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Aguilar afirma que el periodismo político debe ser vivo e implacable como el deportivo

Aguilar afirma que el periodismo político debe ser vivo e implacable como el deportivo

EFE

Madrid —

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Muy cerca ya de celebrar las “bodas de oro” con la profesión, el periodista Miguel Ángel Aguilar opina que el periodismo político no está en sus mejores momentos porque “se investiga poco y se pregunta poco” y cree que debería ser más “vivo” e “implacable”, como el deportivo.

En una entrevista con EFE, sostiene que los periodistas se han ganado a pulso el desapego de los ciudadanos y denuncia el ejercicio de un periodismo de aljibe, que se limita a recoger lo que cae encima.

Aguilar (Madrid, 1943), secretario general de la Asociación de Periodistas Europeos (APE), de la que fue fundador en 1981, defiende que no se ha hecho la pedagogía conveniente para generar europeístas y lamenta que de Europa sólo llegue la imagen de burócratas o los conflictos comunitarios.

PREGUNTA: Usted ha comparado el exceso de información actual con lo que sucede en una inundación.

RESPUESTA: Estamos inundados de información y sin noticias contrastadas, inteligibles o potables. Hay una información contaminada que equipara la información rigurosa, contrastada y verificada con cualquier otra, hecha de cualquier manera, carente de precisión y fuera de contexto. Estamos sometidos a unos impactos noticiosos permanentes, es imposible darle a nadie una noticia porque la ha recibido por el móvil y en cambio esa noticia es fragmentaria y descontextualizada.

P: ¿Cree que los medios de comunicación están politizados?

R: Están bastante politizados, pero sobre todo arruinados y la suma de las dos cosas es bastante desastrosa. Se utiliza a los periodistas como arietes políticos, se les sitúa en muchos debates y en muchas ocasiones como los escuderos o los valedores de una causa política, cuando deberían estar fuera de ese combate. Deberían estar por encima, no permanecer alineados.

P: ¿Los periodistas deben resistirse a posicionarse políticamente?

R: Los periodistas como los obreros del andamio tiene su corazoncito, sus afinidades, pero a la hora de informar, no digo de opinar, se deben sobre todo al rigor, a la exactitud, a la verificación y al contraste. Son sus deberes, no la ceguera partidista.

P: Usted participa como contertulio en distintos programas, ¿qué es ser tertuliano?

R: Es un género que parece que es muy barato, por ejemplo para la televisión, donde cualquier programa cuesta un disparate y sin embargo convocar a unos cuantos tertulianos es más sencillo y llenas tiempo. Realmente ser contertulio es estar en condiciones o tener el descaro o la rapidez de reflejos para abordar acontecimientos y dar opiniones repentinas, sobre hechos y datos que afloran muchas veces por sorpresa.

P: ¿Cualquier persona puede ser tertuliano?

R: Creo que sí, cualquiera que le den esa posición y que sepa defenderla. A lo mejor en algunas ocasiones no estaría mal hacerles antes de salir la prueba del alcohol o alguna otra prueba para ver si están en condiciones de decir algo coherente. Pero no creo que se puedan poner condiciones previas, salvo cierta rapidez dialéctica, aunque a lo mejor uno que sea muy lento, por contraste, da un pico de audiencia.

P: ¿A qué achacaría la escasa valoración que hacen los ciudadanos de los periodistas en las últimas encuestas del CIS?

R: Se lo han ido ganando a pulso los periodistas y los medios que en un momento determinado, si se echa la vista atrás, tenían una valoración espléndida. Han desertado en muchas ocasiones de cumplir sus deberes más elementales y eso ha tenido como respuesta la desafección de la audiencia que se refleja en las encuestas.

P: ¿Hay autocrítica en la profesión?

R: Poca, alguna hay, pero poca. Ha prevalecido durante mucho tiempo eso de “el perro no come a perro”, pero yo creo que el perro debe comer lo que le pongan por delante. Yo no he sido respetuoso con esa especie de corporativismo ambiental y eso también puede producir un exceso en sentido contrario, de que ya los periodistas se presentan como alistados en una tropa concreta y ven como adversarios a los que no llevan el mismo uniforme, y eso me parece muy negativo.

