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Antalya, la atracción turca en la que pocos sirios recalan

Antalya, la atracción turca en la que pocos sirios recalan

EFE

Antalya (Turquía) —

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Antalya, en la costa turca mediterránea, vende sus encantos a todo el mundo, pero pocos son los sirios, de tres millones llegados al país, que han acabado refugiándose allí y tratan de subsistir, sobre todo trabajando en el campo.

Mohamed, que pide utilizar un nombre ficticio, llegó allí hace cuatro meses tras cruzar -al séptimo intento- la frontera con Turquía en compañía de sus padres, hermanas, esposa e hija.

En una conversación con Efe, define su vida como “un infierno”, no solo por haber sufrido la guerra y perdido su casa y su platería junto a las ruinas romanas de su Palmira natal, localidad castigada por los yihadistas del Estado Islámico (EI) y recientemente recuperada por el régimen.

Lo que más le duele, dice, es la falta de perspectivas y la miseria en la que subsiste con sus familiares.

Con ellos atravesó montañas durante días y noches sin descanso, alimentándose de los frutos de los árboles, y cuando pisó la provincia de Antalya se quedó en el campo hasta que no pudo más.

Entonces se puso en contacto con una pequeña organización de mujeres que, como cuenta Ina Turner -una de ellas-, trata de ayudar a los sirios con alimentos, ropa y pañales para los bebés.

Turner detalla que algunos de ellos viven hacinados en barrios pobres a las afueras de la ciudad, pero peor es la situación de quienes sobreviven, sin agua ni baño, en tiendas de campaña junto a los invernaderos que inundan esa provincia de potencial agrícola.

Su número es difícil de determinar. En abril solo había inscritos 147 refugiados sirios “receptores de protección temporal” en Antalya, una de las ciudades con menos registros, según datos del Gobierno turco.

Sin embargo, Mohamed -que se registró en la provincia de Hatay- apunta que otros muchos viven escondidos de las autoridades por miedo a que les obliguen a instalarse en los campamentos de la frontera.

Es en el territorio limítrofe con Siria donde se concentra la mayoría de los casi tres millones de personas que han huido del conflicto en el país árabe buscando cobijo en Turquía.

Mientras, los que permanecen en Antalya se ven expuestos a rumores sobre su expulsión con el pretexto de dar una “buena imagen” de la ciudad y salvaguardar el turismo.

La localidad, con dos millones de habitantes, es conocida por sus playas de agua turquesa, sus campos de golf y hasta por la Puerta de Adriano en honor al emperador romano que la visitó. Por su centro, impoluto, pasean los turistas turcos y extranjeros atraídos por el buen clima.

Una responsable del Ministerio de Agricultura en la provincia, Dilek Bogatimur, niega a Efe la veracidad de esas amenazas contra los sirios y responde que los turcos “son muy hospitalarios y acogen a cualquier persona sin importar su procedencia o religión, tratando de compartir lo que tienen”.

Debido a la escasez de sirios registrados en Antalya, una portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) señala que no tienen allí una oficina o socios que se encarguen de las personas más vulnerables, por lo que cuando los refugiados los contactan son derivados a las autoridades o a los socios más cercanos.

Mohamed, que está en contacto con otros de sus compatriotas para conocer sus necesidades básicas y organizar el envío de ayuda, lamenta que las instituciones los han dejado a su suerte, por lo que estos han perdido “toda esperanza”.

Con algo más de suerte se sienten Rafiq y Salma, un matrimonio procedente de la provincia siria de Alepo que acaba de cumplir cuatro años en Antalya.

En una zona alejada del centro de la ciudad y frecuentada por sirios, llegan en coche con sus cinco hijos pequeños para que les atienda una doctora en una de las casas, a la manera informal.

Rafiq dice que trabaja en el campo junto con otros veinte sirios por 250 liras turcas mensuales (unos 75 euros), labrando la tierra y recogiendo verduras y patatas.

Recibe una parte de la cosecha para alimentar a su familia, con la que vive en una sola habitación, añade.

Así al menos se sustentan, comenta Salma, que -sin embargo- echa en falta ropa para cambiar a sus niños. ¿Alguna ayuda en todo este tiempo en Turquía? “Qué va, ojalá”, contesta.

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