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Economía para vidas que merecen la alegría ser vividas

Alumnos de la Universitat Politècnica de València en el primer día de clase del curso del COVID.

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A finales del pasado y atípico mes de septiembre, el Gobierno británico apuntalaba la normalidad a secas –sin la mínima pretensión o disimulo de novedad– al indicar a los centros educativos que prescindan de materiales didácticos anticapitalistas, equiparando este posicionamiento político y académico a posturas antidemocráticas, racistas o antisemitas, así como a actividades delictivas. Con estas recomendaciones, el Ministerio de Educación pasaba de engrasar veladamente la inercia de lo que venimos siendo y haciendo en las coordenadas de la economía dominante a forzar agresivamente una maquinaria capitalista sin arreglo posible, expulsando y criminalizando, a la manera totalitaria, alternativas críticas de justicia social en las que acoger y recoger a todas las personas –al “99%” para el que Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser reclaman un proyecto feminista anticapitalista, antirracista y ecologista, incluyendo a ese “uno por ciento” al que Isabel Díaz Ayuso se empeña en privar de dignidad–. Al intervenir violentamente y sin complejos (en) la educación, una de las dimensiones culturales clave para la naturalización del capitalismo como condición y estilo de vida, el Gobierno de Reino Unido explicita vehementemente lo que otras instituciones practican con más prudencia o, quizás, maneras más sugerentes: la normalización (militante, irresponsable o inercial) de los esquemas dominantes para comprender y habitar este mundo, hasta volverlos tan invisibles e inocentes –tan falazmente desideologizados– como necesarios y pegajosos.

Queriendo participar en la labor compartida de transparentar y enmendar esta sedimentación del pensamiento único y dominante en la educación, investigadoras del Observatorio GEP&DO y el grupo de investigación EcoEcoFem, en colaboración con Pandora Mirabilia, elaboramos la investigación-diagnóstico sobre la situación de la enseñanza de la economía en el sistema universitario público español, apoyada y financiada por Economistas Sin Fronteras. El estudio, que será presentado este 20 de noviembre en las VII Jornadas Otra economía Está en Marcha, que organizan Economistas sin Fronteras y la UNED, parte de la identificación de una problemática concreta y de base que afecta, creemos, no solo a la justa conceptualización de las economías y sus prácticas, sino también a la calidad de la propia educación pública y, por tanto, a su contribución a la (in)formación ciudadana crítica y la salud democrática. En este sentido, la enseñanza universitaria de la economía adolece, en términos generales, de falta de compromiso analítico y espíritu crítico para cuestionar los supuestos y la metodología de las teorías y modelos neoclásicos –y, por extensión, para capacitar al alumnado para tal cuestionamiento–, así como de escaso pluralismo en sus enfoques, insuficiente interés en el análisis histórico y la integración de problemáticas presentes, desconexión con la “economía real” y la diversidad de la vulnerabilidad y una preocupante invisibilización de las perspectivas ética, ecológica y de género.

A la luz de esta problemática diversa –aunque coherente en su conjunto–, la investigación quiso plantearse, por un lado, como una radiografía de la enseñanza universitaria de la economía, observando si enfoques más diversos y heterodoxos han conseguido intervenir(la) o si acontecimientos recientes o presentes tan significativos como la Gran Recesión son incorporados a sus temarios; y, por otro, como un esfuerzo propositivo hacia la integración y transversalización de las diversas miradas críticas a la economía con el fin de transformar la enseñanza, y también el propio modelo económico, desde una perspectiva feminista, ecológica y de derechos humanos, con especial atención al ámbito local y su relación con lo global. En relación al primero de estos objetivos, el análisis de los planes de estudio y las guías e iniciativas docentes de quince universidades públicas estatales confirma que la integración de una perspectiva crítica, plural o heterodoxa en la enseñanza de la economía es aún minoritaria y, en cualquier caso, limitada a determinados aspectos o temáticas en los temarios, o bien concentrada en las asignaturas optativas, que se descubren como el espacio docente más favorable o accesible para la incorporación de perspectivas alternativas –aunque también como las materias marginadas del conocimiento esencial y sometidas a la presión de las demandas del mercado que condicionan, en muchas ocasiones, las elecciones del alumnado–. 

