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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El sindicalismo nacionalista y la democracia

Pedro Mª. Sánchez

Llevaban tiempo practicándolo, pero ya se han atrevido a decirlo alto y claro. Más que nunca. En la jornada de huelga del 30-M en Euskal Herria, ELA, LAB y las pequeñas organizaciones satélites que apoyaban su convocatoria de huelga general, se han manifestado contrarios al sistema de democracia parlamentaria. Su deriva es muy preocupante, especialmente la de ELA -otros ya estaban ahí-, hacia un modelo de sindicalismo político cada vez más orientado a emular a organizaciones antisistema, pero arrogándose el papel de auténticos representantes del conjunto de la ciudadanía.

Y sobran los motivos para la falta de apego de la población y las organizaciones al sistema, o para la convoatoria de huelgas, sin duda:

-La ciudadanía cada vez más hastiada y castigada por un modelo neoliberal impuesto por los dogmas de políticos profesionales, burócratas que viven de lo público defendiendo lo privado desde Bruselas.

-La desfachatez, el abuso, la falta de rigor y la inacción de los gobiernos español, vasco y navarro, que no son capaces de ir más allá de contumaces recortes y huecas palabras sobre la 'crisis'. Personajes con un estilo magníficamente reconocido y descrito por Serrat en sus poemas, declarando públicamente que para superar la recesión enorme del sistema capitalista están empeñados “en propiciar un diálogo de franca distensión que les permita hallar un marco previo, que garantice unas premisas mínimas, que faciliten crear los resortes, que impulsen un punto de partida sólido y capaz, de este a oeste y de sur a norte, donde establecer las bases de un tratado de amistad, que contribuya a poner los cimientos de una plataforma donde edificar un hermoso futuro” de empleo y prosperidad.

Pero también sobran los motivos para rechazar y cansarse del modelo de sindicalismo populista y demagogo de ELA y el archipiélago de organizaciones de su alrededor:

-Su soberbia absolutista, premeditada y que practica habitualmente allá donde dispone de mayoría, intentando especialmente marginar al sindicalismo de clase, confederal, en toda Euskal Herria, a pesar del enorme peso de este en la Comunidad Autónoma de Euskadi y su mayoría en Iparralde y Navarra.

- Su abuso del derecho de huelga. Una figura jurídica clave en la lucha de los trabajadores, banalizado por los evidentes excesos de convocatorias, cada vez menos exitosas, como demuestran las cifras oficiales y el paisaje industrial y comercial de la mayor parte del territorio de Euskal Herria en la jornada del 30-M.

-Su incapacidad para recoger ningún fruto de ninguna huelga general porque premeditadamente también, como estrategia política, que no sindical, decidió hace años no sentarse a ninguna mesa de negociación u organismo de los que toman decisiones sobre el mundo del trabajo y los derechos de las personas trabajadoras.

-Su desfachatez en la huída hacia adelante, en un modelo más político que sindical, en que pretende, como he dicho, situarse como antisistema, una organización que es el sindicato más subvencionado de toda la comunidad autónoma de Euskadi.

Es evidente que la democracia parlamentaria necesita cambios profundísimos. La propia democracia interna de los partidos, su financiación, su transparencia, los sistemas electorales, sus políticas neoliberales que, lejos de producir resultados positivos, hunden cada vez más a quienes peor están. Se necesitan también nuevos liderazgos en alternativas de izquierdas creíbles, que planten cara a esas políticas de la derecha. Pero con toda esa brecha abierta en la credibilidad de un sistema que está bajo mínimos, el hecho de que el 30-M un sector del sindicalismo de Euskal Herria, convencido de que dispone en exclusiva mundial de la verdad absoluta, de que este País les pertenece, haya convocado, como lo ha hecho antes, escondiendo cada vez menos sus objetivos políticos detrás de reivindicaciones socioeconómicas o laborales, una huelga general unilateral, es un desprecio a “los otros”, que no son ni los empresarios, ni los Gobiernos conservadores de Madrid, Gasteiz o Pamplona, sino todos aquellos que no comulgamos con su modelo nacional para Euskal Herria.

Las declaraciones de los lideres de la convocatoria del 30-M poniendo en tela de juicio la representación de los parlamentos y arrogándose ellos ser “el verdadero parlamento”, en el caso de ELA es solo una pose muy peligrosa para la democracia y tan despreciable como la de quienes ensucian la política cada día. Así es normal que los ciudadanos te den la espalda y tus huelgas den risa: la gente no es tonta y sus propios afiliados han desistido de la huelga en innumerables centros de trabajo. Deberían reflexionar porque, a su forma, también hacen que crezca en mí la sensación de que no. No nos representan. Ellos tampoco.

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