P: ¿Cómo ve la información política“

R: Se trabaja poco la información política. Los periodistas políticos deberían fijarse en cómo se hace la información deportiva, que se hace con más viveza y de manera más implacable. Se trabaja poco, se estudia poco, no se leen los papeles, no se estudian con detenimiento, no se requiere la opinión de la gente versada en los asuntos y se hace una información muy elemental. Se está muy pendiente sólo del ruido y no se hacen trabajos de investigación. Es como un periodismo de aljibe, se recoge lo que cae encima; hay mucho sometimiento y encadenamiento a unas fuentes que hace al periodista cautivo de sus fuentes. Hay mucho periodismo gota a gota, la fuente va dosificando la información y consigue la docilidad del periodista.

P: ¿Está precipitando la información el mundo digital y la reducción de las plantillas en los medios?

R: Cuando una redacción tiene 400 periodistas que están trabajando y la dejas en 150, se nota, claro. Estamos quejándonos de ese escándalo de las ruedas de prensa sin preguntas, pero hay otras ocasiones en que se convoca a los periodistas y, no es que no se permita hacer preguntas, es que los periodistas no hacen preguntas, porque tienen mucha prisa para ir a otro sitio y prefieren coger la nota de prensa y salir para otro sitio. Es muy difícil ver ahora a periodistas que se queden a una conferencia.

P: ¿Qué debe primar entonces en el periodismo, la rapidez o la profundidad?

R: Se ha llegado ya no a la rapidez sino a la instantaneidad; eso está al alcance de todos, pero el periodista debe aportar su capacidad de descodificar toda esa acumulación, que mucha veces no tiene sentido. El periodista debe ser una planta potabilizadora y eso requiere algún tiempo; lo otro es sencillamente el acceso directo a los acontecimientos, que muchas veces no dicen nada por sí mismos.

P: ¿Peligran los periódicos en papel?

R: Van a ser un lujo que algunos se podrán permitir y que será muy valioso, tendrán el prestigio de la escasez. No me parece que vayan a desaparecer, sino que van a redefinir su función y van a seguir siendo referentes.

P: ¿Cree que la gente acogería bien que los medios cobrasen por sus contenidos digitales?

R: No hay más remedio que cobrar por el trabajo que se hace. Hay que prestigiar la información, no abaratarla, sino hacerla deseable porque cumpla de verdad una función. Si no, se va a entrar en un circuito de “low cost”, que al final alguien lo va a dar más barato. Para que existan esas redacciones de 400 redactores hace falta que alguien lo pague y lo deben pagar en una importante proporción los lectores. Ya sabemos que la publicidad tiene sus contraindicaciones, que pueden ser tóxicas.

P: ¿Cómo se ve en estos momentos de su carrera en medio de este periodismo tan cambiante?

R: Me encuentro todavía en buena condición para mantener mi capacidad de discrepancia y, cuando opino, para combinar una cierta aproximación, no sé si satírica, con cierta dosis de no resignación o de indignación creativa.

P: ¿Se considera un polemista nato?

R: Me considero todavía en condiciones de polemizar, sí. La polémica ayuda a la memoria, junto a la experiencia. La amnesia y el camino de servidumbre voluntaria que mucha gente adopta es muy negativo.

P: Desde su puesto en la Asociación de Periodistas Europeos, ¿cómo ve el seguimiento que se hace en España de la información comunitaria?

R: Ahora los medios siguen los temas europeos, pero todavía no han acabado de acertar en la ubicación de esa información la prensa escrita, y la televisión da un información muy estereotipada en cuanto a la imagen, siempre se ve lo mismo, señores con carteras que se bajan de coches y entran en edificios. Pero, incluso en los años en que recibíamos el maná de los fondos estructurales y de cohesión, sólo se veían los conflictos de la pesca, el fletan, el olivar, mientras que las aportaciones que hacía la UE se diluían en unos cartelitos que no los leía nadie. No se ha hecho la pedagogía conveniente para generar europeístas. Ana Rodrigo

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