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El largo silencio de Gesto por la Paz

Concentración de Gesto por Paz contra la violencia de persecución. FOTO GESTO POR LA PAZ

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Cuando echa la mirada atrás, Ernesto Delgado aún recuerda con claridad sus primeras participaciones en las concentraciones de Gesto por la Paz, una coordinadora nacida en 1986 como respuesta cívica a la violencia política. “Tenía inquietud. Esa es la verdad. Miedo a significarme. Pero me sentía incómodo sin hacer nada. Así que cuando un amigo me propuso ir a una concentración después de un atentado de ETA me acerqué, con reservas, pero fuí. Y desde entonces no falté”. Corría el año 1994. Ahora, Ernesto se prepara para decir adiós a Gesto por la Paz, la coordinadora que dio un cauce para que la ciudadanía pudiera expresar su dolor, su solidaridad y su condena de la violencia que entonces anidaba en la sociedad vasca.

Gesto por la Paz llega al final del camino. Sus integrantes prepararán la despedida en una asamblea que la coordinadora celebra hoy en Bilbao. A partir de entonces, se sumirá en el silencio. Ese silencio atronador que ha sido su seña de identidad y con el que presidía las concentraciones de 15 minutos que organizaba cada vez que había un atentado de ETA o cualquier otro tipo de violencia relacionada con la política.

Al fin y al cabo, como explica Txema Urquijo, uno de sus promotores, “la razón de ser de Gesto era la desaparición de la violencia política y una vez que lo ha conseguido y ha desaparecido toca pasar página. Gesto abandona la escena. Y la deja como ha hecho siempre, con dignidad y discreción”. Y, sobre todo, con orgullo por lo conseguido. “Las concentraciones de Gesto”, relata, “permitieron dar un cauce de expresión a la conciencia de la ciudadanía, a la que le permite expresar su rechazo a la violencia con un gesto tan sencillo pero tan fuerte como es el silencio”.

Actos revolucionarios

Imanol Zubero participó en la génesis de la coordinadora, fusión de movimientos pacifistas, antimilitaristas, cristianos…. “No se prestaba la atención debida a la violencia política”, recuerda. Aunando estas corrientes y fusionando el original Gesto por la Paz de Bizkaia y la Asociación por la Paz de Euskal Herria (con más base social en Álava y Gipuzkoa) nació la Coordinadora Gesto por la Paz en 1986.

Su modelo fue revolucionario: concentraciones silenciosas de 15 minutos en todos los pueblos y ciudades de Euskadi y Navarra cada vez que hubiera un atentado. “Ese gesto”, apunta Zubero, “exigía significarte, sobre todo, en los pueblos, donde todos se conocen. Pero era la expresión moral de la sociedad vasca, la liberación de su conciencia, la muestra de su hartazgo con lo que estaba ocurriendo”.

La convocatoria de concentraciones periódicas durante los largos secuestros del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y del empresario José María Aldaya sublevó a la izquierda abertzale, que organizó concentraciones similares justo enfrente y a la misma hora. “Hubo momentos de mucha tensión, pero se aguantó”. Sólo en la localidad de Etxarri Aranaz, en Navarra, se tuvieron que abandonar las concentraciones de Gesto. “A veces había 200 personas frente a 20. Era insostenible. Eran vecinos con los que había que convivir todos los días. Compañeros de Gesto íbamos hasta Etxarri a apoyar a los vecinos que se concentraban, pero al final hubo que dejarlo”.

Otro momento complicado se vivió durante el asesinato del político socialista Fernando Buesa, cuando la sociedad vasca se fracturó Allí estuvo Gesto por la Paz, en medio de las dos manifestaciones que se vivieron en Vitoria y que se convirtieron en un plebiscito contra el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe.

La hora de la despedida va en la misma línea que ha caracterizado a Gesto toda su trayectoria: “Siempre alejados de los focos. Nunca ha buscado ningún tipo de protagonismo. La gente ha entrado y salido sin ruido. Es un movimiento que nunca ha generado ningún tipo de liderazgo insoslayable, ni nada por el estilo”.

Ernesto Delgado también tiene la sensación de que, modestamente, ha aportado su granito de arena al fin de la violencia. “El silencio de las concentraciones retumbaba más fuerte que cualquier tambor. Al menos, a mí me ayudo a concienciarme y salir a protestar. En silencio, pero protesté”.

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