su Parlamento se situarán fuera de la legalidad si aprueban una ley de convocatoria del referéndum al amparo de la Ley catalana de consultas populares. Eso, previsiblemente, se impugnará ante el Constitucional e inmediatamente queda suspendida esa ley. Si intentan hacer la consulta pese a esa suspensión, entonces sí nos situaremos en un supuesto de ilegalidad. Están jugando con la posibilidad de deslizarse a la ilegalidad, pero creo que es más un juego dialéctico que otra cosa. En 1934 se suspendió la autonomía catalana y se encarceló a todo el Gobierno de la Generalitat de Cataluña. Yo no me imagino, en fin,me cuesta creer que podamos llegar a una situación de ese tipo. Y no creo que CIU se atreva a dar ese salto .

P. Y mientras tanto, los independentista catalanes cada vez parecen mostrar más músculo político. Y Rajoy no hace nada, no se adelanta a los acontecimientos y no muestra mucha cintura política.

R. Solo se contrapone el principio de legalidad, como decía antes. Se está dejando el terreno absolutamente libre al nacionalismo para ese reforzamiento al que usted se refiere. Y esa estrategia es absolutamente suicida para el sistema político español. Y al nacionalismo catalán se le debe exigir que no se atrinchere y que discuta de verdad.

P. Pero eso que usted describe es lo que hemos conocido hasta ahora por parte del presidente Rajoy.

R. La respuesta desde el sistema político español no puede ser simplemente: “esta es la legalidad y aquí acaba todo”. Eso en una democracia que pretenda tener solidez no solo es absolutamente insostenible, sino, lo que es peor, es que es suicida, repito. España acabará teniendo un serio problema.

P. ¿Tendrá Europa y la legalidad europea la última palabra en este asunto?

R. Las relaciones en la Unión Europea son siempre muy complejas. La UE lo que no quiere es que le vayan con problemas domésticos. Un Estado no puede pretender ser respetado en Europa si tiene que pedir que le saquen las castañas del fuego. Y la UE quizás al final tenga que resolver el asunto, pero España lo pagará muy caro. Yo no jugaría con esa antorcha, hay muchos intereses en juego y no puedes ir mendigando a la UE que te resuelva un tema que tú has sido incapaz de resolver.

P. ¿Y cómo ve al PSC, que ha ido modulando su posición hasta la última votación tras pactar previamente con el PSOE?

R. En casos de estos, como el de Escocia o Quebec, el PSC ha sido el único partido que estando en contra de la independencia, estaba a favor del referéndum. A favor del referéndum solo están los que están a favor de la independencia. El referéndum es un problema de los que quieren la independencia, no de los que no la quieren. Y por eso, finalmente pagando un precio muy alto, el PSC se ha aclarado. Lo sorprendente es que haya necesitado tanto tiempo.

P. Tampoco el PSOE está muy fino. Su respuesta ante este asunto ha sido una propuesta de modificación de la Constitución con referencias muy vagas y genéricas a un modelo federal.

R. En España, el tema del federalismo es muy resbaladizo y levanta ampollas, en la derecha y en la izquierda. El PSOE lo que ha tratado es de arreglar confrontaciones internas.

P. ¿Se refiere a un arreglo interno para tener la casa más o menos tranquila?

R. Con cautela diré que creo que es más un arreglo hacia adentro que una propuesta con convicción para el país.

P. ¿Habrá referéndum en Cataluña?

R. Me temo lo peor. Los británicos suelen decir: desea lo mejor, pero estate preparado para lo peor. No veo que haya elementos que me digan que esto se va a desatascar. Y cuanto más tarde se afronte, más inevitable va a ser que en Cataluña tenga que haber un referéndum de algún tipo. Y en caso contrario, la fractura con Cataluña será muy profunda y costará mucho arreglar esa confrontación y ese distanciamiento. Va a ser muy difícil gobernar Cataluña y España con un Cataluña en esas condiciones.

P. ¿Mas puede acabar siendo “profeta de la desgracia” en vez de un “verdadero guía de su destino”, como decía el político canadiense conservador Stephen Harper?

R. Una cosa es lo que pasa en Cataluña y cómo se afronta y otra cosa es calificar la actuación política de Artur Mas. Creo que ha sido el político que más se ha equivocado, el más nefasto y el que peor ha hecho las cosas para sus intereses y los de su partido. Creo que tiene capacidad de acabar con CIU, de acabar con el partido que ha sido central en Cataluña durante más de 30 años. Y ese mérito muy probablemente se lo lleve a la tumba Artur Mas.

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