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Una tradición Gigante para los más pequeños

La comparsa de Gigantes y Cabezudos, en el paseo Sarasate.

Garikoitz Montañés

Pamplona —

Mueven a cientos de personas. Cada día, fieles a su cita. Hay quien lo ve desde el vallado, admirando su belleza, sus pasos acompasados, su carrera en grupo; y, también, quien se atreve a ponerse delante. Es la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona, una de las tradiciones por excelencia de los sanfermines, en especial para las familias y los más pequeños. Desde el rey europeo a 'Caravinagre', de 'El Africano' a 'Patata', cada niña y niño tienen sus preferidos entre esta costumbre que se remonta al siglo XVI y que representa mucho más que una estructura de cartón piedra, unos ropajes de terciopelo y unos bailes al son de los gaiteros y txistularis.

Un total de 93 socios de la comparsa hacen posible este desfile, 66 de ellos cada día conformando la comitiva. Tres personas por cada gigante, dos por cada cabeza, que se distribuyen bien por cada pasacalles (caso de los Gigantes) o bien antes y después de los almuerzos (en el de los Cabezudos, kilikis y zaldikos). Para decidir cómo repartirse cada personaje, la comparsa tiene en cuenta la forma de bailar de cada aspirante, si se ajusta más o menos a la figura. Patxi Laborda, por ejemplo, lleva 23 años dentro de la comparsa y baila a 'El Europeo', el que abre camino en esta procesión de ocho figuras, dos por continente. “Una cosa es cómo bailas y otra a dónde te lleva la propia figura. La clave no está tanto en el peso como dónde tienen el equilibrio. Se nota mucha diferencia entre bailar con uno u otro, para mí los más difíciles de llevar son 'El Europeo', 'El Africano' y 'El Americano'. Ellas, en cambio, son más sencillas”.

Sobre la preparación necesaria para portar las figuras, la comparsa huye de mitos, aunque muchos de sus participantes acumulen años de experiencia. “¿Cómo nos preparamos a lo largo del año? Con colesterol”, bromea Xabier Garin, que sale desde hace once años por las calles pamplonesas portando 'La Europea'. Las claves están en tener la fuerza suficiente para portar estas figuras de entre 56 y 64 kilos de peso, adaptarse a su punto de equilibrio y, además, ayuda ser dantzari o, simplemente, contar con un buen oído para la música.

¿Es fácil entrar en la comparsa? Desde el colectivo, que alguno de sus miembros considera “el más querido de Pamplona”, reconocen que hay muchas leyendas al respecto, pero es cierto que tampoco es sencillo. Cualquiera puede solicitar su ingreso en la entidad, pero ha habido aspirantes que han esperado “hasta once años”, recuerda el presidente de la comparsa y miembro de la misma desde 1978, Mari Ganuza. “A mí hacerme fijo también me costó diez años. Hay unas plazas y unas listas de espera. Si por mí fuera, haría más Gigantes para que todo el mundo pudiera salir, pero hay las que hay”, puntualiza.

Ganuza, por cierto, lanzó en 2010 el Chupinazo en reconocimiento a la labor de la comparsa. Ahora lo recuerda como “algo muy bonito. Cualquiera que sea de Pamplona sueña con protagonizar ese momento. Y a mí me llegó. No me lo creí hasta que me vi ahí”.

La repercusión de Internet

Para muchos niños y niñas pamploneses, los Gigantes son su particulares superhéroes. No es extraño ver a los más pequeños llevando réplicas de plástico de las figuras, cantando la música, exigiendo ir cada día a esta cita. Aunque, como este pasado 6 de julio, la lluvia estuviera a punto de cancelar la primera salida de la comparsa durante los festejos (una tormenta puede dañar la ropa de las figuras), miles de personas se congregaron junto a la estación de autobuses (antaño era desde la vieja, pero desde hace cinco años la cambiaron por una salida triunfal desde el parking de la nueva) para presenciar el espectáculo, acompañar a las figuras por las calles de la ciudad y sacarse una foto con sus héroes.

Para la comparsa, esta respuesta masiva, y enfervorecida, es el reflejo de las nuevas tecnologías, de las redes sociales, de, por ejemplo, el fácil acceso a YouTube para que los niños puedan ver en cualquier momento estos bailes. Hay bailarines que agradecen esa repercusión y otros que temen que las nuevas generaciones se cansen o pierdan perspectiva. No en vano, no siempre se puede presenciar una costumbre tan antigua y viva, tan humilde y elegante. No quieren que se pierda ese halo especial, asociado a los sanfermines, al tiempo en familia, a esas figuras Gigantes que nos hacen sentir pequeños.

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