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El CRANA llega a su fin: de referencia en sostenibilidad a víctima de los ajustes

Garikoitz Montañés

La fundación Centro de Recursos Ambientales de Navarra (CRANA) se apaga. Como estaba previsto desde hace un año, el Gobierno Foral sigue adelante con la desaparición de la entidad, un proceso que anunció para ajustar sus recursos. Así que las últimas cuatro trabajadoras del centro, que en su día entre plantilla fija y eventual llegó a superar las veinte personas, han recibido este lunes su carta de despido. Así que el CRANA, surgido hace doce años y convertido en un referente en materia de sostenibilidad, educación ambiental y atracción de fondos europeos, desaparecerá el próximo 3 de febrero.

En realidad, la fundación se extingue pero su nombre (así como el cif y algunas tareas administrativas residuales, según han precisado estas empleadas a través de un comunicado) no. El Ejecutivo tiene que mantenerlo (como mínimo, hasta 2017) puesto que de él depende la llegada de diversos fondos europeos. De hecho, la forma de extinguirse de la fundación ha estado precisamente ligada a la finalización de diversos proyectos. Conforme terminaban los plazos, se ha procedido al despido del equipo técnico asociado a ellos. La mayor parte de su historia, el centro funcionó con unas 16 personas, cuando se anunció el cierre eran 10, y así progresivamente (tres despidos más en julio, otros dos en octubre…) hasta las últimas cuatro trabajadoras.

Ana Carmen Irigalba es una de ellas. Directora de proyectos, socióloga y pedagoga, cuando termine su vinculación con el CRANA habrán pasado exactamente doce años desde que inició su andadura en el centro; ella fue una de las que trabajó en la entidad desde el principio. De ahí que insista en la dureza que ha supuesto para el personal seguir adelante con los últimos proyectos mientras sabían que no había vuelta de hoja: el centro tenía fecha de caducidad.

Hace casi un año, tras anunciarse el cierre del CRANA y de otras fundaciones (algunas de ellas cuestionadas por su coste y su organigrama), el consejero responsable de Medio Ambiente, José Javier Esparza, alegó que la situación económica del CRANA era delicada y que, por eso, se ponía punto final a su andadura, pero no a sus funciones, que serían asumidas por personal del departamento. De hecho, las trabajadoras, en esa nota en la que han anunciado este jueves sus últimos despidos, precisamente lamentan la “contundencia” del Ejecutivo al no haber reubicado a nadie del personal, como ha ocurrido por ejemplo en otras fundaciones como INAAC, también desaparecida como tal.

Pérdida de “oportunidades”

Irigalba cree que, con la desaparición del centro y de su personal, Navarra “perderá oportunidades” para atraer fondos europeos. A pesar de que desde el Parlamento se apostó recientemente por la continuidad del CRANA, para que sea el gobierno que salga de las próximas elecciones quien decidiera su futuro, el proceso sigue adelante. Irigalba, por su parte, lamenta que los tiempos para promover proyectos no son los mismos que los electorales.

Esta trabajadora reconoce el malestar de un equipo que, a pesar del reconocimiento recibido, como el respaldo de diversos grupos de la oposición, ve que su trabajo se acaba. “La razón oficial es que hay otras necesidades sociales, y la sostenibilidad no es prioritaria. Parece que ahora no nos podemos permitir invertir en nuestro entorno ni en tener un papel de liderazgo en políticas de sostenibilidad”, apunta. El CRANA se queda, su equipo se marcha y solo se queda una “carcasa vacía” que, quizá en el futuro, pueda reactivarse (se tendrá en cuenta a la plantilla despedida en ese supuesto), pero “esa también sería una labor complicada”.

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