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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Un mando de la Policía confiesa haber suministrado datos bajo cuerda a Billy el Niño para protegerlo

Constancio Riaño declara como imputado en el caso Villarejo sobre su relación con Billy el Niño

Pedro Águeda

La repulsa que provoca la trayectoria policial de Billy el Niño no parece calar en un sector del Cuerpo al que perteneció y que sigue invitándole a celebraciones oficiales y tratándole como a un “compañero” más. El último ejemplo es el inspector jefe Constancio Riaño, mando de la Comisaría General de Información (CGI) hasta hace tres años, quien ha confesado ante el juez del caso Villarejo que suministró a Billy el Niño datos de los titulares de matrículas y de líneas de teléfono bajo cuerda porque, según él, su “amigo” Antonio González Pacheco se sentía amenazado.

Constancio Riaño Prieto compareció en la Audiencia Nacional el pasado 23 de septiembre para declarar como imputado en el marco de dos piezas del caso Villarejo. Está jubilado desde noviembre de 2016 y la última década en activo fue jefe de Relaciones Institucionales de la CGI, la sección que se dedica a facilitar a otras unidades los datos de ciudadanos que obran en poder de las distintas administraciones o del sector privado.

El inspector jefe Riaño insiste en dos ocasiones durante su declaración en que “no hay ninguna sentencia por torturas” contra Billy el Niño, el argumento legal que ha contribuido a mantener intacto el medallero del presunto torturador pese a los anuncios del Gobierno socialista de que le iba a retirar esas condecoraciones. 

“A todas las personas he intentado ayudar yo en mi vida como policía. Y un señor al que le califican de no sé qué, y que todavía no hay ninguna sentencia, le estaban aterrorizando, le estaban amargando la vida, y tiene una hija con cáncer ahora”, responde Riaño sobre Billy el Niño a preguntas del abogado de Enrique García Castaño, superior suyo en la CGI y también investigado. Según publico El Mundo, Billy el Niño utilizó ese material en beneficio de una empresa de seguridad que posee desde 1997, Spas Consultores, que presentó cuentas por última vez en 2016, el año de la jubilación del inspector jefe Constancio Riaño. 

El letrado pregunta a Riaño por qué González Pacheco, también jubilado, no denunció esas amenazas si era, como dice, “vigilado constantemente, seguido constantemente”. “Está demasiado desprestigiado por los medios de comunicación. Necesitaba un amigo”, contesta el investigado. “Está enfermo por eso”, añade.

Ante la sorpresa del abogado por el trato de favor, Constancio Riaño insiste en su confesión sobre las ayudas a Billy el Niño: “Por supuesto que sí, por supuesto que sí, tengo la obligación de ayudar a todos los ciudadanos de mi país”. En todo caso, el inspector jefe se escuda en que los datos de matrícula que entregó a González Pacheco se pueden conseguir en Tráfico pagando “dos euros y medio”. 

En cuanto a las titularidades de los teléfonos, el policía no ahonda. “(Billy el Niño decía:) He tenido estas cinco llamadas, igual, a ver si son de un enemigo mío y me quiere matar”, dice Riaño recreando las supuestas palabras de su amigo. Fuentes del caso reconocen que podrían deducir testimonio para que un juzgado ordinario investigara las afirmaciones de Riaño, pero creen que las generalidades en que incurrió abocarían al archivo esa denuncia. 

Como su inmediato superior, Enrique García Castaño, y varios de sus compañeros, Riaño está acusado de facilitar datos reservados a la organización criminal que presuntamente dirigía José Manuel Villarejo a cambio de dinero o prebendas. Riaño Prieto alega que solo cumplía órdenes de García Castaño, pese a que hay correos electrónicos incorporados a la causa que demuestran su relación directa con Antonio Bonilla, expolicía y presunto miembro de la banda de Villarejo. 

La Brigada Antiatracos que liberó a Quini

El inspector jefe Riaño es, como su amigo González Pacheco, un voluntarioso 'runner'. Así queda de manifiesto en las clasificaciones de las carreras que se pueden consultar en Internet. Aunque Constancio Riaño ingresó en la Policía en los años setenta, década de apogeo de Billy el Niño, el inspector jefe jubilado asegura que conoce a González Pacheco de la afición de ambos por correr. 

Riaño pertenece a la generación de mandos policiales que se han jubilado en el último lustro y que ingresaron en la Policía en los estertores del franquismo. A diferencia de otros imputados en el caso Villarejo, no estuvo destinado en la lucha antiterrorista hasta el último tramo de su carrera. Riaño integró los Omega, el polémico grupo Antiatracos de Barcelona en la década de los setenta que es conocido por sus métodos expeditivos, éxitos policiales y sospechas de corrupción, en una ciudad donde se podían llegar a producir una decena de asaltos con armas de fuego al día, según relatan policías de la época. 

Un grupo de aquellos Omega, dirigidos por Francisco Álvarez y que integró Constancio Riaño, fue el que liberó de su secuestro a la estrella del FC Barcelona Enrique Castro, 'Quini'. Paco Álvarez acabaría años después condenado por terrorismo de Estado en los GAL. Aún hoy sigue dedicado al sector de la investigación privada. Constancio Riaño, por su parte, pasó de la Brigada Antiatracos a jefe de seguridad de La Caixa en Barcelona, donde permaneció dos décadas. Al salir de la entidad activó la puerta giratoria que se prodiga entre mandos de la Policía para regresar al Cuerpo como jefe de Relaciones Institucionales de la UCAO de García Castaño. 

En el marco del caso Villarejo, Riaño Prieto asegura que siempre cumplió órdenes del Gordo, incluso cuando las solicitudes de información se producían de un modo informal, escritas en un 'post it'. Alega que pensaba que estaba trabajando “por España” pese a que recabó y trasladó datos, entre otros, de un bufete de abogados de Madrid, enfrentado a otro y que había requerido los servicios de Villarejo. García Castaño asegura que Riaño actuaba por libre y que tenía una intensa relación con Antonio Bonilla, el socio de Villarejo.

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