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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Candidatos y pactos en las elecciones británicas

Ignacio Jurado / Ignacio Jurado

A las 7 de la mañana (hora británica) los colegios electorales de Reino Unido abren hoy los colegios electorales. Como el lector ya sabrá, se celebra la elección general más igualada en décadas de la que Cameron o Miliband saldrán como primeros ministros. Tras repasar los temas que más han recibido atención en esta campaña (aquí y aquí) quería finalizar esta pequeña serie sobre las elecciones inglesas repasando cómo han llegado hasta aquí los candidatos y qué puede ocurrir a partir de mañana.

Candidatos

Es difícil saber cuánto importa en realidad el candidato para ganar las elecciones, pero esta ha sido una elección en la que los candidatos de los principales partidos no han estado a la altura. Su valoración en general es baja. Según los datos más recientes de la BES, Cameron tiene una valoración media de 3.69 sobre 10, Miliband de 3.44 y Clegg de 2.99. Los tres suspenden estrepitosamente.

Cameron ha sido un primer ministro poco popular que nunca se ha desprendido del aire elitista y solo al final de la campaña ha conseguido tener una aprobación ligeramente más positiva. No obstante, ha optado por un perfil muy bajo, renunciando a un cara a cara con Miliband y adoptando una estrategia muy “arroliana” de fiarlo todo a la recuperación económica.

Nick Clegg es la historia de un declive. Hace cinco años consiguió un éxito sin precedentes para su partido en gran medida gracias a sus dotes como candidato. Hoy, tras cinco años como Vice-primer ministro, su valoración está incluso por debajo de la del líder del UKIP, Nigel Farage, y podría incluso perder su escaño en Sheffield. La razón del declive de Clegg es su pérdida de credibilidad. El mejor ejemplo de esta pérdida de credibilidad ha sido la ruptura de su promesa electoral estrella en la campaña de 2010. Entonces, los Liberal-Demócratas aseguraron que si alcanzaba el Gobierno eliminarían las tasas universitarias para hacer una educación superior gratuita. Una vez entraron en la coalición gobernante, apoyaron la subida de tasas de los Conservadores hasta 9.000 libras por curso académico. Este fue el catalizador de una legislatura aciaga para los Liberal-Demócratas (aquí y aquí le podéis ver disculpándose). Hasta el punto que es posible que sean la quinta fuerza más votada, por debajo de UKIP y SNP.

El caso de Miliband es el de un candidato que nunca ha terminado de cuajar. Incluso hace unos meses hubo movimientos en su partido planteando la posibilidad de relevarle como candidato. Es evidente que con un escenario favorable, Miliband no ha conseguido lo que el Laborismo esperaba de él. Por un lado, su origen en la élite intelectual (es hijo del historiador Ralph Miliband y un ejemplo de la clase política inglesa educada en Oxford y Cambridge) le impide enganchar con el votante de clase obrera de su partido. Por otro lado, Miliband no tiene el encanto o la capacidad de seducción de la clase media que mostró Tony Blair en su primera época. Por último, los votantes indiferentes y menos politizados miran con recelo a un hombre que se tuvo que enfrentar a su propio hermano para ganar la secretaría general de su partido en una votación final muy ajustada.

Frente a los candidatos de los partidos tradicionales, la sorpresa de la campaña han sido tres mujeres. Con un discurso nítidamente de izquierdas, la líder de los nacionalistas escoceses del SNP, Nicola Sturgeon, de los Verdes, Natalie Bennett, y de lo nacionalistas galeses de Plaid Cymru, Leanne Wood coparon el éxito de los debates electorales. Tanto que incluso la encuesta YouGov dio a Sturgeon como la ganadora del debate entre los siete líderes de los partidos más importantes (¿se imaginan que en una encuesta realizada en toda España saliera Oriol Junqueras como ganador de una debate entre todos los líderes políticos?).

Pactos y coaliciones el día después de las elecciones

El escenario que se abre de fragmentación es totalmente nuevo para los británicos. Tras décadas con un bipartidismo imperfecto sostenido por un sistema electoral de distritos uninominales, las pasadas elecciones ya supusieron una novedad en tanto que dieron lugar a un Parlamento colgado (Hung Parliament) en que ningún partido ha tenido mayoría absoluta. Como resultado, el Reino Unido ha tenido cinco años de coalición entre Conservadores y Liberal-Demócratas.

