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Sobre este blog

Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.

Escenas de Ajuria Enea

Es complicado que los políticos se pongan de acuerdo. A pesar de los más de 6.000.000 de parados en España o los más 160.000 en Euskadi. Aunque el PIB caiga un 1,9% en el último año. Es difícil que los políticos se sienten en las instituciones y digan: señoras, señores tenemos un problema por encima de nuestras diferencias y debemos solucionarlo. Es imposible imaginarlos diciendo: tenemos que generar empleo para los nacionalistas y los no nacionalistas, para los conservadores y los progresistas, para los de Amoroto y los de Brozas, los de Madrid y los de Marrakech que viven aquí. Es impensable confiar en que pongan el interés general por encima de cuitas partidistas, o incluso personales, y se pongan a trabajar para generar empleo. Pero, sobre todo, es imperdonable que no lo hagan.

Ahora bien, hay cosas que son todavía más esperpénticas. Que no alcancen pactos es bochornoso y demuestra sus incapacidades. Pero que ni siquiera sean capaces de alcanzar un acuerdo para decir que han alcanzado un acuerdo es vergonzoso. Iñigo Urkullu (PNV) reunió a las diputaciones y Eudel (organización que engloba a la mayoría de ayuntamientos vascos) para ofrecerles un pacto sobre cómo invertir el dinero de más que podría llegar a través de un mayor endeudamiento. Tras la reunión, con una bonita foto, el Gobierno vasco se apresuró a decir que había acuerdo. Apenas 12 horas después el diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano (EH Bildu), desmentía al lehendakari y negaba la existencia del pacto. A simple vista no parece que haya que ser un lince para, al salir de una reunión, saber si has llegado a un acuerdo o no. Ellos parecen no saberlo.

Pero, por si fuera poco, si no llegan a un acuerdo entonces entran en la guerra del “y tú más”. El PNV ya ha puesto en marcha la maquinaria para desmentir el desmentido e intentar dejar claro que sí, que salieron felicísimos todos y brindaron con cava de marca blanca el entendimiento y que ese díscolo mal encarado es pérfido y malvado y lo que quiere es hundir el país para repartirse los restos del naufragio que lleguen a su playa. Entonces sale el consejero Aburto y dice en Radio Euskadi, para dejar clara constancia de que sí hubo pacto, que lo que sucedió en Ajuria Enea fue que Urkullu “puso sobre la mesa la disposición a compartir parte del posible aumento del déficit con un carácter interinstitucional, para que las diputaciones puedan participar en el mismo y, de alguna manera, se puedan acometer infraestructuras que seguramente, si no fuera de esta manera, podrían pasar décadas hasta que pudieran ser viables”. Y de verdad, uno escucha eso e inevitablemente piensa que la reunión debió ser algo así.

Solo María Dolores de Cospedal, con sus simulaciones diferidas, es capaz de superar esto. Porque lo que dice Aburto, interpreto, es que Urkullu planteó que si hubiera más posibilidad de endeudarse, que no depende de él, el Gobierno vasco podría compartirla con las Diputaciones para que estas inviertan. Pero que ni la decisión es suya ni sabe cuándo se tomará ni cuánto dinero es. Vamos, que es como cuando en agosto y tirado en la playa, piensas lo que harías si te tocase la lotería.

Pero si no sabe el lehandakari cuándo ni cuánto dinero va a disponer de más por la vía del endeudamiento, ¿para qué convoca la mesa? Esta foto se basa en una estrategía habitual en la derecha española y, por extensión, la vasca. Cuando están en la oposición -llámense Mariano, Arenas, Álvarez Cascos, Bilbao, Ortuzar o Egibar- el Gobierno de turno es inepto, peligroso, incapaz y hunde al país y, por lo tanto, hay que negarle el pan y la sal, el agua y el oxígeno hasta que fallezca y desaloje. Que ya llegan ellos, los únicos que aman la patria sea cual fuere, y arreglan el desaguisado. Y cuando gestionan cambia el panorama. Desde el momento en el que pisan alfombra oficial es obligatorio que todos se pongan a rueda del líder y pedaleen a favor de su programa. Lo contrario es deslealtad y la culpa siempre es de la oposición. Se olvidan de que gobernar es decidir y arriesgar. Proponer y sumar. Ignoran que gobernar es hacer algo y no esperar a que los demás, desde Alemania, Madrid o la bancada de la oposición, te solvente la papeleta.

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