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Aitor Merino asegura que el afecto es más importante que ser miembro de ETA

Aitor Merino asegura que el afecto es más importante que ser miembro de ETA

EFE

Madrid —

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Asier Aranguren y Aitor Merino son amigos desde la infancia. Pero hay algo que les diferencia: Aranguren es miembro de ETA. Esto se ve reflejado en el documental “Asier ETA Biok” (“Asier y yo”), que Merino protagoniza y codirige junto a su hermana Amaia.

Este documental, que se estrena el próximo viernes en cines, gira alrededor de una espinosa cuestión: cómo pueden ser amigos un terrorista y alguien totalmente contrario al uso de la violencia. Aitor Merino (San Sebastián, 1972) ha explicado a Efe en una entrevista que la razón es que, para él, “el afecto es más importante”.

“Quisiera que la gente se preguntara hasta qué punto, cuando uno quiere a una persona, es fácil rechazarla por una cuestión de principios”, afirma el director, conocido por su trabajo como actor en films como “Historias del Kronen”.

Merino es consciente de que su posicionamiento puede ser rechazado por muchos espectadores, pero recalca que se trata de una “decisión personal”, que intenta no mostrar como “la mejor opción”, sino, simplemente, como la que él ha tomado.

El proyecto nació cuando Aranguren salió de la cárcel en el año 2010, después de ocho años en prisión por pertenencia a ETA, y Merino decidió inmortalizar el momento con su cámara doméstica.

Una vez acabado el trabajo, la mayor satisfacción de Merino es ver cómo el documental genera “un debate constructivo” para que el espectador saque sus propias conclusiones, “si es que puede”.

“Me parece un ejercicio interesante, el no tener miedo a no tener respuestas”, refuerza Amaia, quien confiesa que el material con el que han trabajado le ha llevado a profundizar en aspectos como la ética, la ideología política o la amistad.

La llegada del documental a los cines coincide con la noticia de ayer de que Aranguren ha sido enviado a prisión, junto a siete miembros más, después de su detención por formar parte de un grupo de interlocución que actuaba como enlace entre el colectivo de presos de ETA (EPPK) y diferentes agentes sociales y políticos.

Una información que Merino ha recibido con tristeza, sobre todo al pensar en la madre de Aranguren, una mujer “de cierta edad y una salud muy delicada”, que va a volver a enfrentarse con la situación de “tener que viajar cientos de kilómetros para poder visitar a su hijo”.

“Los familiares no tienen por qué pagar el pato”, defiende el director, que opina que hay una falta de “sensibilización” respecto a este tema.

El recuerdo del 10 de enero de 2011, cuando ETA hizo público un comunicado con el que anunciaba un alto el fuego, es el momento elegido para cerrar el documental, dejando una perspectiva esperanzadora, la cual contrasta con las palabras de desánimo de Merino al hablar de la evolución que ha habido desde entonces.

“En la sociedad española no vemos absolutamente ningún cambio, y me entristece mucho decirlo”, concluye el director, quien dice que no puede mostrarse optimista hasta que desaparezca la “sed de venganza” y se empiece a pensar “en términos de futuro y convivencia”.

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