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Un punto de encuentro para reivindicar la política desde las organizaciones juveniles de los principales políticos vascos. Opiniones que se cruzan, se encuentran, que comparten puntos, que salen de un lugar y llegan a otro y que conviven. Jóvenes comprometidos con la política que encuentran en Gaztebiltzarra una parada para debatir.

El botellón, otra forma de relación social (Equo)

Jon Ruiz de Infante

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Cada fin de semana encontramos en nuestros pueblos y ciudades a cientos de jóvenes que se reúnen en parques y plazas donde se fomentan y afianzan sus relaciones personales mediante una nueva cultura de ocio: el botellón. Una práctica que es defendida por la juventud y que prohíbe la administración. Partimos de una premisa clara, el botellón no es simplemente juntarse en cuadrilla para beber alcohol; detrás de esta cultura existe la necesidad social de integrarse y relacionarse.

La juventud defiende esta práctica debido a la carestía de las bebidas alcohólicas en bares y discotecas, unos precios que no pueden asumir en su situación económica. Esta circunstancia les conduce a comprar bebidas a precio de supermercado y a acudir a lugares públicos. En el otro lado, se encuentran las vecinas y los vecinos que padecen sin remedio las consecuencias negativas de esta práctica: ruido y suciedad. Un tercer actor entra en juego, la administración, que en los últimos años ha perseguido esta práctica prohibiendo cualquier consumo de alcohol en la vía pública. O, al menos, los que no le interesan.

Debemos resaltar los aspectos positivos derivados del botellón. La juventud de nuestra sociedad, como la de cualquier otra, necesita relacionarse, crear vínculos y lazos que les permitirán desarrollarse como personas adultas. El botellón surge como una respuesta a estas necesidades que encaja en la sociedad de consumo en la que vivimos. La juventud necesita de espacios más allá de las aulas donde relacionarse y crear un sentimiento de comunidad. Muchas personas, generalmente adultas, pueden decir que hay otros muchos lugares y actividades que hacer lejos de las bebidas alcohólicas pero, ¿cómo celebra nuestra cultura los encuentros y los acontecimientos sociales? Les diré la respuesta: en torno a una mesa y con un buen vino. El alcohol no es el protagonista del botellón, es solo la excusa que se utiliza para juntarse y relacionarse, una actitud derivada de la sociedad en la que vivimos.

Por ello, la crítica hacia esta práctica basada en el consumo de alcohol es una crítica hipócrita. El afán prohibitorio y regulador de la administración lleva a situaciones muy paradójicas. Mientras se prohíbe a la juventud reunirse en la calle alrededor del botellón se fomenta el consumo en bares y terrazas (generalmente de bebidas alcohólicas) llegando incluso a sacrificar el mobiliario urbano (como recientemente ha sugerido el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz) a favor de estas últimas. Parece que el consumo de alcohol está bien visto y permitido siempre y cuando se realice en lugares que coticen y alimenten al sistema.

El conflicto aparece cuando entra en escena el derecho de los vecinos y las vecinas al descanso. Generalmente el botellón se realiza en lugares públicos junto a edificios residenciales, lo que provoca ruidos y suciedad y, consecuentemente, las quejas del vecindario afectado. Está claro que no se puede, ni se debe, justificar la suciedad que produce el botellón. En responsabilidad de cada persona, sea joven o no, mantener la vía pública limpia y en buen estado, por respeto al vecindario y a la sociedad en general. La convivencia entre el ocio y el descanso siempre es un tema delicado y difícil de manejar.

Trasladar las zonas de ocio a la periferia como se ha fomentado desde numerosos ayuntamientos no es la solución. Esta situación provoca que la juventud tenga que desplazarse, en muchos casos, en coches particulares con los problemas asociados de contaminación y riesgo de accidente derivado del consumo de alcohol (aunque muchas administraciones se frotan las manos al incrementar su partida de ingresos vía multas). Una solución es crear espacios de ocio públicos dentro de las ciudades donde la juventud pueda acudir libremente sin sufrir la persecución de la policía y con diseños que minimicen el ruido. También sería muy interesante dotar a estos espacios de punto de residuos y urinarios para reducir la suciedad.

Lo que está claro es que la solución no pasa por la prohibición ya que causa un efecto rebote y no soluciona el problema de fondo. El consumo de alcohol de manera abusiva se debe combatir con sensibilización y campañas informativas que vayan más allá de la juventud. Recordamos que el consumo de alcohol subyace en nuestra cultura y por lo tanto es un tema que afecta, en último término, a toda la sociedad. También, las administraciones deben fomentar un ocio alternativo que no pase por el consumo de bebidas alcohólicas y que sea lo suficientemente atractivo para la juventud. Un ocio que no esté condicionado por el modelo de consumo actual, que permita a la juventud desarrollarse como personas y que repercuta en el bien de toda la sociedad.

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