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Todos calvos en 2030, lehendakari Ibarretxe

Ibarretxe augura que Euskadi alcanzará la independencia de España en 2030.

Aitor Guenaga

La “arqueología política” es un arte que en este país no se estila con demasía. Los jarrones chinos, cuanto mejor guardados, piensan muchos, mejor que mejor. Sobre todo lo piensan los políticos y dirigentes que están en activo actualmente, porque consideran que ya tienen demasiados 'versos libres' en sus partidos. Pero la ponencia sobre el futuro del autogobierno está sirviendo para recuperar, de vez en cuando, auténticos pesos pesados de la política vasca en otros momentos históricos, muchos de ellos en contextos convulsos teñidos de sangre, violencia y división política. Momentos, sin duda, mucho más duros y crispados que los que el “nuevo tiempo” en el que vive Euskadi ofrecen para la convivencia tras el final de la violencia etarra.

Han pasado por la ponencia de autogobierno vicelehendakaris y exlíderes socialistas vascos como Ramón Jáuregui, lehendakaris como José Antonio Ardanza, diputados generales como Ramón Rabanera o exportavoces de Gobierno como Joseba Arregui, entre otros políticos. Con aportaciones que sin duda servirán a los miembros de la comisión y sus respectivos partidos para interpretar las bondades y las 'traiciones' al Estatuto de Gernika. En definitiva, para actualizar la realidad institucional en lo que se ha convertido a día hoy la comunidad política vasca desde que se aprobó el 25 de octubre de 1979, fecha en la que se refrendó el Estatuto vasco.

El último jarrón chino que ha comparecido esta semana ante la comisión parlamentaria creada en base a un acuerdo inicial entre socialistas y peneuvistas es el “humilde profesor universitario”, como él mismo se describió este miércoles, el lehendakari Juan José Ibarretxe, cuyo apellido da nombre al plan soberanista que acabó empotrándose en febrero de 2005 contra la mayoría del Congreso de los Diputados cuando José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno español. Y que a la postre, junto a la ilegalización de Batasuna, llevó al PNV a perder Ajuria Enea por perder la centralidad política que tan buenos resultados le ha dado al PNV en toda su historia. Lo que otros llaman también la “ambigüedad calculada” peneuvista, rota solo durante esa década del lehendakari Ibarretxe en el Ejecutivo autonómico.

Y tras el efusivo reencuentro con muchos viejos del lugar como los parlamentarios Carmelo Barrio o Isabel Celaá, Ibarretxe se quitó la txapela, se sentó ante los parlamentarios de la comisión -ante la mirada atenta de Joseba Egibar, que encarna el ala más soberanista del partido ahora con sordina- y dejó para la hemeroteca un vaticinio: “si no se reconoce el derecho a decidir” tanto a la sociedad vasca como a la catalana habrá “proclamaciones unilaterales de independencia” en ambos casos. Pero también dejó otra idea que entronca con lo que hizo cuando era lehendakari: considerar que para considerar un “acuerdo democrático” sobre el futuro institucional de Euskadi no era necesario pactar con algún partido 'unionista', que ese es precisamente el juego de las mayorías y las minorías. Lo mismo que hizo él en diciembre de 2004, cuando aprobó su plan de nuevo estatuto político con la mitad de los votos del entonces grupo parlamentario de la izquierda abertzale. Y planteó un método: la negociación hasta la extenuacion con España.

Los que defienden la 'vía vasca' hacia la independencia, previo reconocimiento del derecho a decidir, han aprovechado las palabras de Ibarretxe para intentar poner entre las cuerdas al lehendakari Urkullu. En la sesión de control al Gobierno del pasado viernes, Hasier Arraiz, presidente de Sortu y parlamentario de EH Bildu, le preguntó directamente al lehendakari: “¿48 de 75 [los escaños que suman PNV y EH Bildu en el Parlamento] son suficientes para considerar un acuerdo democrático o es insuficiente?”. Y desempolvó el nuevo estatuto político de 2004 y los preacuerdos de las conversaciones políticas de Loiola (2006) -que primero arruinó ETA, luego Arnaldo Otegi en la mesa en la que estaba también Urkullu y finalmente ETA con la bomba en la T-4 - para intentar envolver al lehendakari Urkullu y compararle con el soberanista de pura cepa (Ibarretxe).

Pero el lehendakari Urkullu tiene todo lo que pasó en las conversaciones de Loiola bien apuntado en unos cuadernos que algún día, tal vez, vean la luz. Por eso reivindicó un “acuerdo entre vascos con diferentes sentimientos de pertenencia, como en Loiola, acuerdo en el que estuve yo, señor Arraiz”, le recordó.

Urkullu sabe perfectamente, además, el precio político que pagó su partido -ya era presidente del mismo- por la aventura soberanista de Ibarretxe. Por eso le recordó a Arraiz que, frente a la visión adanista de los dirigentes de la izquierda abertzale, hace casi 80 años que se aprobo el primer Estatuto vasco y diez años del nuevo estatuto político. “La 'vía vasca' es un camino que no empieza de cero” y le animó a cumplir los anuncios que él mismo hizo en septiembre de 2014 en el debate de política general: aceptar el progresivo proceso de institucionalización y respetar las “diferentes velocidades, eso es lo que ha escrito la izquierda abertzale”.

“No he apreciado ese movimiento, no han dado continuidad a esa propuesta. Siguen en el mismo lugar de entonces”, le respondió Urkullu. Pero dijo más. Defendió un “acuerdo integrador: el sino de los tiempos es acordar e integrar”, le explicó desde la tribuna. Aunque reconoció que sigue defendiendo -así lo recoge el programa con el que se presentó a las elecciones autonómicas de 2012- el “ejercicio pactado del derecho a decididir”. Urkullu, Ortuzar y Egibar son partidarios de la institucionalización del derecho a decidir, pero de manera pactada.

Y acabó espetándole a Arraiz: “vivimos un nuevo tiempo, muévanse ustedes para el nuevo pacto político, entre todos busquemos la oportunidad del acuerdo”.

Euskadi no ha nacido hoy, frente al adanismo político que muestran de ciento en viento Arraiz y los suyos. Pero lo fundamental en estos momentos ya no son los vaticinios de quien no tiene bola de cristal alguna y con sus palabras expresa únicamente deseos. Lo importante no son las predicciones de Ibarretxe sobre posibles declaraciones unilaterales de independencia en España, sino el acuerdo al que puedan llegar PNV y PSE-EE sobre el futuro de la ponencia de autogobierno tras las elecciones del 24 de mayo. Una ponencia que ambos partidos pactaron en su inicio, en febrero de 2014. Y que nació con dos consensos básicos: el objetivo de estudiar el “estado actual del autogobierno” -está a punto de terminar esa fase- y sentar “las bases para su actualización como expresión de la voluntad política del pueblo vasco representada en este Parlamento”. Y ahí es donde el PNV y el lehendakari deberán ejercer su derecho a decidir cómo y con quien sentarán las bases del nuevo estatus.

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