Pese a que la inmensa mayoría de guías docentes analizadas incluye como objetivo o competencia específica el desarrollo del “espíritu crítico” y la “capacidad de análisis crítico” del alumnado, la exposición de sus temarios y contenidos dan buena cuenta de la limitada integración de perspectivas, propuestas o teorías alternativas críticas-heterodoxas que pongan en discusión los principios económicos clásicos o dominantes. Algo muy parecido ocurre con la perspectiva de género, la desigualdad y discriminación (de género, raza, renta), el medioambiente y el compromiso ético: si bien algunas guías mencionan en sus objetivos o competencias que el alumnado estudiará estas dimensiones y conocerá las causas y consecuencias de sus problemáticas, el desarrollo del temario y los contenidos de las asignaturas no aborda específica o ampliamente estos asuntos –menos aún desde una perspectiva que debamos entender automáticamente crítica–. De hecho, las autorías de referencia más citadas en las bibliografías de las asignaturas analizadas no solo evidencian un clarísimo y alarmante sesgo de género; además, siguiendo el informe de Post-Crash Barcelona sobre la enseñanza de la economía en las universidades españolas (2014-2015), la mayoría de estos autores se enmarcan eminentemente en los preceptos de la escuela neoclásica. Y un último dato, no por ello menos preocupante o revelador: apenas un quince por ciento de las guías docentes analizadas en el periodo postcrisis (a partir del curso 2009-2010) han incorporado en su temario el estudio de la Gran Recesión, tras más de una década desde su estallido.

La opinión y el sentir del profesorado y el alumnado de economía participantes en el estudio, así como de las y los agentes de cooperación universitaria entrevistados, apoyan los resultados de este primer análisis. A través de entrevistas personales en profundidad y cuestionarios en línea pudimos conocer, entre otras percepciones, que la inmensa mayoría de los y las docentes, alumnas y agentes participantes en el estudio reconocen la existencia de un paradigma único o dominante en la enseñanza universitaria de la economía, que se corresponde con la visión neoclásica y capitalista. Concretamente, más de la mitad del profesorado entrevistado no cree que los planes de estudio de los grados en economía y materias afines hayan incorporado durante las últimas décadas miradas alternativas o heterodoxas respecto a esta visión neoclásica dominante. De hecho, el profesorado entrevistado reconoce reticencias y dificultades para introducir un enfoque pluralista en la enseñanza universitaria de la economía; entre otros, señalan obstáculos relativos a la competencia de las facultades, el desinterés del profesorado no formado, la falta de material técnico o la dificultad de incorporar perspectivas alternativas en asignaturas troncales. Ante la uniformidad neoclásica y las resistencias del sistema a acoger miradas heterodoxas en igualdad de condiciones respecto al enfoque dominante, tanto profesorado como alumnado coinciden casi por unanimidad en destacar la necesidad de capacitar y ser capacitado, respectivamente, para cuestionar críticamente las teorías y modelos económicos presentados en clase.

En definitiva y recapitulando, este diagnóstico de la enseñanza de la economía en la universidad pública española dibuja, como cabía esperar, un paisaje preocupante para quienes creemos y reivindicamos –muy especialmente, para quienes nos dedicamos a la docencia universitaria tanto dentro como fuera de las (a veces demasiado estrictas) fronteras económicas– que el conocimiento y también la economía deben ser rigurosos en el reconocimiento de la diversidad y en su compromiso con mirar mejor al mundo para elaborar “mejores versiones” del mismo y “vivir bien” en él, tomando las palabras de Donna Haraway. La esperanza, sin duda, la mantienen con vida las opiniones de docentes y alumnado como los participantes en nuestro estudio, que, sin compartir al completo ni necesariamente un posicionamiento anticapitalista, comprenden la urgencia de afinar y ampliar críticamente las miras de lo que consideramos economía (con y sin mayúscula) y el rol social de la propia disciplina; pues también es de responsabilidad y rigor reconocer, frente a los discursos e instituciones hegemónicas, nuestra agencia, nuestro margen de libertad y nuestra potencia para aprovechar las grietas del pensamiento dominante y atravesarlo con saberes transformadores. 

Esta transformación crítica de la enseñanza universitaria de la economía no pasa, creemos, por censurar o extirpar la visión neoclásica, sino por desmitificarla y derrocarla de su estatus naturalizado de teoría total y aséptica, dando visibilidad y reconocimiento científico a la riqueza de corrientes críticas, así como evidenciando su pleitesía a unos intereses dominantes que reproducen condiciones de vida (y explicaciones a estas condiciones) eminentemente injustas para el noventa y nueve por ciento de las personas y el planeta –como decía Carlos Lázaro en su artículo del pasado junio, “el mundo ”no es como es por casualidad“–. Por tanto, ya sean las reacciones como la del Gobierno británico el canto de cisne del capitalismo neoliberal institucionalizado o bien su estrategia restauradora, iniciativas como la investigación que presentamos aspiran a participar, en su medida y alcance, en la composición de una nueva normalidad de justicia social que no queremos que construyan ”otros“ –otros intereses privilegiados, otros mantras perversos–. Porque creemos que la economía, la universidad y la academia, como cualquier otra dimensión de nuestras vidas, pueden y deben ser espacios para imaginar, crear y encarnar vidas que merezcan la alegría ser vividas.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor y esta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

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