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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ceremonia de la confusión

Concentración en Madrid en apoyo a la víctima de 'La manada'

Begoña Muruaga

Circula por la red la noticia de que la palabra más buscada el pasado año ha sido 'feminismo'. Una buena noticia, dicen algunas personas, porque demuestra el interés que la gente tiene por el tema. Claro que también se podría interpretar al revés: la mayoría de la gente desconoce lo que es el feminismo y lo tiene que buscar en la red. Sea como fuere, el debate está servido. Y si fuera un debate tranquilo, respetuoso, argumentado… ni tan mal. El problema es que a la velocidad a la que circula la información en las redes no tenemos tiempo para reflexionar en profundidad y estamos instalados en la confusión.

Se genera confusión cuando se dice que una película o una serie son feministas por el mero hecho de ser una mujer la protagonista principal. El feminismo es una teoría filosófica y una práctica política que cuestiona los roles tradicionales y que defiende una sociedad en la que las mujeres tengan las mismas oportunidades y la misma libertad que los varones para decidir sobre su propia vida. Es evidente que ni todas las mujeres son feministas ni cualquier acto realizado por una mujer es feminista. Es más, también las mujeres tenemos parte de responsabilidad en el mantenimiento de este orden patriarcal.

Se genera confusión cuando al acceder una mujer a la presidencia de una multinacional o de un gobierno, o cuando recibe un galardón por sus éxitos profesionales se expone el logro como muestra inequívoca de que existe la igualdad. Esos pequeños pasos contribuyen a la igualdad, qué duda cabe, pero aún estamos muy lejos de la igualdad real. No hay más que ver las tasas de paro, la discriminación laboral, la utilización del cuerpo de las mujeres en la publicidad, la violencia sexista, la falta de corresponsabilidad por parte de los varones o el tema de los cuidados para darse cuenta de ello.

Se genera confusión cuando se pretende denunciar el sexismo en un concurso de belleza. El año pasado, en la elección de Miss Perú, al preguntarles a las aspirantes sus medidas, éstas respondieron con datos sobre la violencia contra las mujeres en aquel país.  ¿'Un gol al patriarcado', como alguien lo calificaba? No lo creo. Suscribo, más bien, la tesis de algunas feministas que decían que un marco sexista no es el apropiado para denunciar la violencia machista.

Se genera confusión cuando, ante las numerosas agresiones contra las mujeres, se plantean espacios segregados para ellas, ya sean en un determinado recinto o en vagones específicos en el transporte público, apelando a la seguridad. Las mujeres no deseamos guetos. Las mujeres tenemos derecho a sentirnos seguras en todas partes.    

También la Iglesia Católica genera confusión cuando habla de 'ideología de género' (sic), lo mismo para referirse al feminismo que a las reivindicaciones del movimiento LGTB. El movimiento feminista no solo reivindica una sexualidad libre para las mujeres, sino que cuestiona el rol tradicional en la familia y denuncia las múltiples formas de discriminación y violencia que se ejercen contra las mujeres en todos los ámbitos. El movimiento LGTB, por su parte, centra sus reivindicaciones en la libertad sexual, tanto de las personas homosexuales como de aquellas que no se sienten cómodas con el sexo asignado.

Se genera confusión cuando frente a una campaña en contra del acoso y la violación, determinadas mujeres hablan de puritanismo, y mezclan esos delitos con lo que ellas creen que es una necesaria tensión sexual en las relaciones entre mujeres y hombres. Para las mujeres está muy claro el límite entre la seducción y el acoso, y quiero pensar que también para la mayoría de los hombres. Por tanto, menos frivolidades con un tema que afecta a tantas mujeres en el planeta.

Por todo ello, conviene que en este debate sobre lo que contribuye a la igualdad y lo que refuerza los roles tradicionales no nos confundan quienes, de forma burda o sutil, pretenden que todo siga igual; quienes pretenden culpar al feminismo de todos los males del mundo, argumentando que las mujeres queremos ir demasiado lejos. Las mujeres no queremos ir demasiado lejos, sino que, como hemos dicho hasta la saciedad, queremos llegar a ese lugar en el que hombres y mujeres compartamos al 50% las responsabilidades, tanto públicas como privadas; queremos llegar a una sociedad más igualitaria, más justa. Y en esa lucha tenemos que buscar la complicidad de aquellos varones que saben que la igualdad también les beneficia a ellos.

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