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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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¿Sois las mujeres menos corruptas?

Víctor Lapuente Giné

Ayer fue el Día de la Mujer y es una buena oportunidad para abordar uno de los temas candentes en los estudios de corrupción: ¿son las mujeres menos corruptas que los hombres? La respuesta sencilla es que sí, pero la relación entre género y corrupción tiene muchos matices: ¿se da en todos los países y contextos políticos? Y, si es así, ¿por qué? ¿Sois menos egoístas? ¿Tenéis más auto-control? ¿O simplemente no tenéis las mismas oportunidades y no se os invita a los clubs de amigachos que se reparten el pastel?

En este artículo, intentaré resumir qué sabemos de la relación entre mujeres y corrupción. Me baso en la evidencia más reciente que conozco – que no es la única, pues son varias las disciplinas en ciencias sociales (y las corrientes metodológicas) que se han interesado por esta relación –. En particular, me centraré en cuatro hallazgos interesantes. Hay muchos más (por ejemplo, sobre los efectos desiguales que la corrupción tiene sobre los hombres y las mujeres), pero los dejaremos para otra ocasión.

 

1. Cuantas más mujeres en la política, menor corrupción tiene un país.

Es el descubrimiento clásico de los primeros estudios comparados de corrupción. El gráfico 1, sacado del fantástico estudio de Stensöta, Wängnerud y Svensson (2015) resume la relación entre más mujeres en el parlamento y mayor capacidad para controlar la corrupción.

Gráfico 1. Mujeres en el Parlamento y Control de la Corrupción en todo el mundo.

 

Fuente: Stensöta, Wängnerud y Svensson (2015)

La presencia de las mujeres en el parlamento tiene una correlación de un 25% con el nivel de corrupción de un país. Obviamente, hay factores que influyen a ambas variables y que podrían explicar parte de la asociación entre participación política de las mujeres y corrupción, pero, aun así, los resultados suelen ser robustos cuando introducimos diversas variables de control. Además, estudios a nivel regional y en lugares distintos como México o la Unión Europea, muestran también una correlación entre la representación política de las mujeres y menores niveles de corrupción. Pero es que, además…

 

2. En los países más avanzados, las mujeres son todavía un mejor antídoto contra la corrupción.

Como vemos en el gráfico 2, la correlación entre “mujeres en el parlamento” y “control de la corrupción” sube a un (espectacular) 50% cuando restringimos el análisis a países europeos (la relación funciona también con países de la OCDE o, en general, países altamente desarrollados). Es una asociación bastante llamativa.

 

 Gráfico 2. Mujeres en el Parlamento y Control de la Corrupción en países europeos.

 

Fuente: Stensöta, Wängnerud y Svensson (2015)

Una explicación interesante la encontramos en este trabajo de Agerberg, Sundström y Wängnerud (2014).En países donde la corrupción es la norma social, como ocurre generalmente en los menos desarrollados, las mujeres, que tienden a seguir las normas sociales más que los hombres, puede que actúen de forma casi tan corrupta como ellos o, como mínimo, puede que si las mujeres lleguen a puestos de decisión política no sientan (tanto) la necesidad de introducir códigos de buen comportamiento o de luchar contra la corrupción. De hecho, la relación entre mujeres en puestos de responsabilidad política y corrupción desaparece en países autoritarios, como mostraron Esarey y Chirillo (2013). Una parlamentaria congoleña lo explicaba sin tapujos: “en el Congo, para sobrevivir, todos tenemos que ser un poco corruptos. (…) Ese es el sistema aquí”.

Sin embargo, en países donde el “buen gobierno” es la norma social, incrementar la representación política de las mujeres favorece que éstas apoyen medidas legislativas que vayan de acuerdo con esa norma social. Eso es lo que explicaría por qué en contextos como el europeo – donde obviamente existe corrupción, pero no es una norma social en el sentido de que no todo el mundo aceptamos los comportamientos corruptos – sea importante fomentar la participación política de las mujeres para luchar contra la corrupción.

