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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

El Rey del bipartidismo

Joseba Eceolaza

Miembro de Batzarre —

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Actualmente estamos inmersos en un ciclo de protesta que basa sus principales reivindicaciones en dos ejes; más política social frente a la austeridad y ensanchamiento democrático para profundizar en la cultura participativa de un sistema excesivamente hermético y poco receptivo a las demandas ciudadanas, cuando no son expresadas en unas elecciones. 

Y si a este ambiente de reivindicación social y alternativas cívicas le añadimos el desprestigio que la Casa Real ha sufrido, estaríamos ante un ambiente pro-republicano a tener en cuenta.  Y esto sucede ahora, cuando desde la Monarquía y otras instituciones del Estado han decidido provocar la sucesión dinástica que nos vuelve a atar a una familia, a un Jefe de Estado y a una estirpe.

Que la Monarquía en sí misma es una institución antidemocrática es una obviedad; que es el símbolo de una absurda concepción del poder, la autoridad y la divinidad, ya no lo niegan ni sus defensores; que es una institución derrochadora, poco transparente y que además utiliza su red de contactos para el lucro particular, es algo que a estas alturas ya está muy probado. 

Por otra parte, el 15M y los resultados de las últimas elecciones europeas expresan una crisis indiscutible del sistema político instaurado durante la Transición, al que está vinculada la actual Monarquía. Pedimos más y mejor democracia, renovación y apertura, pero sobre todo pedimos unas instituciones que sean útiles para solucionar los problemas reales de la gente. Se pueden, y se deben, hacer las cosas de otra forma.

Cuando peor lo estamos pasando, cuando más duras están siendo las dificultades de la gente en su vida diaria, la Monarquía ha aparecido pegada a los escándalos, a los oscuros negocios, a los grandes despilfarros y a los peores trapicheos. La Familia Real está colocada muy lejos de la vida cotidiana de la gente normal y, de esta manera, difícilmente se puede aspirar a tener una autoridad cercana, mesurada y sensata.

En consecuencia, aparece a ojos de la mayoría como una institución carca y conservadora en todos los órdenes. Muy poco preocupada por las injusticias sociales que sufre el país. Sin un talante activo ante las mejoras democráticas. Sin una mirada renovadora ante el futuro. 

Las monarquías, las más modernas y las menos, nacen de unos privilegios absurdos y de origen medieval incompatibles con un sentido moderno de la democracia. Porque conectan con la desigualdad social, de género y de oportunidades. Además, debemos recordar que nuestra Casa Real ha sido una institución intocable, blindada, sin posibilidad autentica y efectiva de ser sometida a la crítica pública. 

En contraposición al Rey del bipartidismo colocamos a la República de la gente. Frente a los pactos de despacho, el poder ciudadano; frente al cerrazón del modelo de Estado, más democracia.  Es evidente que la solución innata a todos nuestros males no será la República, pero puede aliviar algunos de nuestros problemas si fortalecemos las ideas republicanas de la responsabilidad ciudadana y la participación activa sobre el destino de los bienes comunes.

Nuestra generación, la de los que no participamos en el referéndum del 78 en esto de la toma de decisiones, no podemos ser una generación perdida. Hace cuarenta años dijeron “o todo o nada”, cuarenta años después los mismos nos dicen “ahora no”, parece ser que la élite es más de posponer y engañar. No obstante, a pesar de las resistencias de los de arriba, la mayoría de la gente queremos decidir con normalidad y estabilidad nuestro futuro modelo de Estado. Queremos que todos los argumentos sean escuchados. Sin cortapisas, sin censuras, sin trampas.

Este nuevo tiempo exige honestidad y sensibilidad social. Por eso, más acorde con este presente es un Jefe de Estado elegido por todas y todos, pegado a su tiempo, con autoridad reconocida por la ciudadanía, con voluntad de ejercer un papel de mediación y construcción de consensos, siendo interlocutor de la sociedad y no de amiguetes y grandes empresarios.

Necesitamos reconocernos en un presente capaz de avanzar, de crear y de innovar, con voluntad de superar las imperfecciones de la democracia existente, de darle sustancia, de asentarla en una cultura más actual y democrática ya arraigada en la población que rechace con rotundidad la corrupción en la política y se base en una cultura sobre los derechos humanos. Un presente que genere ilusión y confianza entre las mayorías sociales.

En el debate de la sucesión, los monárquicos están más preocupados por salvar un pasado que por convencernos del futuro. Sin embargo, la mayoría de la gente de este siglo tenemos memoria para crear un nuevo tiempo. Somos optimistas, somos perseverantes y queremos construir el presente republicano que las élites quieren evitar. Y lo vamos a intentar hasta el final.

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