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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Euskadi ante las elecciones europeas

José Luis Salgado

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Una vez más nos toca acercarnos a las urnas para elegir a las personas que nos representarán en el Parlamento Europeo de Estrasburgo durante los próximos cinco años. Estas elecciones, a pesar de lo que nos jugamos en ellas, no suelen suscitar el interés de la ciudadanía y son las que mayor abstención registran de entre todas las citas electorales que tenemos en Euskadi. La duda será si este año se repetirá este comportamiento tal y como está la situación social, económica y política en la sociedad vasca, que está sufriendo los efectos de la crisis de una manera cada vez más evidente.

En general, la ciudadanía percibe la importancia de las instituciones europeas en el rumbo que sus políticas marcan su día a día. Pero el rechazo a estas políticas se traduce en muchos casos en un rechazo a la propia Unión Europea, satanizada como causa de muchos de los males que afectan a nuestra sociedad. Es posible que en Euskadi este rechazo sea menos acusado que en otras partes de España y de Europa, pero el rechazo y el desinterés se ponen en evidencia cada vez que tenemos que elegir a nuestros representantes en Estrasburgo. Lo triste es que estos, y los partidos que los respaldan, no hacen, en general, gran cosa para revertir esta situación.

Los gabinetes de comunicación de los partidos políticos se enfrentan siempre a estas elecciones con el reto de conseguir reducir el porcentaje de abstención y de cosechar los votos que justifican su trabajo. Y, dado el desinterés, e incluso el rechazo, por los temas propiamente europeos, la solución pasa por hablar de temas nacionales o autonómicos y vincularlos a estas elecciones, con lo que los comicios acaban convirtiéndose de facto en una especie de primera vuelta de las elecciones nacionales, autonómicas o locales que toquen a continuación.

Y aquí es donde está el gran error que siempre acabamos pagando los ciudadanos. En Europa nos jugamos mucho, pero mucho más de lo que la mayoría de la gente percibe. En Europa las mayorías son distintas, el ámbito de actuación es diferente, pero nos afecta mucho más de lo que creemos. Y lo primero que tenemos que cambiar si queremos una Europa a la medida de las personas es el propio modelo europeo, un modelo impuesto por las mayorías de los partidos tradicionales, tanto conservadores o liberales como socialdemócratas, en el que los intereses que defienden las instituciones europeas no son los de la ciudadanía. Estos grupos políticos han creado una institución supranacional necesaria, sí, pero basada en el dominio y la perpetuación de un modelo económico cuyos límites no se cuestionan. Y los que cuestionamos este modelo político y económico y propugnamos una Europa unida con vínculos diferentes, se nos excluye y se nos trata de antisistemas e incluso de antieuropeístas.

Estamos ante una cita trascendental para el futuro de millones de europeos. Los recortes y las políticas de austeridad que sufrimos en España, Grecia o Portugal amenazan con extenderse paulatinamente a toda la ciudadanía europea a medida que la mala situación económica causada por quienes diseñan estas políticas se vaya extendiendo por Europa. En cierto modo, esta situación ya se está produciendo y al mero euroescepticismo tenemos que sumar otro fenómeno que no se había producido en nuestro continente desde los años 30, con las consecuencias por todos conocidas, pero parece que olvidadas: el auge de la extrema derecha y de los sentimientos nacionales extremos y excluyentes.

Puede parecer que es imposible cambiar el rumbo de este gran trasatlántico que es la Unión Europea y menos desde nuestro pequeño txoko, pero en realidad no es así. El primer paso es tomar conciencia de lo que nos jugamos, no solo nosotros sino también las nuevas generaciones que vendrán, de que por este camino vamos mal y que debemos buscar nuevas formular para salvaguardar esa Europa social que la ciudadanía demanda. El siguiente paso es actuar y participar en el proceso con quienes apuestan verdaderamente por un cambio de rumbo para el sueño europeo, herido de muerte por visiones cortoplacistas e interesadas. Solamente de esta manera podremos superar la Europa de los mercados, la Europa de las naciones o de las regiones para construir la verdadera Europa de las personas.

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