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Budistas y musulmanes trabajan en cooperativa de bambú en el sur de Tailandia

Budistas y musulmanes trabajan en cooperativa de bambú en el sur de Tailandia

EFE

Pattani (Tailandia) —

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Un grupo de budistas y musulmanes trabajan mano a mano en una cooperativa para fabricar objetos de bambú en el convulso sur de Tailandia, una iniciativa inusual en una de las áreas más violentas en un conflicto que se ha cobrado más de 6.000 muertos desde 2004.

Desde que la guerrilla musulmana recrudeció la lucha armada hace diez años, se ha creado un clima de desconfianza en las provincias meridionales de Pattani, Yala y Narathiwat, donde el 80 por ciento de la población es malayo-musulmana.

Los vecinos no expresan animadversión entre credos o comunidades, pero tienen miedo de visitar aldeas situadas a escasos kilómetros y esto ha generado una progresiva alienación entre las comunidades budista y musulmana, sobre todo en las zonas rurales.

Hay excepciones como el proyecto de la budista Sompong Artinmong, que ha conseguido unir a musulmanes y budistas de varias aldeas en una cooperativa que se dedica a fabricar cestos y otros objetos a partir de cañas de bambú en el distrito de Banare, en Pattani.

“Empezamos el proyecto en 2003, aprovechamos los restos del bambú para fabricar las cestas. Entonces no teníamos ningún sitio para guardar los utensilios y los dejábamos bajo la sombra de un árbol”, relata a Efe Sompong, una enérgica mujer de 50 años.

En un cobertizo que consiguieron construir con donaciones en medio de campos de arroz y cocoteros, la budista alecciona a otras mujeres para fabricar cestos, labor en la que también participan algunos hombres.

“El cultivo de arroz no deja muchos ingresos y el desempleo es muy alto. Tuve la idea de utilizar los desechos del bambú para hacer cestas”, explica Sombong, que emigró al sur hace décadas desde el norte del país.

“Nosotros nos organizamos mejor. El Gobierno a veces no entiende las necesidades locales”, agrega la emprendedora, quien precisa que muchas familias ganan en un buen año hasta 30.000 bat (unos 913 dólares o 735 euros) con la venta de arroz.

Mastha Sini, una musulmana de 23 años de la cooperativa, explica que estudia en la Universidad Islámica de Yala y que tiene amigos budistas, aunque prefiere no ir a aldeas de mayoría budista que no conoce por miedo.

“No sé por qué los budistas y los musulmanes se matan los unos a los otros, quizá es por venganza”, comenta Mastha, quien charla amigablemente con Wilari, otra mujer budista de 20 años en la cooperativa.

Unos 150.000 soldados, paramilitares, policías y milicias de voluntarios se enfrentan a unos 9.000 insurgentes de diferentes grupos que exigen la independencia o autonomía de la región, según datos oficiales recogidos por la organización Deep South Watch.

Los civiles, incluidos monjes y profesores budistas o musulmanes considerados informantes, son el grueso de los muertos a causa de los tiroteos y atentados con bomba las tres provincias tailandesas de mayoría malayo-musulmana.

En muchas ocasiones, los campamentos militares se encuentran en el interior o cercanías de los templos, considerados uno de los “objetivos blandos” junto con colegios, profesores.

Una estampa habitual es ver a los monjes salir de madrugada a realizar su colecta de alimentos custodiados por soldados con fusiles M16.

Los incendios de colegios o bombas en karaokes también son habituales, aunque los locales no achacan todos los ataques a la insurgencia, que nunca reivindican públicamente los ataques, sino a bandas criminales o incluso a facciones del Ejército.

El actual Gobierno militar de Tailandia ha prometido que resolverá el problema de la insurgencia en un año, pero de momento lo más destacado ha sido enviar más de 2.000 fusiles de asalto para armar a las milicias de civiles voluntarios.

Por un lado, los insurgentes son acusados de atacar a civiles, profesores y monjes incluidos, mientras que muchos locales tienen miedo a expresar su opinión debido también a la fuerte presencia militar.

“Yo quiero la independencia. Patani era un reino musulmán”, confiesa un local musulmán, que sólo se atreve a expresar su opinión cuando ve que no se le graba, delante de la mezquita de Kru Se, la más antigua de Pattani.

Según el profesor Srisompob Jitpiromsri, director de Deep South Watch, “la preocupación de los movimientos separatistas es la identidad, la identidad malaya, la identidad musulmana de esta región de Patani, que en el pasado fue un reino. Tienen un idioma, cultura y religión diferente del resto de Tailandia”.

Las provincias de Pattani, Yala y Narathiwat eran parte del antiguo sultanato de Patani, anexionado en 1909 por Siam (actual Tailandia).

Durante años, la comunidad malayo-musulmana fue sometida a una agresiva política de asimilación, aunque el año pasado las autoridades y la guerrilla realizaron la primera ronda pública de contactos para negociar la paz.

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