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“La extrema derecha española no es competitiva en las urnas”

El historiador Xavier Casals, en un momento de la entrevista.

Eduardo Azumendi

Para Xavier Casals, doctor en Historia por la Universidad de Barcelona y especializado en la extrema derecha, para que la derecha más radical quiebre el actual dominio del PP en el espacio conservador tendría que producirse una conjunción de factores que parecen lejanos. Como, por ejemplo, que el PP fracasara de una manera rotunda en la gestión de la crisis catalana, que existiera un partido que pudiera capitalizar ese fracaso y una extrema derecha competitiva en las urnas y no testimonial y marginal como es el caso actual. Casals ha participado recientemente en Bilbao en las jornadas sobre populismos y actitudes hacia la inmigración organizadas por el Observario Vasco de Inmigración-Ikuspegi.

¿Por qué el fenómeno de los partidos populistas crece en Europa y en España no?

Estos partidos crecen por dinámicas locales y no por dinámicas globales. Es decir, existe extrema derecha en Centroeuropa y no existe en España y Portugal. Es una suma, una combinación de factores lo que hace que la extrema derecha irrumpa en unos países y en otros no. En el caso de España, Portugal y Grecia existieron largas dictaduras en la etapa de la 'guerra fría' que arcaizaron el discurso de la extrema derecha y lo hicieron poco competitivo. En Europa tenemos unas democracias vigentes desde la posguerra con unos grandes partidos que se han ido desgastando y su centralidad ha sido erosionada por nuevos actores. A la izquierda han aparecido partidos ecologistas y a la derecha partidos más radicales.

Por lo tanto, estamos visualizando un proceso que lleva largos años produciéndose y que ahora se ha acelerado.

Lo que mueve al electorado hacia estos partidos es un conjunto de factores, desde la defensa de una identidad que se percibe amenazada por el multiculturalismo y la inmigración hasta la protesta hacia los partidos tradicionales. Poner el acento en un solo elemento no permitirá entender el fenómeno del populismo. En cuanto al caso de España, tenemos un sistema de partidos muy competitivo, con la aparición de una serie de formaciones que están captando un voto de protesta. Así, ya hay partidos que capitalizan este voto y garantizan una presencia institucional. Por otra parte, los partidos de extrema derecha en España son muy poco conocidos, no son homogéneos. Las siglas de cierto peso son VOX, Plataforma por Cataluña y España 2000. En resumen, tenemos siglas y líderes poco conocidos, un espacio electoral muy competitivo y así es muy difícil que pueda irrumpir un actor por una sola causa.

¿Pero el PP hace de paragüas e impide que crezcan este tipo de partidos más radicales?

Hay un punto de partida y es que el PP a partir de los años 80 absorbió el voto de extrema derecha, que estaba muy acotado. Simplificar y decir que toda la extrema derecha está en el PP es erróneo. El PP cuenta, pero también está la ausencia de liderazgo y el hecho de que la extrema derecha no es competitiva en las urnas. Lo que ha demostrado la evolución política en España y más recientemente en Cataluña, donde se ha desguazado en una década todo el sistema de partidos, es que es una situación política muy fluida. Por lo tanto, hacer cualquier pronóstico es arriesgado. Por ahora, a medio plazo no parece viable la irrupción de una fuerza de extrema derecha con fuerza.

¿El independentismo catalán no podría ejercer de acelerador para la aparición de una fuerza potente de extrema derecha?

Lo que ha producido el secesionismo es una agitación del nacionalismo español y del ultranacionalismo. Pero no hay que perder de vista que las manifestaciones que hemos visto de grupos de ultraderecha no son un fenómeno nuevo, sino que es consustancial al ultranacionalismo español.

¿En qué sentido?

El ultranacionalismo español surge a principios del siglo XX en Cataluña tras la guerra de Cuba. Cuando vuelven los militares de la guerra ven que el separatismo cubano que ha hecho perder las colonias está rebrotando en Cataluña de la mano del catalanismo. Y perciben a Cataluña como una segunda Cuba. A partir de ahí, el ultranacionalismo español se va a vertebrar en Barcelona y no en Madrid. Por consiguiente, la dinámica de acción-reacción es histórica, para nada es nueva. Cuando se agita el fantasma del troceamiento de España el ultranacionalismo español emerge y se hace muy visible, pero no es algo nuevo. Es una constante histórica. Por ahora, no se trata de manifestaciones masivas y la visibilidad que le otorgan los medios no se corresponde con sondeos de intención de voto.

Y ese ultranacionalismo, ¿podría quebrar al PP?

Las encuestas muestran que el que se beneficia de toda la crisis catalana es Ciudadanos y no el PP. Lo que tendría que ocurrir es que el PP fracasara en la gestión de la crisis catalana, tendría que existir un partido que pudiera capitalizar ese fracaso y una extrema derecha competitiva en las urnas y no testimonial y marginal como es el caso actual. Por ahora, esta conjunción de factores no parece que vaya a producirse.

En el imaginario popular existe la creencia de que los partidos pulistas surgen con la crisis económica, ¿es así?

Por sí misma, la crisis económica o los refugiados o la eurofobia no deben llevar al acceso al poder de un partido de extrema derecha. Donde sí existen, capitalizan estos factores, pero donde no existen por sí mismos no los crean. En España, la crisis económica no ha generado la extrema derecha, como tampoco lo ha hecho en Portugal. Es necesario evitar tópicos de manera mecánica. Estamos ante una ultraderecha que ha mutado, que puede recurrir a las votaciones, que apela a las libertades individuales. Es una extrema derecha que ha cambiado, que no habla de razas, sino de culturas. Los populistas de izquierdas hacen mensajes contra las élites, pero el populismo de derechas hace el discurso de que las élites han secuestrado los derechos y son traidoras a la nación porque fomentan la inmigración, la acogida de otras culturas, la pérdida de la soberanía nacional. La derecha populista llama al pueblo a movilizarse como una comunidad única. Y ahí funciona su discurso. Si hay un mal diagnóstico, habrá malos resultados.

Han venido para quedarse.

En los países donde se han consolidado ya forman parte del paisaje y de la realidad. En otros casos veremos cómo funciona, por ejemplo Alternativa para Alemania.

Sorprende el caso de Alemania, con la historia reciente que arrastra ese país.

En Alemania han existido diferentes formaciones de extrema derecha. La última fue el Partido Nacional Demócrata, que había tenido un eurodiputado. Ahora, lo que hemos encontrado es una formación que ha sabido aglutinar al conjunto de este espectro. AFD empezó como partido eurófobo y a partir de su éxito inicial fue desplegando un discurso que se fue asimilando a un partido de extrema derecha. Vio un mercado electoral y fue hacia él. Se trata de un partido complejo, con distintos liderazgos. Para una generación de alemanes de 20 años y 30 años, la Segunda Guerra Mundial queda muy lejos.

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