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Cientos de escuelas en el este de Ucrania, seriamente afectadas por el conflicto

Cientos de escuelas en el este de Ucrania, seriamente afectadas por el conflicto

EFE

Granitne (Ucrania) —

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Cientos de escuelas en el este de Ucrania se han visto afectadas por los incesantes combates entre el Ejército ucraniano y las milicias prorrusas, que ponen en riesgo a los más de 200.000 niños que residen a pocos kilómetros del frente.

Desde el estallido de los enfrentamientos en 2014, cientos de hogares y colegios de la provincia de Donetsk, fronteriza con Rusia, han sufrido daños y los niños continúan expuestos al peligro que implica la travesía diaria desde su casa hacia el centro escolar.

“Hemos estado sin ventanas, hemos sido objeto de disparos y nuestros alumnos se han reducido a la mitad. Pero estamos intentando volver a la normalidad, y lo hacemos por ellos”, explica a Efe Lesya Stepanovna, directora de la escuela primaria del pueblo de Granitne, a unos 40 kilómetros de la ciudad portuaria de Mariupol.

Este pueblo está situado en el lado derecho del río Kalmius, que actualmente divide el territorio controlado por las tropas gubernamentales ucranianas y el ocupado por la autoproclamada República Popular de Donetsk (DPR, prorrusa).

Los habitantes de estos municipios que, por su ubicación estratégica, están rodeados de posiciones militares, intentan seguir con sus vidas y no dejar de llevar a sus hijos al colegio, pese a que viven con el miedo de ser alcanzados por el fuego cruzado, que aún ocurre pese al alto el fuego en vigor desde 2015.

“No podemos dejar salir a nuestros hijos de casa. No la dejo ni siquiera dar dos pasos sola fuera del portal. Tenemos miedo de que nos alcancen los disparos”, reconoce Anna Vasilevna, que se desplaza cada día a Granitne.

Anna asegura que la escuela es el único lugar en el que los niños se sienten “libres para divertirse y relacionarse entre sí”, ya que por motivos de seguridad ya no pueden salir a jugar al parque o a la calle.

“La última vez mi nieta quiso ir a montar en bicicleta y la llevé. Nada más empezaron los disparos, ella ya supo que tenía que agacharse y esconderse”, continúa.

Alina, de 7 años, vive en el vecino pueblo de Staromarivka y, como muchos otros niños, no tiene más remedio que caminar tres kilómetros cada día para llegar a su centro escolar en Granitne, el más cercano.

Según explica durante su pausa para el recreo, lo hace acompañada de su abuela, sin desviarse ni un metro del camino y mirando siempre por donde pisa, porque sabe que bajo el barro puede haber minas y otros explosivos.

El único puente que conecta ambos municipios fue cerrado tras haber sufrido daños considerables a causa de los bombardeos y la alternativa que les queda es realizar el recorrido por un área que carece de asfalto.

Asimismo, muchas fábricas y negocios locales que proporcionaban sustento a la población resultaron dañados o fueron evacuados, por lo que la mayoría de los padres sobrevive gracias a la agricultura.

En la localidad vecina de Chermalyk, ha abierto de nuevo la guardería, que estuvo cerrada durante un año tras quedar sin techo y sin calefacción como consecuencia de un ataque con minas.

“Los padres siempre intentan recoger a sus hijos antes del atardecer, porque cuando empieza a caer la noche se empiezan a escuchar disparos y el ambiente se vuelve más aterrador”, dice Vera Vladimirovna, directora de la guardería.

“La mayoría de la gente joven huyó a otras ciudades y los que tuvimos que quedarnos no imaginábamos que podríamos disponer de una guardería para nuestros hijos. Es un gran apoyo para nosotros”, agradece Galina, de 31 años, madre de dos niños que reside en Chermalyk.

La guardería, que acoge a unos veinticinco niños de la localidad, fue reconstruida con la ayuda de la Cruz Roja, si bien aún se puede observar en sus paredes cómo la lluvia y la suciedad se colaron por los espacios que abrieron granadas y misiles.

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