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Sobre este blog

Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.

El viejo discurso ha muerto

Igor Marín

Ya han pasado los comicios y los resultados han dejado un mensaje claro: las viejas políticas ya no sirven. El bipartidismo español, tripartidismo en Euskadi con la presencia del PNV, ha sufrido un revés importante y las nuevas formaciones, principalmente de izquierda como en casi todo el sur de Europa, han calado en la población. El increíble descenso del PP, la debacle insoportable del PSOE y la bajada del PNV tienen que producir cambios importantes. No sirve más aquello de debemos reflexionar. Los partidos tradicionales, si quieren seguir siendo útiles a la ciudadanía, tienen que actuar sin paños calientes. Primero, porque la abstención ha ganado las elecciones de calle con un 54,16% por un 49,06% de la suma del PP y el PSOE. Porque el voto en blanco (2,29%) ha superado a partidos como Compromís-Equo (1,91%). Porque el viejo discurso ya no es discurso y la nueva sociedad, apoyada en la globalización y en la comunicación, ya no acepta trágalas ni discursos en pos de una responsabilidad institucional jamás explicada.

Toda la izquierda tiene que reflexionar sobre este resultado. La atomización del voto progresista ha provocado que el Partido Popular más retrógrado de los últimos tiempos (de ahí que no haya ultraderecha en España) haya ganado las elecciones. Con un mal resultado, sí, pero ha ganado las elecciones. Izquierda Unida debe saber cuál es su papel, cómo perciben la ciudadanía a un partido que es una coalición en cada barrio y que, sin ir más lejos en la propia Euskadi, defienden una cosa y la contraria. Nadie sabe cuál es el discurso real de los herederos del PCE y en el viejo País Vasco no creo que haya más de diez personas que distingan Ezker Batua de Ezker Anitza de Izquierda Unida de… un conglomerado imposible de aclarar sin un buen croquis y la ayuda de un psicoanalista.

EH Bildu, en la campaña más baja de todos los tiempos, ha obtenido un gran resultado. Atrás quedan los tiempos del plomo en el colectivo imaginario y, por suerte, la sociedad tiende a democratizarse. La gran coalición abertzale gana en su viejo granero guipuzcoano pero, además, gracias al apoyo rural se impone en Álava, antiguo reducto de los denominados constitucionalistas. Y la clave del éxito es sencilla: su discurso es nítido. Te podrá gustar o no, pero son reconocibles.

Este resultado de EH Bildu deja al PNV tocado. Podrán bailar con las cifras o sonreír al calor de los focos. Pero en la intimidad, cuando nadie les ve, son conscientes de que están en clara retirada. Un Gobierno gris en Lehendakaritza y los excesos de 40 años en el poder les convierten en Euskadi en la tercera pata del bipartidismo. Y su éxito se reduce cada vez más geográficamente a la profunda Bizkaia señorial. El PNV es cada vez más un partido de Bizkaia que, por la diferencia demográfica, consigue de momento gobernar en Euskadi. La debacle en Álava, y en especial en Vitoria, ha sido significativa.

Y el PSE sigue en caída libre. Ni siquiera cuesta abajo. Se han lanzado desde un puente y a estas alturas ya hay quien duda si hay cuerda que frene la caída. Arrastrados en parte por el desgaste del PSOE, los socialistas vascos se han quedado sin discurso (¿qué justifica el acuerdo con el PNV?) y sin horizonte. El PSE no es reconocible como el partido progresista de Euskadi a pesar de los cambios que intentó desde el Gobierno vasco. Ni los supo rematar ni los supo transmitir ni los supo amortizar. Y ahora vaga por un desierto de discurso ‘feng shui’ en el que el objetivo es más no errar que dar la cara y hacer propuestas de calado que cambien la sociedad. El PSE necesita desnudarse delante del espejo, reconocer los michelines que le sobran, apostar por una dieta ideológica progresista de verdad y salir a correr. El resto es engañarse y seguir cayendo.

Por último, la gran sorpresa. La irrupción de Podemos. Un partido con cinco meses de vida pero que ha enganchado con una parte importantísima del electorado descontento. El tiempo dirá si es flor de un día o un proyecto serio. De momento, cuenta con lo que los demás adolecen: ilusión y apoyo ciudadano. Le falta tiempo y, ahora que son un agente más en la política española, ver cómo reaccionan en el día ante las cuestiones concretas que no se pueden decidir con el trazo grueso de su campaña. Pero Podemos quizás no sea un partido hecho para gobernar, solo el tiempo lo dirá, pero sí es un proyecto que debe hacer a los demás ser consciente (que aunque nadie lo crea no lo son) de que la sociedad ha cambiado antes que ellos.

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