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Bulgaria o las promesas incumplidas de prosperidad tras diez años en la UE

Bulgaria o las promesas incumplidas de prosperidad tras diez años en la UE

EFE

Sofía —

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Bulgaria conmemora el domingo el décimo aniversario de su entrada en la Unión Europea (UE) en medio de una crisis política sin precedentes y una creciente frustración entre muchos ciudadanos que creyeron que su vida iba a mejorar de forma clara con la pertenencia al bloque.

Antes de formar parte del club comunitario el 1 de enero de 2007, los políticos prometieron más trabajo, prosperidad, oportunidades y estabilidad, así como menos corrupción y pobreza.

Una década más tarde, Bulgaria sigue siendo el miembro más pobre de la UE y su exportación más exitosa son sus propios ciudadanos, que salen a miles cada mes para buscar una vida mejor en otro país europeo.

El salario medio no alcanza los 400 euros mensuales, mientras que la pensión mínima no llega ni a los 100 euros.

Una quinta parte de los 6,8 millones de habitantes vive en situación de pobreza mientras que otro tercio de la población tiene serios problemas para llegar a fin de mes, señalan datos reciente del Instituto Nacional de Estadística de Bulgaria.

Gracias a las tasas impositivas más bajas de la UE (un 10 % sobre la renta y sobre ganancias de empresas) el valor de una hora laboral alcanza solo los 3,8 euros, seis veces menos que la media europea de 24,6 euros.

“Este enorme desequilibrio es difícil de explicar a las empresas extranjeras cuando se quejan que te paga por encima de la media del país. No se dan cuenta de que con estos salarios y con precios europeos es sumamente difícil vivir aquí”, cuenta Stefan Rumenov, un ingeniero informático de 36 años de edad.

“Por eso, tanta gente emigra a otros países de la UE. Para tener un trabajo y una vida mejor”, asegura.

Se refiere a los más de dos millones de búlgaros que emigraron en las últimas dos décadas por motivos económicos, un proceso que sigue en marcha a pesar de la integración comunitaria y que supone una grave crisis demográfica, además de causar una alarmante falta de mano obra cualificada.

“Lo peor de la entrada a la UE es que los precios han subido, hasta la media europea, mientras que los ingresos y salarios siguen siendo casi los mismos que antes”, se queja también Lychezar Dimov, un funcionario de 42 años de edad.

Bulgaria recibió entre 2008 y 2013 unos 7.000 millones de euros en fondos de cohesión, monto que aumentó a casi 10.000 millones para el período 2014 a 2020.

“Es 'dinero fresco' para la economía búlgara y gracias a ello el país logra un crecimiento económico constante, aunque bastante bajo, de alrededor de 3 %”, señala a Efe Vesela Cherneva, directora del laboratorio de ideas Consejo Europeo de Política Exterior en Sofía.

Agrega que Bulgaria ha vivido en estos primeros diez años en la UE un “enorme progreso” desde el punto de vista de los ingresos, la infraestructura y el desarrollo general del país.

Sin embargo, reconoce que estos procesos son lentos, debido a dos problemas fundamentales: insuficientes reformas del sistema judicial y falta de resultados visibles en la lucha contra la corrupción.

Bulgaria no logra librarse del sello de “miembro más corrupto” del club comunitario, al ocupar solo el puesto 69 entre 168 países en el anual Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional (TI).

Ante la rampante corrupción, tanto Bulgaria como la vecina Rumanía entraron en la UE bajo un mecanismo de vigilancia y observación que sigue funcionando hasta el día de hoy.

En el marco de esta vigilancia, se llegó a congelar algunos fondos europeos destinados a Bulgaria tras detectarse casos de fraude e irregularidades.

“Entre el crecimiento económico y el bienestar ciudadano, por una parte, y la lucha efectiva contra la corrupción, por otra, existe una relación directa. Esta lucha y el imperio de la ley son factores decisivos para un inversor extranjero”, destaca Cherneva.

“Rumanía ha decidido llevar la lucha contra la corrupción a los niveles más altos del poder. Bulgaria ha decidido no hacerlo. Por eso vemos en Rumanía un crecimiento económico superior. Pero no existe fuerza externa que nos pueda obligar hacer reformas”, agrega.

A mismo tiempo, muchos búlgaros parecen darse cuenta de que los problemas del país no son por la UE, que sigue contando con una alta aceptación, pero se lamentan que los avances no sean más rápidos.

Según el instituto demoscópico Trend, un 68 % de los ciudadanos confían en la UE y consideran que su país está, dentro de todo, aprovechando bien ser miembro del club comunitario.

En ese contexto, el valor que más destacan los búlgaros, sobre todo los jóvenes, es la libertad para viajar, residir y trabajar o hacer negocios en cualquier Estado de la UE.

“Estoy contento de poder viajar a cualquier parte de Europa”, destaca a Efe un estudiante búlgaro, que acaba de volver a Sofía tras dos semestres en Alemania.

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