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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Susana, no cuela

José M. Portillo

La lideresa que quiere asaltar los cielos de Ferraz, o que lo haga de nuevo un mandado (pero esta vez atado en corto), debería tomar buena nota de lo ocurrido en el Congreso de los Diputados. Con ella debería hacerlo la parte del baronazgo socialista tan pendiente de encajar un palo en la rueda de Sánchez, que se andaban olvidando ya de cómo se las gasta la política barroca en este país.

Menos mal que para eso está el escenario. Si estuvieron atentos al mismo podrán haber advertido que a poquito que fuercen la máquina de su raca-raca se van a encontrar con la siguiente paradoja: la línea roja que le trazaron a Sánchez para poder ser investido presidente del Gobierno se la van a tener que comer con patatas para permitir que lo sea Rajoy. Como buen conocedor (o, al menos, practicante) de la tradición política barroca de esta monarquía, el presidente en funciones ha logrado el mágico resultado de que lo que es no lo parezca y de que lo que parece ser no sea. Ya no es malo, ni moralmente reprobable, ni un atentado contra el orden constitucional y la unidad de España pactar con fuerzas que propenden con tanto énfasis como cinismo al independentismo de una parte del patrio suelo. Al contrario, es bueno, es razonable, es lo que conviene a España.

Quienes prohibieron a Sánchez pactar con estos y aquellos se van a poder ver ahora en la tesitura de (por el bien de España de nuevo, qué menos) tener que abrir paso a un gobierno que viene ya dibujándose por la vía del pacto con este tipo de socios. O sea, lo que era poco menos que un casus belli si lo hacía el candidato del partido propio, se lo van a tener que consentir ni más ni menos que a quien ha ido construyendo esa imagen demoniaca de todo lo que no entra en lo que el PP entiende por “orden constitucional” (y donde, por cierto, han incluido en no pocas ocasiones al mismo PSOE). ¿Por qué?

La razón creo que a estas alturas y visto lo visto no se le ha de escapar a nadie: porque en este país no hay un PSOE, sino dos y compiten a muerte entre ellos, tanto que Susana y sus cuates prefieren antes a un Rajoy que se pase el chicle con independentistas que ver a Sánchez en el único lugar donde sería invulnerable, la Moncloa. De lo que parece que se han dado cuenta hasta en Podemos, después del mentís de ayer a las cuentas de la lechera de Pablo Manuel, no es posible que no se sea consciente en el PSOE: Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu por la izquierda y CDC y PNV por al derecha han sido los facilitadores de que el PP se haga con el control de la presidencia de las Cortes (tercera magistratura del Estado, ni más ni menos) y muy seguramente, en unas semanas, del Gobierno. (Sí Pablo, esto empezó el año que naciste, pero tú has estudiado bien esa parte de la historia política de nuestro país, ¿de qué te sorprendes? El nacionalismo de derechas nunca ha hecho ascos a un buen pacto con Madrid. Repasa la negociación del Estatuto de autonomía vasco en 1979 con UCD, o el salvavidas que le lanzó Felipe al PNV roto en 1986, o la alubiada en la que Arzalluz y Aznar sellaron lo suyo en 1996. ¿Y el nacionalismo de izquierdas?, te preguntarás angustiado. Pues ya ves que no existe, es nacionalismo, a secas, y así actúa. Olvídate de que tu rollo de las políticas sociales o de la reforma constitucional les interese. Y así ha sido también desde 1978).

Sí, en el PSOE, en los PSOEs, lo saben bien y a eso están, mucho más que a cualquier otra cosa. No es que se equivoquen de portería, es que el equipo contrario no es el PP, es el otro PSOE. Con El País en el banquillo dando instrucciones, con la carcunda de la vieja guardia aplaudiendo cada jugada en el área contraria, Susana y los suyos no reparan en imaginación para conseguir la victoria. Tanta, que van a poner la olla del partido a máxima presión para forzar al secretario general a aceptar mediante la abstención la presidencia de un Mariano que ha cruzado fumándose un puro y con otro en el bolsillo para luego, las líneas rojas que podían desgarrar al propio partido. ¿Para qué? No hay duda: porque las líneas rojas solo estaban para que se estrelle Sánchez. ¿Por qué? Porque así será más fácil ganar donde creen que deben hacerlo, en su propio partido. ¿Qué partido? Lo que quede, que no será mucho, y que será la eterna muletilla del bien de España. Por mucho que quieran vestir al muñeco pronunciando ese mantra, no cuela. Se trata de lo que se trata, que es cargarse al secretario general, un díscolo que les ha salido tan rana que llevan tiempo añorando al número 7 por Madrid, que les pareció menos manejable pero que ha demostrado ser un chico mucho más formal y de orden.

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