Navarra ante el espejo

Dado que en Navarra las vacaciones se adelantan al resto de España por los sanfermines, en estos momentos, nos encontramos en plenitud de ese grato tiempo. Hora es de relajarse, y de intentar evadirse. Pero a la vuelta de la esquina, Navarra, en términos políticos, se encontrará en uno de los episodios más especiales de los últimos tiempos. A pesar de que soy de los que opinan que la historia se hace día a día, cotidianamente, no puedo negar la importancia política que para Navarra tendrán los próximos meses que nos llevarán a las municipales y autonómicas de mayo. Navarra, como país, se encuentra en tiempo de transición.

Tanto las encuestas publicadas como las elecciones europeas, evidencian un importante deseo ciudadano de cambio político, que va más allá del gobierno de turno. Este deseo de cambio no es nuevo; lleva constatándose en los últimos años; pero nunca con la intensidad y el vigor actual. Cierto es que el concepto político de cambio es un tanto evanescente y puede imaginarse de múltiples formas y maneras. Es más, una parte del electorado conservador también se apunta al cambio. Pero no es menos cierto, que la ciudadanía navarra desea y exige de los partidos respuestas diferentes a las que han venido dando en la última década. Es más, no sólo desean nuevas respuestas sino que también demandan nuevos partidos.

Panorama difícil para aquellos partidos que son visualizados socialmente como parte del actual sistema político que no funciona y se agota. Y peor para aquellos que se resistan a lo nuevo y evoquen viejos tiempos. Además, sus competidores ya se encargarán de mantener el dedo acusador en lo alto. No obstante, en política nunca jamás es hasta mañana y siempre hay recorrido. Pero lo más notorio, al margen de resultados, es que todos los agentes políticos son conscientes de que su relato debe cambiar. Que deben ofrecer un discurso distinto y nuevas caras que rompan con la anterior etapa.

Cada parte, cada partido, ofrece su peculiar idea del cambio para Navarra. Unos, lo acentúan en un cambio de estatus, de Régimen. Consideran que debe producirse un cambio en la actual estructura institucional de Navarra; otro modelo de autogobierno. Otros, acentúan el cambio en la necesidad de regeneración política, de transparencia, de apertura, de participación; otra forma de hacer política. Otros, consideran que la prioridad del cambio político debe ser el desplazamiento del partido actualmente en el gobierno. Y finalmente, otros consideran que algo debe cambiar para que nada cambie.

Pero no nos engañemos con el encanto de las palabras mágicas. El término cambio siempre tiene una réplica; es alternativo. Es decir, se desplaza algo a cambio de algo. Estamos en un momento en el que existe una gran mayoría social que sabe lo que no quiere; pero que no tiene claro lo que realmente quiere. Quiere desterrar lo que hay, pero no sabe a cambio de qué. Por ello, es deseable que los agentes políticos, los partidos, clarifiquen sus propuestas. Que nos digan qué quieren alumbrar, qué quieren mantener, qué quieren implementar, qué quieren suprimir. El cambio por el cambio no niego que puede ser un buen slogan electoral pero no es un buen ejercicio de responsabilidad para con la ciudadana. La clave de las próximas elecciones municipales y de Navarra debe ser una elección cívica. En definitiva, Navarra se mirará en unos meses al espejo; a través de esa mirada tomaremos un rumbo u otro. Pero es conveniente saber qué dirección se tomará. Porque lo importante no es dónde estamos sino a dónde vamos.