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Vuelven los Gobiernos de coalición PNV-PSE a una Euskadi diferente

El exconsejero vasco y víctima de ETA José Ramón Recalde

Aitor Guenaga

El acuerdo firmado esta semana entre peneuvistas y socialistas devuelve a Euskadi a los Gobiernos transversales de las décadas de los 80 y 90, once años (1987-1998) en los que las dos únicas familias políticas vascas centenarias desarrollaron el autogobierno. Pero la situación política ha cambiado radicalmente y Euskadi también.

Si en 1987, fue el PSE-EE el que había ganado las elecciones y la situación interna del PNV era de extrema debilidad tras la escisión liderada por Carlos Garaikoetxea un año antes, en esta ocasión los peneuvistas viven su momento político más dulce con un lehendakari, Íñigo Urkullu, que ha jurado en euskera este sábado su cargo ante el roble de Gernika, en una situación de tranquilidad y fortaleza desconocida en el arranque de la pasada legislatura. Por contra, el espejo donde se miran los socialistas vascos es el de una formación tocada, aunque han sabido sobreponerse a los reveses electorales pactando desde 2015 en las principales instituciones con los ahora también socios en Ajuria Enea. Han retrocedido en representación electoral hasta quedarse al mismo nivel que el PP vasco: nueve diputados, frente a los 16 logrados hace cuatro años, tras el Gobierno en solitario de Patxi López con el apoyo del PP.

Aunque de nuevo se abre una etapa de colaboración entre peneuvistas y socialistas, nada es igual ya a aquellos gobiernos de coalición. José Ramón Recalde será homenajeado este domingo por la Fundación Ramón Rubial con la concesión del Premio a la defensa de la democracia y la libertad en un acto en el que estará presente la líder del PSE y los tres consejeros que van a representar a ese partido en el Gobierno que se constituye este lunes: Iñaki Arriola, Alfredo Retortillo y María Jesús San José.

Recalde, que fue coportavoz junto a Joseba Arregi y consejero de Educación, Universidades e Investigación en aquel primer Ejecutivo de José Antonio Ardanza, luchador por la libertad y víctima de ETA, ayudó a desmitificar en sus memorias 'Fe de vida' aquellos tiempos. Sobre el primer Ejecutivo de coalición, Recalde,  fallecido este verano, ya hablaba de dos fidelidades enfrentadas: la de los nacionalistas, a “la nación vasca, entendida como esencia nacional”; y la de los socialistas, a una “fidelidad superior, la ciudadanía, esto es los que afirman que la fidelidad al orden político estatal, en una democracia, es superior a las fidelidades nacionales”. Recalde habló de clara subordinación al PNV y a Ardanza, pese a que los socialistas manejaron el 80% de los presupuestos.

Mucho más duro fue con el segundo Ejecutivo de coalición, en el que participó como consejero de Justicia,  y con la decisión del PSE de participar en él, tras las elecciones autonómicas de 1990 y el efímero Gobierno tripartito -PNV, EA y EE. “De nuevo se nos pidió que garantizáramos la estabilidad, por supuesto desde una posición claramente dominante de los nacionalistas (...) Aceptar la colaboración en minoría y dejar toda dirección al otro apelando, eso sí, a un sentido de responsabilidad puede producir, al principio, una satisfacción que uno cree moral. Pronto se te queda cara de bobo. Más aún cuando uno descubre que, dentro de los responsables del propio Partido Socialistas de Euskadi hay algunos, vascos principalmente, a quienes les tiene sin cuidado la estrategia socialista con tal de que se conserven cargos y puestos municipales”. Y acababa su interpretación de esos ejecutivos con una frase lapidaria: “En la medida en que los socialistas estábamos más domesticados, el nuevo Gobierno de coalición marchaba razonablemente bien”.

Acuerdo con el PSE, “en dos días”

¿Cómo vio el lehendakari Ardanza esos Gobiernos? Para el representante peneuvista fueron un ejemplo de “convivencia y colaboración”, según dejó por escrito. En alusión al primer ejecutivo, Ardanza apuntó en sus memorias 'Pasión por Euskadi' que “con el Gobierno de coalición los vascos, a quienes permanentemente se nos reprochaba nuestra incapacidad para llegar a acuerdos, proyectamos una imagen diferente a la de la política española, caracterizada por el enfrentamiento permanente”. Cómo se llegó al segundo, tras la salida de EA, Ardanza lo recuerda así: “el acuerdo con los socialistas fue sencillo. Dos días bastaron para que representantes del PNV y PSE-PSOE lograran el entendimiento que había sido imposible ocho meses antes”.

En resumen, para el lehendakari Ardanza, esos acuerdos de casi 11 años con los socialistas vascos fueron una cuestión de necesidad para asegurarse la estabilidad gubernamental: “Nuestra relación con el PSE no fue el resultado de una opción premeditada, sino la consecuencia de la necesidad de contar con gobiernos de amplio respaldo parlamentario en una época en la que había mucho por hacer y donde no se percibían otras alternativas que alcanzaran mayorías suficientes”.

Con la voladura de la mesa de Ajuria Enea, el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1997), el acercamiento del PNV a HB hasta firmar el Pacto de Lizarra (septiembre de 1998), el 1 de julio de 1998 los tres consejeros del PSE abandonaron el Gobierno de coalición. “Aquella decisión unilateral del secretario general de los socialistas vascos, de la que tuve conocimiento por los medios de comunicación”, -Nicolás Redondo nunca me llamó para informarme de su malestar o para discutir aquellos asuntos, relató Ardanza en sus memorias, “me hizo ver que todos empezaban a mover ficha para el día siguiente de mi retirada. En cualquier caso, los puentes con el PSE-EE quedaron rotos”.

Ahora, 18 años más tarde, de nuevo se abre una etapa de colaboración y gobiernos de colaboración en el Gobierno vasco entre ambas tradiciones políticas centenarias. Pero la situación en 2016 ha cambiado radicalmente: la irrupción de una nueva formación como Elkarrekin Podemos y la participación política normalizada de la izquierda abertzale en la Cámara vasca (primero autoexcluidos por no reconocer el parlamento vascongado y después expulsados por ser incapaces de separarse de ETA), ahora como líder de la oposición, van a condicionar un Ejecutivo que carece de mayoría absoluta y está obligado a negociar y pactar. Para empezar, las Cuentas de 2017.

Idoia Mendia (PSE-EE) y Andoni Ortuzar (PNV) están persuadidos de que el pacto firmado esta semana -pese a que aparca y pacta los profundos desacuerdos en relación al nuevo estatus y la relación con España- puede abrir una etapa de colaboración entre peneuvistas y socialistas con vocación de futuro. De momento, el PNV no tiene prisa por forzar la discusión sobre el nuevo estatus (habrá un plazo superior a los dos años antes de que se presente un texto articulado de nuevo estatuto) y los socialistas vascos anteponen la respuesta a los problemas económicos a los debates identitarios, aunque haya aceptado poner encima de la mesa de la negociación el derecho a decidir, la relación con Navarra o el reconocimiento de Euskadi como una nación.

Del engrase y empaste que se pueda dar en el seno del nuevo Ejecutivo entre los consejeros nacionalistas y socialistas y de la construcción de complicidades dependerá en gran medida que los numerosos compromisos recogidos en el acuerdo de Gobierno lleguen a buen puerto.

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