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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

Pactamos por encima de nuestras posibilidades

Félix Taberna

En estos tiempos en los que el acuerdo y el pacto poco menos que suenan a traición conviene recordar que hubo una época en el que eran valores superiores, quizás sobrestimados. El Pacto de la Moncloa, el Pacto Constitucional, el Pacto Antiterrorista, el Pacto de Toledo…Todos ellos, eran acuerdos realizados entre diversos y diferentes agentes políticos y sociales sobre temas de mucha transcendencia: Economía, salarios, pensiones, derechos constitucionales, terrorismo. Se realizaban porque la ciudadanía así lo reclamaba. Tenían apoyo y legitimidad social. Los pactos eran bien vistos por la ciudadanía porque el clima de polarización y de extremismo en esa época era muy fuerte. No olvidemos que la Transición dejó muchos muertos; por más que ahora hablen de ella como si de un cuento se tratara.

Sin embargo, como en casi todo, lo malo no fueron esos grandes pactos sino las fotocopias que se hicieron a partir de los mismos. Se fue la mano acordando. Se acordó por encima de las posibilidades. PP y PSOE, con CiU o PNV, como socios tornadizos, hegemonizaron grandes esferas de las instituciones, sociedad y economía. Pactos desde las alturas bajo el argumento del interés general, pero poco entendible por el interés común. La consecuencia de ello es que tuvimos un sistema de partidos muy fuerte, pero una sociedad débil. Que se debilitaba, día a día, ante la poca autonomía que presentaban sus organizaciones y la escasa influencia que éstas tenían.

Hasta que llegó el 15M y denunció los llamados pactos de las élites reclamando el empoderamiento social. El fenómeno de la indignación social no es propio de España; desde diversas ópticas también afloró en Europa y EEUU. Los de abajo a por los de arriba. El 15M, espoleado por la crisis económica, fue la alarma que anunció que hasta aquí habíamos llegado. A partir de ahí, el escenario político empezó a girar. Pero como si de la ley del péndulo se tratara, hemos pasado de pactar demasiado a demonizar cualquier acuerdo que se haga. En estos momentos, lo que vende es el descuerdo, la entidad y la identidad de cada parte. La cesión por el acuerdo queda minusvalorada. La capacidad de intermediación queda denostada.

Por todo ello, quizás sea conveniente recuperar el equilibrio, la mesura, la canalización, la intermediación ante cualquier tipo de tensión que surja. Ni pactar crípticamente sin base ciudadana; ni enfrentarse socialmente sin intermediación posible.

El diálogo no es exclusivo de la política, el diálogo tiene su naturaleza en la vida cotidiana. Como expresó Freire: “Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra. El diálogo implica un encuentro de los hombres para la transformación del mundo, por lo que se convierte en una exigencia existencial.”

El diálogo es la puesta en común a modo de reflexión de dos logos, de dos o más lógicas o pensamiento. No se puede construir un diálogo mediante un monólogo. De esa puesta en común surgen los encuentros, las cesiones, el consenso, el disenso. Y finalmente, el acuerdo.

Así, reivindico la necesidad de lograr puntos en común entre diferentes. La sociedad no se construye desde la verticalidad dialéctica entre los de arriba y los de abajo. Ni tampoco enfrentando a los de una lengua con los de la otra; ni a los de una identidad frente a la otra. La ciudadanía, la gente normal, vive en un mismo espacio común con otros y necesita compartir, convivir. La sociedad no es la suma de los individuos sino la relación entre las personas.

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