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Fomento gastó 50 millones en hacer un túnel que lleva tres años cerrado

Tunel de Serantes

Alberto Uriona

En Euskadi también se tira el dinero en infraestructuras inacabadas. Desde hace tres años existe un túnel de cuatro kilómetros cerrado y sin ningún uso, pese a que ha costado casi 48 millones de euros. Es el que iba a ser nuevo acceso ferroviario directo al Puerto de Bilbao, el llamado túnel del Serantes, que se construyó entre 2005 y 2010. Pero sus dos bocas de entrada y salida están tapiadas, cuando solo faltaba por instalar las vías y la catenaria.

En este caso la oposición vecinal y social ha evitado su puesta en marcha. El túnel del Serantes se construyó para dar una salida al tráfico de mercancías del Puerto del Bilbao, constreñido por las malas comunicaciones por vía férrea. El 90% de las mercancías tiene que salir por carretera y el 10% restante circula por la línea de pasajeros de Renfe entre Bilbao y Santurtzi, por lo que el transporte se hace fundamentalmente por la noche. El túnel del Serantes iba a evitar el paso por esta línea, aunque seguiría utilizando el otro trayecto de cercanías que va de Bilbao a Muskiz. El proyecto suscitó críticas porque transportaba el problema a los municipios de Ortuella y Trapagaran.

Era un problema que ya se sabía pero que las instituciones (la obra ha sido sufragada por el Gobierno central) confiaban en que fuera temporal, ya se corregiría con otro proyecto: la llamada Variante Sur Ferroviaria, una inversión calculada en 600 millones de euros, que desviaría el trazado fuera los núcleos urbanos aprovechando las líneas de los antiguos ferrocarriles mineros de la zona. En la década pasada eran años de bonanza y se confiaba en la ejecución de este magno proyecto.

Pese a las incertidumbres las obras se empezaron a acometer en junio de 2005 y la presión vecinal y social de la zona afectada creció, incluso con la presentación de demandas en los tribunales contra la obra. Finalmente la presión hacia el PSE, acrecentada porque se producía en uno de sus feudos de poder, la Margen Izquierda en Vizcaya, obligó al entonces Gobierno de Zapatero a renunciar a su puesta en marcha, pese a que las obras se habían acabado ya a mediados de 2010.

Ahora la obra del túnel del Serantes está como un monumento, sin uso ni futuro en bastantes años o quizá nunca. Está supeditada a que se acometa la Variante Sur Ferroviaria pero gastarse 600 millones no pasa por la cabeza de ningún responsable del Gobierno central. “No bajamos la guardia”, ha afirmado José Ángel Seijo, uno de los portavoces del movimiento vecinal contrario al proyecto. Oskar Martínez, alcalde de Ortuella (el municipio por cuyo centro urbano iban a pasar las mercancías con el túnel del Serantes), ha asegurado que hay un compromiso de no abrirlo hasta que se acometa la Variante Sur ferroviaria pero reconoce que es un “sinsentido” mantener paralizado el túnel del Serantes. Son 50 millones tirados a la basura. El Ministerio de Fomento no ha atendido los requerimientos de El Diario Norte para explicar el futuro del túnel del Serantes.

Un proyecto impulsado por Alvarez Cascos

El túnel del Serantes (su denominación es porque horada el monte Serantes) tiene un recorrido de cuatro kilómetros, de los que 3,6 son soterrados y otros 400 discurren en un falso túnel. Su génesis se remonta a dos décadas atrás y de hecho en varias ocasiones se anunció que estaría en funcionamiento hacia el año 2000. Fue el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Casos, quien dio el impulso definitivo en 2000, al comprobar que era inviable que el tráfico pesado del Puerto de Bilbao discurriese en un 90% por carretera. Las obras, con varios retrasos más sobre lo previsto, se iniciaron en junio de 2005.

Su puesta en marcha ha sido una histórica reivindicación de los responsables del Puerto de Bilbao, sobre todo desde que en 1992 se aceleró la ampliación del Puerto de Bilbao, que en 20 años se ha ampliado en cerca de 200 hectáreas de superficie. El Puerto ha insistido en los graves problemas que supone la falta de una conexión directa con la meseta, hasta el punto de considerar que, sin resolver esta cuestión, las obras de ampliación podrían perder todo su sentido.

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