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“¿Cuántos de los que critican las tarjetas de Caja Madrid no las habrían usado?”

El Brujo, durante una representación / Foto: Efe.

Garikoitz Montañés

¿Si hubiera tenido acceso a una tarjeta opaca de Caja Madrid, la habría usado? Rafael Álvarez El Brujo (Córdoba, 1950) cree que sí. Es más, opina que muchos indignados con la clase política harían lo mismo si tuvieran esa oportunidad. Más allá del cinismo, la opinión del juglar es reflexiva. De hecho, ese es uno de los grandes objetivos de su adaptación de El Lazarillo de Tormes, que llega a Navarra de la mano del programa del Ministerio Platea y que, tras pasar por Zizur y Noáin, este fin de semana llegará a Alsasua y Mutilva. Como ha hecho durante los últimos 35 años, este actor de cine, televisión pero, sobre todo, de teatro demuestra que un clásico pervive por su constante actualidad. En el caso de la novela picaresca, basta con repasar las noticias para darse cuenta.

¿Por qué El Lazarillo sigue de actualidad?El Lazarillo

Se trata de una obra cuya vigencia va siempre más allá del momento histórico y del lugar. Realmente, un clásico tiene esa fuerza, por es lo son. Y este es un clásico en el sentido pleno de la palabra. Habla de la supervivencia, de la capacidad del hombre para adaptarse a las situaciones difíciles, para salir adelante en cualquier situación. Y, además, lo hace con un lenguaje bello, con ese castellano incipiente del siglo XVI.

¿A qué se debe su obsesión por los clásicos? ¿No le interesan los textos actuales?

Esta es mi especialidad, se trata del camino que elegí entre diferentes opciones. Quise profundizar en este tipo de trabajos, sigo una línea, porque todos mis trabajos tienen una relación, un hilo conductor. Pero no es una obsesión, sino una especialización. Lo mismo que un cardiólogo se especializa en los corazones y no se interesa por el pie, yo he optado por los clásicos, y eso implica una forma de entender el teatro y su propósito, de comunicarse con el público. Y es para la que me encuentro más dotado.

¿Se siente a contracorriente?

Sí, en cierto sentido. Si quieres ir en una dirección, cuando el agua viene en contra, no debes cambiarla. Y es verdad que mi forma de entender el trabajo y mis predilecciones chocan con la estética moderna. Pero, a pesar de todo, hay mucha gente que me sigue, lo cual quiere decir que, a lo mejor, no voy tan a contracorriente.

En Mutilva, por ejemplo, ya se ha colgado el cartel de ‘No hay entradas’. ¿Le gusta acercarse a municipios como estos, más pequeños?

Yo voy a todas partes. También he venido a Pamplona, y voy a Córdoba o a Madrid. Voy a donde hay una posibilidad. En este caso, se trata de una campaña del Ministerio de Cultura, que se llama Platea, y que ha hecho posible llevar esta obra a zonas donde, por tamaño y por presupuesto, no habría sido posible hacerlo. Y eso es justo decirlo sobre el Ministerio. Porque, aunque siempre he sido muy crítico con otras actuaciones, como el IVA del 21%, también hay que decirlo cuando hacen las cosas bien.

Usted siempre insiste en el tema del IVA. ¿Cree que hacer cara la cultura es algo intencionado?

No lo sé, a veces he pensado que sí, y otras, que en el fondo se trata de un problema que no tienen en consideración. Como cuando te olvidas las llaves porque estás muy preocupado por otras cosas. En este caso, la cultura son las llaves, y desde el Gobierno lo ven como algo accesorio. Porque poner ese IVA del 21% es una barbaridad, cuando, por ejemplo, el del fútbol es del 10%.

Elegir una obra como ‘El Lazarillo de Tormes’ es un claro reflejo de la convulsa situación actual. ¿Entre la política hay mucho pícaro?

La clase política está muy revuelta, es verdad. Pero hay que recordar que la clase política representa a la sociedad, en todos los sentidos. Cuando hay tantos escándalos, es porque hay una sociedad que permite esto. Mucha gente que nos escandalizamos con las tarjetas, con lo que han hecho Pujoy y sus hijos… ¿cuántos de los que critican este tipo de actitudes habrían hecho lo mismo? ¿Cuántos de los que critican las tarjetas no las habrían usado? Yo sí (se ríe). Al final, la picardía refleja una mentalidad social.

¿Pero todo el país es pícaro o es que la política atrae a los pícaros?

Es una mentalidad en general. Aquí hay una cultura que fomenta eso, mientras que, por ejemplo, en Finlandia tienen otra forma de ver las cosas. Somos un país donde hay esto, como ocurre en Italia o en Grecia. Creo que tiene que ver con esa mentalidad de que, para que te vaya bien, tienes que ir a lo tuyo, aunque sea robando al vecino. Pero hasta la ciencia insiste en que, para prosperar, es necesaria la cooperación.

Así que llevamos la contraria hasta a la ciencia…

La picaresca conduce a la ruina, incluso a los que creían que les iba a ir muy bien. Sin esta avaricia desmesurada, no habría habido esta crisis.

Y de ahí que represente El Lazarillo.El Lazarillo

Pues sí.

¿No resulta más difícil sorprender al público con un clásico que, al final, es una lectura escolar, que todo el mundo conoce?

Todo depende de la manera de hacerlo. Si lo lees como un profesor, se aburrirán como los alumnos, pero siempre puedes buscar el arte. Y la reacción del público es increíble. En mi caso, mientras pueda respirar, lo mantendré en mi repertorio.

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