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El Navarra Arena no tiene quien lo estrene

El Gobierno de Navarra abrirá el Navarra Arena en septiembre de 2018

N. Elia

Aunque no es un aeropuerto sin aviones sobre el que medio país hace chistes, el Pabellón Navarra Arena reúne muchos de los ingredientes para ascender a la categoría de mega infraestructuras públicas españolas con eficiencia cero: su construcción ha costado, hasta el momento, 56 millones de euros; declarado “cerrado” de forma oficial en 2013, cuatro años después aún tiene obras pendientes de ejecución; el mantenimiento anual de estas instalaciones cerradas a cal y canto ha sido de 394.000 euros, reducidos el año pasado a 185.000. A pesar de lo abultado de las cifras, y de que el Gobierno de Barkos se ha propuesto “sacar del coma” al pabellón, el Navarra Arena aún no tiene quién lo inaugure. Lo que sí tiene es fecha aproximada: septiembre de 2018.

De momento, la consejera de Cultura, Deporte y Juventud, Ana Herrera, se ha propuesto encontrarle inquilinos permanentes. Así será un “edificio habitado, con un movimiento diario de personas”, explicó Herrera, que por lo menos evitará que se pueda criticar por vacía una infraestructura que ocupa un solar de 20.000 metros cuadrados junto a El Sadar y cuenta con un aforo aproximado para 10.000 espectadores. Serán más o menos unas 100 personas las que albergue la zona administrativa del pabellón, que el Gobierno tiene previsto constituir como nueva sede del Instituto Navarro de Deporte y Juventud y como nueva Casa del Deporte. Varias federaciones deportivas dejarán así su actual sede en la calle Paulino Caballero y se reagruparán todas para en la zona de oficinas del pabellón. Porque, así lo explicó la consejera, el Navarra Arena “busca ser un centro de referencia de la gestión deportiva en la comunidad”.

Pero la realidad de las dimensiones y prestaciones de esta instalación deportiva choca con los propósitos del Gobierno para darle uso. “No hay una necesidad de uso diario que no pueda ser cubierta por otras instalaciones de la ciudad”, reconoce Herrera. Además, usar a diario la zona deportiva del pabellón “tendría un coste muy alto”. La consejera evitó poner cifras al coste de convertir el pabellón en zona de oficinas de gestión deportiva, pero a partir de 2019, la puesta en marcha de la infraestructura supondrá una aportación anual de 900.000 euros. Esta cifra obliga al departamento de Cultura a incrementar su partida de gasto anual en unos 600.000 euros, pero la consejera ya advirtió de que el impacto económico del Navarra Arena se medirá anualmente y que no repercutirá económicamente en las políticas deportivas.

A la búsqueda de grandes eventos

Gestionado directamente por la sociedad pública NICDO, el Navarra Arena necesita desesperadamente fuentes directas de ingresos. El plan de apertura y uso del Gobierno contempla aperturas puntuales del pabellón para “eventos de gran formato” y, con ese objetivo, trabajan ya para atraer a Pamplona campeonatos nacionales, europeos o internacionales de distintas categorías y modalidades deportivas.

Las opciones son muchas. Pero bastante difíciles de concretar. Desde la Federación Navarra de Balonmano, por ejemplo, ven con buenos ojos la posibilidad de jugar algún torneo internacional o un Campeonato de España. También se puede sondear la posibilidad de atraer algún proyecto de Baloncesto, o incluso un Campeonato de España de Tenis. No se descarta incluso que el Navarra Arena pueda der la sede de finales de pelota, en su frontón con capacidad para 3.000 espectadores. Pero esta última opción provoca recelos entre los aficionados, hasta el punto de que el presidente de la Federación de Pelota tuvo que señalar públicamente que el Labrit seguirá siendo “el frontón estrella”.

Fuera ya del ámbito deportivo, el Gobierno busca también grandes eventos culturales que puedan nutrir las finanzas del pabellón. De hecho, se han puesto el objetivo de cerrar dos grandes eventos de este tipo al año. Siempre que se trate de iniciativas “que requieran aforos superiores a los que pueden ofrecer otras infraestructuras en Navarra”. Porque de lo que se trata, explica la consejera, “es de completar la oferta, no de suplantar” la función que ya desempeñan otros pabellones.

Así que, mientras se concretan los grandes eventos deportivos y culturales que podrían desarrollarse en el pabellón, también se idean pequeños proyectos más factibles que supondrán ingresos para esta infraestructura. Habilitar una zona diáfana de 4.000 metros cuadrados, por ejemplo, para alquilarla a modo de estudio de grabación a la industria cinematográfica y publicitaria. O explotar el párking del pabellón como aparcamiento público. O conceder las licencias para la apertura de los servicios de restauración y catering que pueden albergar las instalaciones. Todo puede sumar.

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