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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Podemos no es Pablo Iglesias

Pablo Iglesias carga "toda la responsabilidad" sobre el PSOE.

Josu Montalbán

¿Para qué ha venido Pablo Iglesias a la política?

¿A darle valor o a anularla, a serenarla o a impacientarla? Si la política es el arte (actividad artística) de gobernar a los pueblos y a sus gentes, Pablo Iglesias no debe ser un buen político porque no se comporta como un artista sino como un agitador. Su modus operandi está basado en la tergiversación de los conceptos y, sobre todo, en la interpretación enrevesada de los acontecimientos. Se trata de alguien dotado de una inteligencia privilegiada, pero su voluntad es perversa, tanto que especula con el lenguaje constantemente, y dirige sus mensajes a quienes están más expuestos a las debilidades y los riesgos. No le gusta compartir espacios ni mensajes porque actúa como los enviados, como los predestinados. Enrarece los ambientes porque se desenvuelve mejor en medio de las sombras, o sumergido en la niebla, que a plena luz. Pero a veces se equivoca, principalmente cuando lo que pretende y persigue es equivocar a los demás. Su complejo de inferioridad choca constantemente con esa forma de superioridad intelectual que emana de su desparpajo desenfrenado y atrevido. Es, ahora mismo, el hándicap más importante de Podemos, que es una formación política tan interesante como emergente, tan necesaria como peligrosa. Diré por qué con un sencillo ejemplo.

Cuando Pablo Iglesias ha acudido a la entrevista con Mariano Rajoy, previa a la sesión de investidura, su posición ha sido drástica e inequívoca. “Entre Podemos y el PP no cabe acuerdo alguno”, ha sido la conclusión. Esa misma posición la han mantenido otros y no es, para nada, objetable. Lo que sí lo es es su comportamiento después, cuando en una rueda posterior al encuentro, lejos de ceñirse a exponer sus razones, la emprendió a mandobles contra el PSOE fundándose en impresiones de muy dudoso fundamento, pero de muy malvada intención. Sin embargo, su desatada lengua cayó en flagrantes contradicciones y errores por su obstinación para desacreditar al PSOE poniéndole entre la espada y la pared.

Primero marcó un terreno de juego engañoso. “Sánchez debe elegir entre Rajoy, una alternativa de izquierda o terceras elecciones”, dijo. Y erró porque ¿cuál es esa alternativa de izquierda que alcanza los 176 escaños imprescindibles para el éxito en el empeño? Iglesias sabe que las terceras elecciones, que él mismo ha juzgado como poco beneficiosas, solo pueden ser evitadas con una abstención que permita gobernar al PP, como fuerza más votada, o con un acuerdo PSOE-Podemos-C´s, de tipo reformista, que se proponga atajar los problemas más acuciantes y urgentes, como la corrupción, la desigualdad, la integración territorial española o la reforma constitucional, entre otras cosas. Pero Iglesias no está dispuesto a nada porque solo persigue la destrucción del PSOE, que traería consigo su conversión en el segundo en el litigio electoral. Tal es su obstinación que no le valdría ninguna explicación del PSOE si optara al fin por la abstención para evitar unas nuevas elecciones.

Iglesias ha dicho que “si el PSOE se abstiene se convertirá en su socio (del PP)”, porque “en política no es posible una cosa y su contraria”. ¿En qué quedamos? ¿Acaso no cabían tres alternativas? ¿Cabe, entre tres alternativas elegibles, reducirlas cuando le conviene en dos, una cosa y la contraria? De modo que ya se ha arrogado el liderazgo de la oposición si Sánchez se abstiene, aunque tal abstención vaya seguida del ejercicio de una oposición parlamentaria meticulosa y exigente.

A Iglesias le tiene derrotado su ambición desmedida y desatada. Intenta dar lecciones por todos los lugares por los que va: lo mismo degrada al caído que se sube sobre los hombros del poderoso. Regala libros que, casi seguro, no los ha leído él. Busca llamar la atención con apósitos circunstanciales ya que no lo hace con componentes esenciales. Dice ser de izquierdas aunque predique que no existen la derecha ni la izquierda porque solo busca los votos, incluso de algún ultraderechista despistado. Ejerce el poder dentro de los suyos con escasa comprensión y ninguna compasión.

Si Rajoy termina siendo investido presidente reclamará su rango de líder de la oposición aunque el PSOE no vote a favor de dicha investidura y anuncie su condición como primer grupo opositor. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, ha dicho: “No tengo ninguna vinculación con Pablo Iglesias…Ni contactos”. Manuela Carmena y Pablo Iglesias no han confluido porque ella es un río caudaloso y él no pasa de ser un arroyo que se despeña en una montaña, que apenas lleva agua cuando no está la climatología en época de lluvias.

¡Podemos no es Pablo Iglesias!

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