En el gráfico, España aparece un poco alejado de la línea. Es decir, “deberíamos” tener menos corrupción dado que tenemos una participación elevada (en términos comparativos y no en términos absolutos, donde podemos mejorar aun) de mujeres en la vida política. ¿Por qué? Tres especulaciones muy preliminares y que no son incompatibles entre sí: 1) la participación política de las mujeres en España es relativamente reciente, con lo que deberíamos esperar más tiempo hasta que las mujeres dejen huella en la lucha contra la corrupción; 2) quizás tenemos más mujeres en el parlamento que otros países, pero menos en el ejecutivo (en la administración pública estamos bien; pero no puedo extenderme en este tema aquí, pues da para mucho) y/o en la empresas “corruptoras” (que también daría para otro artículo); 3) quizás nuestras mujeres “no están tan interesadas” en la corrupción como en otros países por lo siguiente:

 

3. Cuanto más generoso el Estado de bienestar, más castigan las mujeres la corrupción

El gráfico 3, sacado del capítulo de Stensöta, Wängnerud y Agerberg de este libro colectivo sobre corrupción en el que también he participado y que recomiendo a los lectores, muestra la relación entre el gasto social en un país y la diferencia en la aceptabilidad de la corrupción entre hombres y mujeres (con los datos de esta encuesta. Vemos una notable correlación: en aquellos países con estados de bienestar más generosos (como Suecia o Dinamarca), las mujeres son claramente menos tolerantes hacia la corrupción que los hombres.

  

Gráfico 3. Gasto social y diferencia entre hombres y mujeres en aceptación de la corrupción.

 

Fuente: Stensöta, Wängnerud y Svensson (2015)

Por el contrario, en los países europeos con menor gasto social, como España o Grecia, apenas existe diferencia entre hombres y mujeres en aceptabilidad de la corrupción. Obviamente, puede ser que los hombres del sur de Europa seamos especialmente honestos. Pero la explicación de los expertos es que seguramente las mujeres valoran más el estado de bienestar que los hombres – porque el estado de bienestar iguala las oportunidades vitales de hombres y mujeres – y, por tanto, son más severas con aquellos que abusan de lo público.

 

4. Las mujeres no sabemos si son más honestas, pero sí más listas.

En general, los datos discutidos en este artículo muestran la tendencia hacia la que se han movido los estudios sobre mujeres y corrupción: de un momento inicial, donde se argumentaba que la razón por la cual las mujeres son un buen antídoto contra la corrupción es que las mujeres son por naturaleza menos egoístas y más honestas, a la actualidad, donde los expertos enfatizan más factores “contextuales”. En determinados contextos (democracias, países desarrollados, estados de bienestar generosos), tener más mujeres en la política ayuda a reducir la corrupción.

 

Al mismo tiempo, tenemos evidencia, alguna anecdótica otra más sistemática, que apunta a que las mujeres son más reacias a intervenir en actividades corruptas. Por ejemplo, entrevistas a taxistas en Colombia indican que las mujeres policía de tráfico son más difíciles de sobornar que sus colegas varones. La proliferación de experimentos – donde se intentan recrear las condiciones de un laboratorio – en ciencias sociales durante los últimos años ha permitido comprobar que hombres y mujeres se comportan de forma distinta en negociaciones, incluyendo también las interacciones para llevar a cabo actividades corruptas. Aquí tenemos un buen resumen de muchos de esos experimentos en relación a la corrupción. La conclusión a la que llegan los autores (Frank, Lambsdorff y Boehm) es que la razón por la cual las mujeres en ocasiones participan menos en actividades corruptas que los hombres no es tanto que sean más honestas, sino que las mujeres reaccionan más ante la posibilidad de ser detectadas. Las mujeres frustran antes los planes corruptos. No se fían tanto de sus compinches. Les es más difícil tener “amiguitas del alma”. Los hombres, por el contrario, nos dejamos embaucar más por nuestros compañeros de trapicheo.

 

Vamos, que no sabemos con seguridad si sois más honestas, pero desde luego sí sois más listas que nosotros.

 

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