Todo parece indicar que el escenario que saldrá de las urnas este jueves será una vuelta de tuerca más en la que incluso es posible que el partido gobernante lo haga en minoría. Por un lado, los Conservadores confían en reeditar su pacto de gobierno con el partido de Nick Clegg. El problema es que, si se confirma la debacle liberal-demócrata, es difícil que la coalición gobernante alcance una mayoría parlamentaria. Esto llevaría a que los Tories intenten ampliar su coalición de apoyo y conseguir el apoyo de los protestantes nor-irlandeses DEL DUP o, incluso, a UKIP. El problema radica en que los Liberal-Demócratas vetan a UKIP para formar un nuevo gobierno. La aritmética parece que será difícil para que los Conservadores aglutinen una coalición con los escaños necesarios para la mayoría (326 , aunque en la práctica bastaría con 323).

Por otro lado, todo indica que los Laboristas solo podrán sumar una mayoría si es con el apoyo de los nacionalistas escoceses. Paradójicamente, el SNP perdió el referéndum de independencia, pero de él salió muy reforzado electoralmente y arrasará en Escocia ganando en más de 50 de los 59 distritos escoceses. Escocia es tradicionalmente un bastión laborista y la principal razón por la que Miliband no conseguirá mayoría. En esta tesitura, el SNP, con un fuerte discurso antiausteridad, está dispuesto a negociar un gobierno en el Miliband sea primer ministro. Este es un escenario al que hemos estado acostumbrados en España (un partido de ámbito estatal pactando con un partido nacionalista periférico), pero totalmente novedoso para el Reino Unido. Esta posibilidad ha dado alas al nacionalismo inglés. El fantasma de un gobierno apoyado por el SNP ha recorrido las portadas de los periódicos (como esta del Daily Mail designando a Nicola Sturgeon la mujer más peligrosa del Reino Unido) y ha sido fundamental en la campaña de UKIP, Lib-dems y Conservadores (como muestra este anuncio en que se advierte de que un gobierno laborista será un gobierno entregado al SNP).

Para disipar cualquier temor de sus votantes ingleses (y para desanimar a sus potenciales votantes escoceses de votar a candidatos del SNP), Miliband ha descartado cualquier coalición o acuerdo de gobierno con los nacionalistas escoceses. No obstante, si tuviera que aventurar que puede ocurrir a partir de mañana, la posibilidad más razonable es que Labour forme un gobierno al que el SNP apoye en la votación y dé la confianza de modo “incondicional” sin un acuerdo de gobierno explícito. Esto llevaría a Labour a gobernar en minoría con apoyos puntuales del SNP (o de otros partidos). Si una coalición resulta aun algo extravagante en Reino Unido, les aseguro que esta opción era algo impensable para muchos ciudadanos hace poco. Además, resurgirá el debate de lo que se conoce como la West Lothian question. Dado que existen parlamentos en Escocia, Gales e Irlanda del Norte, pero no en Inglaterra, existen materias sobre las que Westminster legisla solo para algunas regiones. Por poner un ejemplo, los parlamentarios elegidos en Escocia pueden votar y decidir sobre cuestiones como la Sanidad inglesa, pero los parlamentarios elegidos en distritos ingleses no pueden votar sobre esas mismas cuestiones para Escocia. Se daría por tanto la paradoja de que el SNP sería determinante para decidir cuestiones que no afectan a los escoceses. Esta consecuencia de un sistema de descentralización asimétrico plantea un dilema interesante que sin duda va a adquirir relevancia en esta legislatura. 

NOTA FINAL:

No esperen acostarse esta noche sabiendo quién será el próximo primer ministro. El Reino Unido se caracteriza porque sus resultados solo se empiezan a conocer con precisión a altas horas de la madrugada. Los colegios electorales cierran a las diez de la noche y el recuento se hace de manera centralizada en cada distrito, retrasando el escrutinio en algunos de ellos a horas muy tardías o incluso al día siguiente en distritos rurales.

 

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