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Tres argumentos de peso para el desarme y disolución de ETA

Interior considera "estratégico" el zulo de ETA descubierto en Carlepont (Francia) con un arsenal de armas cortas

Aitor Guenaga

A cinco años de su decisión de cesar el ciclo de la violencia terrorista, ETA vuelve a la casilla de salida: la de seguir dando pasos desde la unilateralidad para cerrar definitivamente su trágica historia de terror y muerte. La última operación en suelo francés -con el decomiso del mayor zulo con armas desde la 'Operación Santuario' en 2004- ha revelado algo que la actual dirección de ETA parece negarse a admitir: su final definitivo vendrá exclusivamente de su decisión de seguir dando pasos unilateralmente. En realidad, de cumplir su propia 'hoja de ruta' iniciada hace ahora casi cinco años el cese de su actividad terrorista. El próximo 20 de octubre se cumplirán cinco años desde que una ETA cercada y debilitada hasta extremos históricos optara por comenzar a echar la persiana para su desaparición definitiva.

Unilateralidad. Fue precisamente esa situación de debilidad y de derrota la que le hizo dar ese paso, sin que por primera vez en la historia reciente mediara negociación o conversaciones entre ETA y los enviados del Gobierno español. Para entonces, lo que quedaba de la organización terrorista -los expertos policiales hablan ahora de una docena de activistas en suelo francés con Mikel Irastorza como uno de los máximos dirigentes, tras la detención de David Plá y Iratxe Sorzabal en septiembre de 2015- ya tenía claro que tras el fracaso de la negociación con el Ejecutivo de Zapatero y la decisión histórica del nuevo partido de la izquierda abertzale Sortu de rechazar la violencia, solo le quedaba iniciar el camino de la unilateralidad.

Fruto de esa realidad es su declaración del 20 de octubre de 2011, renovada recientemente. En su último comunicado, del pasado 27 de septiembre, ETA se reafirma en su apuesta unilateral de abandono de la actividad armada. Y subraya que la decisión adoptada hace ahora cinco años es el “único norte de la militancia de ETA”. Como si fuera ya un agente con ínfulas políticas, la organización terrorista apuesta por las vías exclusivamente políticas para avanzar hacia la independencia y aboga por ir avanzando con “paciencia estratégica”, al tiempo que insta a la izquierda abertzale a actuar “sin ahogarse en urgencias y plazos”.

Disolución/Fin de la dispersión de los presos. A la izquierda abertzale, de hecho, la última cita electoral -tras las sucesivos varapalos anteriores- le ha dado un respiro y ya no parece estar ahogada en urgencia alguna. De hecho, Sortu decidió antes de la cita electoral vascas retrasar su congreso hasta el 21 de enero de 2017 tras haber nombrado una dirección 'interina' el pasado mes de junio con Arnaldo Otegi a la cabeza.

Difuminada la posibilidad de acometer una entrega a plazos del arsenal de ETA y constatada la voluntad de La Guardia Civil y de la Dirección General de Seguridad Interior francesa de continuar golpeando “hasta el final de la organización terrorista”, la única urgencia real está en el tejado de ETA: sus presos. Y de nuevo la unilateralidad parece el único camino posible a seguir. Todo desde el principio de realidad que se impone una vez más: o te desarmas o te desarman.

La vía rápida para desmenuzar esa madeja la ha explicitado esta misma semana el ministro del Interior en funciones -que previsiblemente no repetirá en el cargo-, Jorge Fernández Díaz: la disolución de la organización terrorista supondría el fin de la política de dispersión para los cerca de 400 presos etarras. La vía menos rápida es la que ya ha admitido el propio colectivo: la asunción de la legalidad penitenciaria, frente en el que sigue trabajando en la sombra el histórico dirigente abertzale Rufi Etxeberria, haciendo pedagogía entre los reclusos de ETA. El mismo que ya aclaró a principios de 2016 que “la salida de los presos no va a venir de la mano de un acuerdo alcanzado en torno a una mesa”, sino que sólo será posible “desde el desarrollo de la legislación” penitenciaria.

La batalla del relato. Y solventado, por la vía lenta o por la rápida, el futuro de los presos de ETA, el último gran argumento para la disolución de la organización es precisamente el que tiene ver con el relato de cómo se produce ese final. Los terroristas y su mundo político quieren huir como de la peste de un relato de vencedores y vencido. Pero a la vez se niegan a echar la vista a atrás y hacer un ejercicio sincero de reconocimiento del daño injusto causado. 

Como acertadamente planteaba en su artículo 'El terrorismo no fue un relato' el historiador Raúl López Romo -ahora colaborador en los trabajos del Memorial de Víctimas del Terrorismo que dirige el periodista y experto en ETA Florencio Domínguez-  “es grande la responsabilidad que nos atañe a la hora de escribir de forma fiel” lo que pasó en Euskadi“. Y apuntaba: ”Tenemos a mano varias posibilidades. Una es limitar el alcance del debate, bien repartiendo culpas equitativamente (todos pecadores), bien apelando a la necesidad de tener en cuenta “todas las memorias” (¿también la de los verdugos?). Otra opción más deseable es, frente a la tentación del olvido, construir una pedagogía de la memoria con el objetivo de transmitir sin tapujos qué fue el terrorismo y por qué hubo vascos que sostuvieron una opción liberticida, sin importarles matar en el empeño o dejando que otros lo hicieran en su nombre“.

Por eso ahora que arranca la nueva legislatura vasca -se abrirá el próximo 21 de octubre- tiene mucho valor -aunque no deja de tener una razón táctica evidente de cara a la negociación del futuro gobierno con los socialistas vascos- que el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, haya dejado claro a EH Bildu (sobre todo a Sortu) que antes de poder acordar con ellos nada, ese mundo debe hacer sus deberes en relación a la violencia de ETA y su responsabilidad en el dolo causado por haber participado de la estrategia político militar etarra. Y, a ser posible, que en ese viaje del reconocimiento del horror embarque también a ETA. 

Esto es lo que queda por delante ahora que se van a cumplir cinco años de la histórica decisión de ETA. Tras décadas de terror, bombas, 'guerra sucia' y violencia, Imanol Zubero dejó sentado que “la paz en Euskadi era esto”. O como resumía en el documental 'El final de ETA', estrenado en el Zinemaldi en Donostia, el exministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, “por las víctimas hay que construir un relato de lo que pasó en Euskadi y lo que pasó fue que la democracia ganó y ETA perdió”. 

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