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La Cenobia de Calderón de la Barca se zambulle en la lucha de poder egipcia

La Cenobia de Calderón de la Barca se zambulle en la lucha de poder egipcia

EFE

El Cairo —

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El teatro no conoce barreras de tiempo y espacio, como demuestra una adaptación de “La gran Cenobia” del español Pedro Calderón de la Barca, que se ha impregnado casi por azar de la lucha por el poder y el uso de la violencia tan presentes en Egipto.

Con algunos guiños a la actualidad más rabiosa, el director y actor español Marco Magoa estrena hoy en El Cairo la innovadora obra “Zenócrate y Cenobia (El exilio)”, que pretende no dejar indiferente a nadie.

Los anteriores proyectos de Magoa en Egipto fueron más poéticos y el director consideró que ahora “había llegado el momento de involucrarse un poco en política”, según reconoció en una entrevista con Efe.

Junto a Cenobia, reina del Imperio de Palmira, del siglo III, aparece Zenócrate, la mujer del sanguinario líder turco-mongol del siglo XIV Tamerlán, que inspiró la obra “Tamburlaine” del inglés Christopher Marlowe.

Magoa ha querido mostrar adaptando a Calderón y Marlowe “la relación de la mujer con el poder”, con dos protagonistas femeninas que ostentaron la autoridad pero de manera muy diferente y que están vinculadas con Egipto, una por conquistarlo y otra por ser la hija del rey de ese país.

Frente a una Cenobia “poderosa en sí misma y valiente”, está una Zenócrate “enamorada y ciega de poder”, que justifica los violentos actos de su marido, describe el director español.

El papel de Zenócrate tiene claros paralelismos con primeras damas del Oriente Medio de hoy en día, que ayudan a los más desfavorecidos patrocinando fundaciones benéficas, mientras sus maridos recurren a la violencia para perpetuarse en el poder.

La siria Asma al Asad o la egipcia Suzane Mubarak son algunos de estos exponentes regionales que sirvieron de ejemplo a la actriz Hadil Adel para meterse en la piel de Zenócrate.

Durante la representación, la hija del rey de Egipto, secuestrada por Tamerlán, lamenta la pobreza en la que viven muchísimos niños, a los que ofrece una muñeca bautizada “felicidad”.

Para la actriz Adel, Zenócrate es “superficial” y, aunque aparenta ser fuerte, “vive a la sombra” de su marido.

“La idea es reflejar la autoridad desde distintos puntos de vista y la lucha por el poder, que está muy presente en la actualidad y en la época de revoluciones que vivimos en Egipto”, explicó a Efe la actriz.

Abandonando en cierto modo a los personajes históricos, Magoa se centró en su psicología, lo que ayudó a los actores a encontrar similitudes con la realidad de su país y la región.

Magoa, en un papel pequeño, hace las veces de criado o de soldado, ese joven analfabeto de clase baja en el que se tienen que apoyar los poderosos en cualquier dictadura.

El personaje de Tamerlán es interpretado por Amr Darwesh, un joven con parálisis cerebral que ha impregnado de fuerza a ese “gobernador fuerte y psicópata”.

“La fuerza no es solo física, sino que reside en la voluntad de aprovecharse y abusar de las debilidades de los demás”, apunta Darwesh.

Las referencias a la realidad podrán ser captadas o no por el público que, sin embargo, se verá sorprendido por su propio papel en la obra.

Los espectadores no estarán sentados sino que se moverán por el escenario junto a los actores, a veces por el foso y otras por unas plataformas colocadas junto a la pared.

La sala en la que se desarrolla “Zenócrate y Cenobia” se transforma también en el planeta Marte, adonde son enviadas al exilio estas dos poderosas mujeres.

Magoa ya ha estrenado en el pasado en El Cairo otras piezas españolas adaptadas al árabe como “Bodas de sangre” o una obra inspirada en la poesía de José Hierro y Ángel González.

Marina Villén y Samar Ezzat

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