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Cildo Meireles, un artista de la libertad, en el Palacio de Velázquez

Cildo Meireles, un artista de la libertad, en el Palacio de Velázquez

EFE

Madrid —

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La función primordial de los artistas es practicar, difundir y vivir la libertad, en opinión de Cildo Meireles. Y esa libertad está presente en la exposición que el artista brasileño inaugura hoy en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro.

Organizada por el Museo Reina Sofía con motivo de la concesión del Premio Velázquez de Artes Plásticas 2008 a Meireles (Río de Janeiro, 1948), la exposición permite hacer un recorrido por la obra de uno de los artistas contemporáneos más reconocido internacionalmente.

Debido a la proximidad de la concesión del Premio Velázquez con las exposiciones que le dedicaron la Tate y el MACBA en 2008, se decidió posponer unos años esta muestra en la que han intentado “traer obras que no se hubieran exhibido en las anteriores”, comentó a Efe el artista.

Esta intención se refleja en que de los más de cien trabajos, entre instalaciones, dibujos, esculturas y piezas sonoras, alrededor del ochenta por ciento son piezas nuevas.

Entre estas destaca “Amerikkka”, pieza ideada por Meireles en 1991 pero cuya producción no ha podido realizarse hasta esta exposición.

Se trata de una obra que se refiere a la llegada de Colón a América y que está compuesta por 20.050 huevos de madera y 76.150 balas vacías, que se han conseguido gracias a la colaboración del Ministerio de Defensa. La dificultad de conseguir las balas fue lo que no hizo posible su realización hasta ahora.

Considerado como uno de los pioneros en el desarrollo internacional del arte conceptual, los artistas están haciendo siempre un ejercicio experimental de la libertad, según Meireles.

“Es un compromiso el mantener ese territorio de libertad de discusión y da igual los materiales o los procedimientos con los que se haga. ¿Qué buscamos todos?, la verdad. Esa cosa que está un poco lejos siempre y en esa dirección hay que caminar”.

Así lo ha hecho el artista brasileño desde el comienzo de su carrera con obras en las que utilizó iconos visuales como las botellas de Coca Cola o los billetes de dólar, con valor cero, para tratar del control de producción, distribución y de información a través de los medios de comunicación.

“Eran los años setenta, con una dictadura muy dura en Brasil. Las obras son una tentativa a la posibilidad de saltar la censura y me gustan porque son una especie de camuflaje”, comentó Meireles, a quien no le gusta hacer arte panfletario.

Por la variedad de formas y técnicas, la exposición puede parecer una colectiva, en opinión de Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, para quien en la muestra existe también “una crítica al valor del arte”.

En su trayectoria “Meireles desarrolla ideas del neoconcretismo” y trabaja un conceptualismo que se aproxima a la crítica institucional, a la falacia de la identificación entre valor y precio, en un contexto en el que el público es muy importante, consideró.

Este proyecto es el último de Joao Fernandes como director del Museo Serralves, de Oporto, donde viajará la exposición posteriormente, y el primero como subdirector del Reina Sofía. Según sus palabras, Meireles es un artista que amplia nuestra experiencia humana del mundo.

“Su arte es un utensilio para conocer el mundo que vivimos, abre nuevas formas para interpretarlo”, comentó el comisario, para quien la exposición es una experiencia de los sentidos y una reflexión, ya que su obra es un reto para desarrollar un punto de vista personal en nuestra relación con el mundo.

En este reto “el espectador se convierte en parte”, señaló Joao Fernandes quien destacó la presencia de gran número de piezas que no se han visto nunca así como de otras que podrían compararse con las “caras b” de los discos.“Son obras muy importantes, menos vistas en las últimas décadas. Es un privilegio poder hacer que renazcan”.

Los amplios espacios del Palacio Velázquez han permitido mostrar grandes obras, piezas que plantean su propio espacios. Entre estas está la instalación “Marulho” formada por miles de libros que construyen, a través de un efecto óptico, un “océano” que puede contemplarse desde una pasarela de madera.

Destaca también “Abajur”, una enorme lámpara con imágenes del mar y grandes veleros, que se activa mediante una dinamo cuya energía procede de la fuerza de cuatro personas que, dando vueltas de manera permanente sobre un mismo eje, consiguen que la lámpara se ilumine en períodos de quince minutos. La obra representa una alegoría en contra de la esclavitud.

“Olvido” muestra una tienda típica de los indios nativos americanos, forrada con billetes de distintos países de América y rodeada de unos 3.000 kilos de tibias de buey. Todo esto se presenta dentro de un círculo cuyo perímetro está compuesto por 70.000 velas.

Por Mila Trenas

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