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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

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Los europeos en Reino Unido piden ayuda al Parlamento Europeo para mantener su derecho a residencia

Félix Taberna

Hace muchos años, un tío mío se casó con una lisboeta de tez morena. Era principios de los años 50 del siglo pasado. Cuando la feliz pareja arribó por el pueblo los vecinos se quedaron pasmados ante la mestiza pareja. Hoy sin embargo, la variedad de países de origen que existe en mi pueblo es tal que nadie se asombraría.

Así es, una de las grandes transformaciones sociales que hemos vivido en estos años ha sido la globalización. Nunca como ahora hay tantas personas que migran de un lado para otro. Sin embargo, el que las puertas de nuestros límites espaciales se hayan abierto no evita el reforzamiento de las identidades tanto de índole religiosa como de naturaleza patria. Es más, quizás el rebrote de las identidades pueda obedecer a esa globalización anómica.

En la izquierda, las diferentes identidades colectivas siempre han sido objeto de intensos debates. Hace más de cien años, Pepote Stalin quiso cerrar el debate y escribió su libro “El marxismo y la cuestión nacional” pero no lo consiguió; ni en su propio país y era mucho el poder de ese hombre. El otro día, mi excompañero Francisco Frutos también quiso cerrar la cuestión de manera categórica. No nos engañemos, el debate, incluso coqueteo, entre el nacionalismo y la izquierda es un bucle melancólico.

Por un lado, el pensamiento de izquierda porta valores universales (igualdad, libertad, fraternidad). Pero por otro, las personas tienen su propias identidades que forman parte consustancial de ellas. Las identidades no son impostadas, son sentidas como propias. Es decir, tenemos dos agregadores sociales diferentes: los valores adquiridos y las identidades adscritas. Ello provoca múltiples cruces y dialécticas. Que se puede ser nacionalista y de izquierdas; no lo dudo. Incluso el nacionalismo puede ser inclusivo y reforzar el bien común. Pero también puede producir procesos excluyentes. O peor; que un nacionalismo choque con otro en un mismo espacio.

Desde mi punto de vista, lo mejor es aplicar el relativismo. Nunca los valores absolutos. Lo más lógico es respetar y poder compaginar el ser, el sentir, y el pertenecer. Pero aplicarlos en diferentes dimensiones relacionales y espaciales. Así, los sentimientos de identidad para nuestras privativas relaciones y nuestra ideología para el contraste democrático en el ámbito público. Cada persona puede sentirse identificada con otras en función de sus afinidades lingüísticas, étnicas, religiosas o de otro tipo; pero estos sentimientos son para el espacio privado. Los principios adquiridos de los valores sociales hay aplicarlos al ámbito público. Al modelo de Estado y sociedad que cada uno aspira y que la legitimidad democrática nos otorga o nos limita.

Es lo que viene a definirse como laicidad. Que el Estado como construcción pública ejerza para el conjunto de la ciudadanía; no para una parte de ella. Que no promueva identidad o confesión alguna que corresponde al ámbito privado. La sociedad democrática debe ser laica, no puede elegir serlo o no serlo. La laicidad no es enemiga de la religión, ni del nacionalismo. La laicidad no es una guerra contra las identidades simplemente plantea situarlas en el ámbito que corresponden.

Por otro lado, no se puede educar para la convivencia planteando la segregación. A vivir comunitariamente se aprende viviendo comunitariamente, no segregando. No basta con ser tolerantes hay que ser inclusivos. Hay que mezclarse porque esa es la realidad y hay que aprender a vivir en la diversidad.

En definitiva, al nacionalismo no se le contrapone con otros nacionalismos. Eso puede acabar mal, como nos enseña la historia. Simplemente, a las diversas identidades se les respeta procurando que todas convivan en un espacio común. Un espacio que tiene unas normas compartidas y respetadas por todos y todas.

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